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Traje
martes, 10 de marzo de 2009
La religión como subproducto evolutivo
La religión podría ser un subproducto de la evolucionó de nuestra arquitectura cerebral.
Unos investigadores muestran que para interpretar las intenciones y sentimientos de Dios nos valemos de las mismas regiones cerebrales recientemente evolucionadas que usamos para entender los sentimientos e intenciones de las demás personas.
Jordan Grafman y sus colaboradores del US National Institute of Neurological Disorders and Stroke en Bethesda (Maryland) están interesados en encontrar en qué parte del cerebro residen los sistemas de creencias y de representación, en particular aquellos que parecen ser exclusivamente humanos.
Estos investigadores descubrieron que las creencias activan las áreas cerebrales que evolucionaron más recientemente, como aquellas relacionadas con la imaginación, la memoria y teoría mental (el reconocimiento de que otros seres tienen sus propios pensamientos e intenciones).
Grafman dice que esto no nos habla de la existencia de un poder superior como Dios, sólo nos indica cómo la mente y el cerebro trabajan juntos para permitirnos tener un sistema de creencias que guíe nuestras acciones.
En el estudio los investigadores examinaron con resonancia magnética nuclear funcional el cerebro de 40 voluntarios creyentes mientras respondían ciertas afirmaciones que reflejaban tres elementos centrales de su sistema de creencias. Debían de puntuar en una escala si estaban de acuerdo o desacuerdo con cada afirmación.
Los voluntarios eran creyentes de religiones monoteístas tales como cristianismo, islamismo o judaísmo.
Primero debían de responder a la afirmación de que si Dios intervenía en el mundo o no escuchando una frase como: “Dios es eliminado de este mundo”. En este caso la actividad cerebral se centraba principalmente en el lóbulo frontal lateral, donde la teoría de la mente reside normalmente y que nos permite interpretar las intenciones de los demás. Esta región enlaza neuronas que nos permiten sentir empatía por otras personas.
En segundo lugar debían de reaccionar a una afirmación sobre el estado emocional de Dios, como “Dios está colérico”. De nuevo, como los investigadores habían predicho, se activaron áreas relacionadas con la teoría de la mente y que nos permiten enjuiciar las intenciones de los demás como las circunvoluciones frontal y temporal media.
Finalmente los voluntarios debían de escuchar afirmaciones que reflejaran el lenguaje abstracto y la imagineria de su religión con frases como “Jesús es el hijo de Dios”, “Dios demanda la celebración del sábado” o “Se dará la resurrección de los muertos”. En este caso la actividad cerebral se dio en la circunvolución temporal, que decodifica significados metafóricos y abstractos.
Generalmente las partes del cerebro activadas por las afirmaciones religiosas fueron aquellas que son usadas en las más mundanas interpretaciones del mundo de todos los días y para interpretar las intenciones de los demás. No obstante, son significativamente las que evolucionaron más recientemente y que aparentemente dan a los humanos la perspicacia que no tienen otros animales.
Según los investigadores sus resultados son únicos, y demuestran que los componentes específicos de las creencias religiosas son mediados por redes neuronales bien conocidas, apoyándose así las teorías psicológicas contemporáneas que afirman que los cimientos de las creencias religiosas se asientan en funciones cognitivas adaptativas aparecidas por evolución.
De este modo, las mismas características que aparecieron evolutivamente para darnos una ventaja competitiva sobre las demás especies se utilizarían más tarde para instalar culturalmente los sistemas religiosos. Según esto la religión sería por tanto un subproducto evolutivo.
Según otros investigadores del campo este resultado no es sorprendente y en el fondo son los mismos mecanismos que nos permiten interpretar, por ejemplo, los personajes de una novela. Reforzaría además la teoría de que es crucial un alto nivel de intencionalidad en el desarrollo de un sistema religioso completo tal y como lo conocemos.
http://www.pnas.org/content/early/2009/03/06/0811717106.abstract?sid=4968cee1-d129-4e6d-a0a8-3afc6040bb55
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