sábado, 24 de abril de 2010

La meditación mejora las capacidades cognitivas en cuatro días


La mente es fácilmente modificable con esta técnica, según un estudio

Un equipo de psicólogos norteamericanos ha constatado en un experimento que la técnica de la meditación puede mejorar las capacidades cognitivas, en tan sólo cuatro días de práctica. Más de 60 personas participaron en el experimento, que consistió en meditar durante breves periodos de tiempo. Los tests que se les realizaron a los participantes posteriormente demostraron que éstos habían mejorado de manera significativa sus capacidades de procesamiento visual del espacio, su memoria de trabajo y sus funciones ejecutivas. Los científicos sugieren que estos resultados demuestran que nuestra mente puede ser modificada con facilidad.


Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte (UNCC), Estados Unidos, ha revelado que tan sólo un rato corto de meditación durante pocos días los seres humanos podemos aumentar nuestras capacidades cognitivas.

En investigaciones previas realizadas con tecnología de registro de imágenes de la actividad neuronal se había demostrado ya que la meditación puede producir cambios significativos en áreas del cerebro relacionadas con la concentración

Sin embargo, hasta el momento se creía que, para conseguir estos cambios, se necesitaba un entrenamiento severo en las técnicas meditativas.

Rápido y sencillo

Según publica la UNCC en un comunicado, la presente investigación, realizada por el psicólogo de dicha universidad, Fadel Zeidan, y sus colaboradores, sugiere que la mente puede ser entrenada cognitivamente de forma rápida y sencilla.

Los investigadores analizaron los efectos de una técnica de meditación conocida como “mindfulness”, que consiste en tomar una actitud de atención y conciencia plena, de presencia atenta y reflexiva. La meditación mindfulness consiste, por tanto, en el esfuerzo por centrarse en el momento presente de forma activa y reflexiva.

Los participantes en el estudio practicaron este tipo de meditación durante sólo cuatro días, y durante 20 minutos cada uno de estos días. Tras este periodo de tiempo se constató un significativo aumento en sus habilidades cognitivas clave: los participantes puntuaron mucho más alto en tests de cognición que otras personas de un grupo de control que no había meditado.

Según Zeidan, los resultados de estos tests fueron similares a los documentados en otras investigaciones, en las que los participantes habían estado meditando durante más tiempo.

Zeidan señala que la profunda mejoría cognitiva constatada en los participantes tras sólo cuatro días de entrenamiento en la meditación resultó realmente sorprendente y sugiere que la mente es, de hecho, fácilmente transformable e influenciable, especialmente con esta técnica de concentración.

Mejora sorprendente

En el experimento realizado participaron 63 estudiantes, 49 de los cuales completaron la investigación.

Los participantes fueron organizados de forma aleatoria y equivalente en dos grupos. Uno de ellos, se dedicó a meditar, mientras que al otro grupo se le pidió que escuchara durante periodos equivalentes de tiempo la lectura de un libro, El Hobbit, de J.R.R. Tolkein.

Según explican los investigadores en un artículo
aparecido en la revista Pub.Med, antes y después de las sesiones de meditación y de lectura, los estudiantes fueron sometidos a una gran cantidad de tests, con los que se evaluaron su estado de ánimo, su fluidez verbal, su procesamiento visual y su memoria de trabajo.

Ambos grupos presentaron resultados similares en estos tests al inicio del experimento, y ambos mejoraron sus resultados en lo que a estado de ánimo se refiere, después de los ejercicios de meditación y de los de lectura.

Sin embargo, el grupo que se dedicó a la meditación puntuó mucho más alto como media que el otro grupo en los tets sobre capacidades cognitivas, y hasta diez veces más alto que dicho grupo en tareas en las que los participantes tenían que procesar información bajo la presión de hacerlo en un tiempo limitado (capacidad de concentración cuando se tiene otra información en la mente).

En las pruebas se demostró, en concreto, que los participantes que habían practicado la meditación durante cuatro días habían mejorado notablemente sus capacidades de procesamiento visual del espacio, su memoria de trabajo y sus funciones ejecutivas (conjunto de habilidades cognitivas que permiten la anticipación y el establecimiento de metas, la formación de planes y programas, el inicio de las actividades y operaciones mentales, la autorregulación de las tareas y la habilidad de llevarlas a cabo eficientemente).

Capacidad de modificar la mente

Zeidan señala que habrá que hacer más estudios en adelante para confirmar los cambios cerebrales a raíz de estos breves periodos de meditación que los tests han indicado.

Aún así, el investigador considera que los resultados obtenidos en el experimento evidencian ya con claridad nuestra capacidad para modificar nuestra propia mente y mejorar nuestra cognición en unos pocos días.

Los participantes practicaron la meditación mindfulness con la ayuda de un entrenador, que les enseñó a relajarse, con los ojos cerrados, y a centrar al mismo tiempo su atención en el movimiento de sus respiraciones. Si algún pensamiento llegaba a los estudiantes durante este proceso, el entrenador les indicó que sólo debían dejarlo pasar, sin concentrarse en él, y luego volver a las sensaciones de la respiración.

Los beneficios inmediatos de la meditación para nuestras habilidades cognitivas han sido también demostrados por científicos de la Universidad Tecnológica de Dalian, en China, que en 2009 publicaron los resultados de una investigación en la que se demostró que otra técnica meditativa, conocida como “integrative body-mind training” (IBMT) puede producir cambios mensurables en la atención y reducir los niveles de estrés, en tan sólo cinco días de práctica, 20 minutos cada día.

En este estudio participaron 86 estudiantes de dicha universidad, y se aplicaron diversas tecnologías (como exploraciones de resonancia magnética funcional del cerebro), que permitieron demostrar que la IBMT potencia las relaciones entre la estructura del sistema nervioso central, la corteza cingulada anterior del cerebro y el sistema nervioso parasimpático, lo que a su vez potencia la conexión mente-cerebro.

Las imágenes tomadas del cerebro de aquéllos que habían practicado la IBMT mostraron diferencias radicales con respecto a otro grupo de participantes que había realizado otras prácticas de relajación.

lunes, 19 de abril de 2010

Hacia una nueva conciencia planetaria


Leonardo Boff reflexiona en un nuevo libro sobre el Evangelio del Cristo Cósmico

“Con la aparición del pensar ecológico y de la conciencia de nuestra responsabilidad por el futuro de la vida, de los ecosistemas, de la humanidad y del planeta Tierra, las conciencias despertaron, se suscitaron discusiones científicas y se exigieron políticas nuevas referidas a la relación desarrollo-medio ambiente. Todo esto supuso también un reto para las religiones y las tradiciones espirituales”. Estas palabras pertenecen a la introducción de un nuevo ensayo de Leonardo Boff, Evangelio del Cristo Cósmico. Presentamos las ideas más sobresalientes de este trabajo.

pagados apenas los ecos de la fracasada Cumbre del Cambio Climático en Dinamarca, aparece ahora en castellano la edición de un nuevo ensayo teológico de Leonardo Boff. Su título y el subtítulo llevan ya el mensaje del objetivo que se propone: Evangelio del Cristo Cósmico. Hacia una nueva conciencia planetaria (Trotta, 2009).

La tesis defendida por Boff (y que ya ha adelantado en otros ensayos) es que los ámbitos cristianos deben rescatar una antigua tradición: la del Cristo cósmico. Esta metáfora teológica explica con más expresividad la relación del Señor Jesús con el conjunto de la creación y por otro lado, sienta las bases de una espiritualidad que incorpora la sensibilidad original franciscana del cuidado de la naturaleza.

Estas ideas no son nuevas. Como muestra Boff, textos que se remontan a los comienzos del cristianismo, especialmente las reflexiones de San Pablo, presentan a Cristo como cabeza del Cosmos, pues se afirma que todo fue hecho por Él, en Él y para Él. Esta concepción ha propiciado el nacimiento de una verdadera mística cósmica. Hace ya medio siglo, el teólogo Karl Rahner escribió que los cristianos del siglo XXI serán místicos o no serán. En esta línea, la asunción por los cristianos de la conciencia cósmica (cosmos significa “el todo organizado”) debe llevar a una experiencia interior del Cristo que recapitula en si todas las cosas. El punto omega, que definió ese gran profeta del porvenir que fue Pierre Teilhard de Chardin.

Cristo no se encuentra sólo en las Escrituras, en la Iglesia, en la reunión eucarística. Su lugar natural es el cosmos. Y como el cosmos es el resultado de un inmenso proceso evolutivo, Cristo también es parte y fruto de este proceso. Debe haber señales de él impresas en las circunvoluciones de este ya largo caminar de nuestro universo. La obra de Teilhard de Chardin pretendió recoger esos indicios y articularlos sistemáticamente.

Pero la cristología cósmica no busca sólo entender las dimensiones de la realidad de Cristo que llegan hasta el universo; quiere responder también a una búsqueda siempre presente en el espíritu humano: ¿cuál es el factor, la energía, el vínculo que hace que el universo sea un cosmos (orden) y no un caos?

Este interés no es solamente historiográfico sino principalmente existencial: ¿cómo concebir la Unidad del Todo? ¿Por qué caminos se revela?, ¿cómo elabora el cristianismo su respuesta? La base de este ensayo se encuentra en un trabajo de Leonardo Boff de 1971 publicado con este mismo título: Evangelio del Cristo Cósmico, publicado dentro de su libro Jesucristo y la liberación del hombre (Cristiandad, Madrid, 1987), pero profundamente modificado y enriquecido, de manera que puede considerarse un nuevo libro.

La pretensión final de nuestra búsqueda es reforzar una lectura holística e integradora de la realidad y animar una mística cósmica que abrace a las ciencias, a las religiones, a las tradiciones espirituales y a la sensibilidad ecológica contemporánea.


La búsqueda de la Unidad del Todo en la ciencia contemporánea

No hay ninguna religión que no elabore su propia cosmología, su propia interpretación religiosa del mundo. Como ya observó Émile Durkeim, todas las religiones ofrecen la protección de una Totalidad dinámica y orgánica. Todas las escuelas filosóficas han intentado presentar visiones globales del mundo que den sentido a la existencia humana.

Pero también las ciencias de la naturaleza, nacidas en la Revolución Científica merced a las intuiciones de Galileo Galilei y Francis Bacon, han intentado esta búsqueda insaciable. Desde que Galileo y luego Newton introdujeron la matematización de la naturaleza, surge un intento de una “Teoría del Todo” o Teoría de la Gran Unificación”: un paradigma con pretensiones universales que abarcase todas las leyes de la naturaleza y nos brindase la explicación final del universo.

En defensa del pensar mítico

Pero, ¿qué grado de realidad y de posibilidad de verificación tienen las afirmaciones de Teilhard sobre el Cristo cósmico?

Desde que apareció el pensamiento científico, parece que se veta la posibilidad de recurrir al mito para explicar la cosmogénesis. ¿No estaríamos aquí ante un mito muy antiguo, revivido y revestido de representaciones científicas de nuestro tiempo, pero en el fondo preso aún en las categorías precientíficas del pasado?

Boff piensa aquí en el mito gnóstico del anthropos u hombre primordial que, según algunos exegetas, -como el católico H. Schlier y el evangélico E. Käsermann -, habría sido reasumido y reinterpretado por el autor de las cartas a los Colosenses y a los Efesios, en las que se encuentran exactamente las raíces de una Cristología y de una Eclesiologías cósmicas. Según este mito, el anthropos (el hombre originario), tendría sus miembros extendidos por toda la materia y llenaba así todo el cosmos. Pero poco a poco se fue redimiendo, esto es, fue recogiendo los miembros esparcidos en la materia, constituyó una unidad cósmica y, en su ascenso hacia la unidad, habría arrastrado consigo al ser humano y lo habría redimido de la esclavitud de los elementos.

Pero, ¿cómo se deben entender las afirmaciones de Teilhard sobre el Cristo cósmico? Si hay que evitar las representaciones –el Cristo histórico figurado con las dimensiones del cosmos sería un monstruo -, ¿cómo entender entonces la realidad que traducen estas ideas? ¿A qué experiencia humana deben aplicarse tales afirmaciones? ¿Tenemos hoy la misma experiencia?, y, en caso afirmativo, ¿no tendríamos entonces aquí una clave de control y verificación de estas formulaciones?

Necesariamente, hay que entrar en el terreno hermenéutico. El análisis nos mostrará la génesis de esta cristología cósmica, su necesidad y hasta su inevitabilidad para el pensamiento cristiano y la legitimidad de su expresión mítica.

Los especialistas en Teilhard coinciden en que su itinerario espiritual está marcado por dos experiencias fundamentales. El propio Teilhard da testimonio de ellas en un escrito autobiográfico –El Corazón de la Materia (1950) – en el que relata las etapas de su evolución interior.

La primera experiencia consiste en una verdadera experiencia mística (tal vez en sentido lato) que marcó el resto de su experiencia: Cristo es el “Corazón de la Materia”, “el Centro orgánico de todo el cosmos”, “una especie de Elemento universal”, de tal forma que “Cristo posee un cuerpo cósmico que se extiende por todo el universo” (en La Vida Cósmica, 1916).

La segunda experiencia fundamental de Teilhard reside, como él mismo confiesa en El Corazón de la Materia, en el “sentido de plenitud, consumación y compleción”. Habla también de un “sentimiento plerómico”, del “sentido de consistencia, sentido de la Tierra, sentido cósmico”. “Yo no tendría más de seis o siete años de edad y ya me sentía atraído por la Materia, o, más exactamente, por algo que brillaba en el Corazón de la Materia”. Sus “absolutos” son entonces piedras, pedazos de hierro, trozos de metralla que va coleccionando”. Un “sentido profundo de la totalidad llena el espíritu de Teilhard”, como escribe el padre De Lubac.

Durante años librará Teilhard una reñida batalla interior por conquistar una síntesis unitaria que aúne los dos polos de su vida: el Espíritu y la Materia, lo natural y lo sobrenatural, lo cristiano y lo mundano. Sin embargo, lentamente, a partir de 1916 con La Vida Cósmica y Cristo en la Materia, se desarrolla en él un centro unificador de esas dos experiencias determinantes. “¡Sorprendente liberación! –exclama en El Corazón de la Materia – la síntesis del hacia arriba y hacia delante. Penetración de lo divino en lo carnal. Y a través de una reacción inevitable, transfiguración o transmutación de lo carnal en una irradiación de energía increíble”.

La experiencia de Cristo –escribe Boff – del yo cristiano, y la experiencia del mundo, del yo pagano, se individualizan en una única y gran experiencia de síntesis: “El trozo de hierro de los primeros tiempos hace mucho que ha sido olvidado. En su lugar, bajo la forma del punto Omega, veo ahora la consistencia del universo reunido en un único centro indestructible, QUE YO PUEDO AMAR” ([iEl Corazón de la Materia]i, 1950].

Boff hace en su ensayo un recorrido por las dos teorías básicas para describir el universo: la teoría de la relatividad general de Albert Einstein, y la física cuántica de Plank, Bohr y Heisenberg. Ambas teorías, ambos paradigmas, son parciales y se sabe que de difícil conciliación por el momento (como muestra el video adjunto).

La teoría de la relatividad general hace una reinterpretación inclusiva de la gravedad y de la estructura macroscópica del universo en toda su extensión (un uno con 24 ceros detrás). La física cuántica se dedica a explicar el funcionamiento del mundo de las partículas y subpartículas de una millonésima de millonésima de centímetro (los quarks, protones, electrones, neutrones, etc).

¿Cómo se podrían combinar estas dos magnitudes, lo ilimitadamente grande y lo ilimitadamente pequeño? Se busca una teoría que englobe todas las energías y redes de relaciones. Algunos científicos piensan que una teoría cuántica de la gravedad guardaría el secreto de la Teoría de la Gran Unificación. Ésta uniría las dos visiones, la de la relatividad general de Einstein y la de la física cuántica de Planck, Bohr y Heisenberg. Pero hasta ahora no ha sido alcanzada.

Ahora bien: si se parte de la hipótesis de que el universo no es totalmente caótico y arbitrario, sino que se rige por leyes que mantienen su dinámica y su armonía a pesar de las incertidumbres de índole cuántica, entonces se debería descubrir la fórmula secreta de esa inconmensurable unidad.

Pero, ¿hay alguna base científica que permita a la ciencia buscar una Teoría del Todo? Los científicos están indagando unas pistas que pueden llevar a respuestas positivas: la energía del vacío cuántico, la teoría especial de la relatividad (de Einstein, 1905), la llamada Teoría-M (teoría Mater/madre), la constante cosmológica, las nuevas contribuciones de la biología y la teoría de las cuatro energías fundamentales.

Las aportaciones de John D. Barrow en Teorías del Todo: hacia una explicación fundamental del universo y el trabajo conjunto de Abdul Salam, Werner Heisenberg y Paul Dirac (La unificación de las fuerzas fundamentales) aportan datos complementarios a este intento de los científicos para encontrar ese espacio del Todo.

Teilhard de Chardin y el Cristo cósmico

Desde un punto de vista filosófico, en Pierre Teilhard de Chardin encontramos un cuerpo de ideas que estuvieron siempre en su mente. Ya en 1924 podía confesar que toda su actividad científica no tenía otra finalidad que descubrir las reverberaciones del Corazón de Cristo en el Corazón de la Materia. Al final de su vida, en su última confesión de fe, nos legó su testamento sobre este tema. Escribe en “Lo Crístico”: “Hace mucho tiempo que, tanto en La Misa sobre el Mundo como en El Medio Divino, intenté fijar mi admiración y mi asombro, ante esas perspectivas apenas dibujadas en mí”.

Y las últimas palabras de Teilhard, escritas el Jueves Santo, antes de ir “al encuentro de Aquel que viene” el Domingo de Resurrección, nos dan a conocer su credo esencial: “Éstos son los dos artículos de mi Credo: el universo está centrado evolutivamente hacia arriba y hacia adelante; y Cristo es su centro: Fenómeno cristiano, Noogénesis = Cristogénesis (=Pablo)”.

Esta última afirmación nos indica bajo qué perspectiva enfoca Teilhard el problema de la doctrina sobre Cristo (la Cristología). No se trata de un Cristo en el que se cree, en el que se piensa y al que se ama en el marco de una visión del mundo estática y sobrenatural donde los problemas de la cosmogénesis y de las relaciones de Cristo con la evolución son sólo epígonos del tratado de Cristología.

Para Teilhard, urge restituir a Cristo, dentro de nuestro mundo concebido en términos de evolución ascendente, tal como se entiende hoy día a partir de la astrofísica, de la astronomía, de la nueva biología molecular y genética, de la paleontología y de la ecología global. Por eso, Teilhard se proponía a sí mismo en 1936 desarrollar la siguiente tarea: desarrollar una correcta física y metafísica de la evolución.

Una interpretación exacta de los datos que lleva a descubrir un principio espiritual como estructura orientadora de la evolución, y ésta aparece presidida por un Centro Personal de convergencia universal. Y en segundo lugar, articular una Cristología que tome en consideración las dimensiones del mundo de hoy. No cosmos sino cosmogénesis. El Cristo revelado por el dogma, por san Juan y san Pablo, es el centro universal y cósmico. Tal hecho sería, para el físico y el metafísico, una hipótesis legítima; para el creyente, un hecho real.

En síntesis,–según Boff- la Cristología de Teilhard se mueve en tres direcciones: en primer lugar, estudia las relaciones del cuerpo físico de Cristo con el mundo material y con la humanidad, abarcando los misterios de la encarnación, de la eucaristía y de la resurrección. En una segunda consideración, Teilhard se pregunta por el significado de la muerte, del mal físico y del pecado en un contexto de cosmogénesis; aquí se insertan los misterios de la muerte y resurrección de Jesús. Pr último, Teilhard intenta relacionar la evolución ascendente y la planetización del mundo con Cristo, creído y aceptado como el Pleroma, con el punto Omega y la Iglesia-cuerpo-místico-de-Cristo y con la parusía final.

La función cósmica de Cristo da lugar a páginas geniales y sistemáticas en la obra de Teilhard, pensada en relación con la evolución. Aquí es donde reside el punto polémico de toda su cosmovisión crística y cristificante. En pequeños “credos” que fue formulando, repensando y condensando a lo largo de su vida, Teilhard objetiva sucintamente su rica experiencia interior. Así, el 28 de octubre de 1934, en su ensayo Lo que yo creo presentaba el siguiente credo:

Creo que el universo es una evolución.
Creo que la evolución camina hacia el Espíritu.
Creo que el Espíritu en el ser humano llega a su perfección en lo personal.
Creo que lo personal supremo es el Cristo universal

Respuestas teológicas a la Unidad del Todo

El Cristo cósmico de Teilhard se enraíza teológicamente en san Pablo. Pero ¿cuáles son las preguntas y los problemas teológicos que mueven a Pablo de Tarso y a Teilhard de Chardin, y para los cuales el Cristo cósmico es una respuesta? En realidad, ¿no animan a ambos las mismas preocupaciones?

Boff es de la opinión de que a ambos le movían las mismas preocupaciones. En Pablo, la Cristología cósmica nació de una experiencia radical del misterio de Cristo y de su irradiación universal, es decir, de una experiencia mística.

Pablo es un genio religioso, como lo era también Teilhard. No conoció al Jesús histórico, y declara que sobre el Cristo sárquico (es decir, de carne) no quiere saber mucho. Pablo cita muy pocas veces a Cristo como autoridad: sólo dos veces (1 Cor 7,10; 9,14), aunque sus escritos muestran muchas reminiscencias de la doctrina de Jesús.

Pero la experiencia de Pablo de Cristo resucitado le abrió un nuevo horizonte para entender toda la realidad. De repente, Cristo irrumpe en su vida y se convirtió para él en el punto de orientación para todos los problemas humanos y religiosos. Resume así su experiencia como ser humano nuevo: “Si alguien está en Cristo, es una criatura nueva” (2 Cor 5,17). La expresión “en Cristo” y “con Cristo” no es, como dice el exegeta Lohmeyer, ”la expresión más o menos difusa de una mística en torno a Cristo, sino de una clara y compacta metafísica sobre Cristo”. El ser-en-Cristo es la nueva situación ontológico-existencial del ser humano en contraposición al ser-en-la-ley. Si antes el hombre estaba en la ley, actuaba en la ley, se gloriaba en la ley, ahora en la nueva situación está en Cristo, actúa en Cristo y se gloría en Cristo. Adolf Deissmann, que escribió la mejor monografía sobre el ser-en-Cristo en el siglo XIX, llega a esta conclusión: “La fórmula en-Cristo caracteriza la relación del cristiano con Cristo como un encontrarse localmente en el Cristo resucitado… Es muy probable que Pablo haya comprendido esto en sentido propio y no figurado”.

Cristo es, pues, “el elemento en que vive el cristiano y en el que todas las manifestaciones de la vida cristiana encuentran su lugar”-como escribe Deissmann. Él es, como dice Teilhard, el Medio Divino, la atmósfera y el elemento cósmico y nuevo en la creación.

Pablo está persuadido de la unidad cósmica del Todo en Cristo. Las palabras- clave empleadas tienen todas un sentido de plenitud, de totalidad, de unidad. Las cuatro preposiciones en él, por él, para él, él es antes de todo, aquí se aplican a la relación de la creación con Cristo (Col 1,16-17). Los términos cuerpo, cabeza, pleroma y todo (este último aparece 54 veces en la carta a los Efesios y 42 en la de los Colosenses), y las cuatro dimensiones: anchura, largura, altura y profundidad (Ef 3,8), significan una totalidad.

En Col 3,11 se lee que “Cristo es todo en todos”, expresión cuyo sabor panteístico-crístico no se puede disimular. Y que forma parte de la síntesis mística de Teilhard. Cristo es también cabeza del cosmos, puesto que de hecho es también su redentor. Y lo expresa Pablo de otro modo cuando dice que Cristo es la cabeza de todas las potencias (Col 2,10).

La misma idea de unidad y totalidad aparece con fuerza en los textos que hablan del pleroma (la plenitud). Estos textos se interpretan como complemento a la idea del cuerpo y pretenden resaltar el aspecto cósmico de la obra redentora de Cristo y de la mediación de la Iglesia. El término pleroma se aplica tanto a Cristo (Col 2,9-10; Ef 1,22-23; 4,10), como a la Iglesia (Ef 1,23b).

El Cristo cósmico, ¿es mayor que Jesús de Nazareth?

Boff concluye que la Cristología cósmica hunde sus raíces en la creación en Cristo, en la redención por Cristo, y en la ubicuidad cósmica del Cristo pneumático (unido al Espíritu de Dios) y resucitado en el interior de los mismos seres. Esto nos lleva a una consideración teológica Trinitaria que se sitúa en el origen de cualquier cosmovisión que brota de la teología de la ciencia

Estas reflexiones llevan a una cosmovisión interreligiosa de la teología de la creación. Otras religiones, aunque no hablan de Cristo, poseen sus propios maestros y figuras de gran santidad que han revelado y revelan todavía hoy el misterio de Dios, si bien expresado bajo muchos otros nombres. No es accidental que unos de los objetivos del diálogo entre ciencia y religión sea el establecer puentes con otras sensibilidades religiosas y espirituales que convergen en las mismas experiencias de fondo.

Dentro de un mundo que se ha hecho más abarcable por las nuevas tecnologías, la humanidad se ha dado cuenta de que podemos ser humanos, sabios y religiosos de muy diferentes maneras. Todas ellas revelan virtualidades latentes en el ser humano. Somos un proyecto infinito que puede expresarse indefinidamente y moldear su historia a través de muchos caminos. El único objeto secreto y adecuado a nuestro deseo y a nuestro impulso de comunicación y amor sólo puede ser el Ser. Sólo en Él nos saciamos.

Hay en el cristianismo (y en la reflexión sobre la fe, que es la teología) algunas categorías teológicas que permiten ser un sistema abierto y no cerrado, como por ejemplo: entender la creación como una forma de automanifestación progresiva de Dios y el Reino como un proyecto global de Dios sobre toda la creación; el Espíritu que llena el universo y es “principio de vida” (Gen 6,17; Ex 37,10-14), y la dimensión cósmica de Cristo de las cartas a los Efesios y Colosenses.

Esta positividad cristiana es por su naturaleza universalista y no excluyente. El propio cristianismo nos lleva a una autosuperación que evita el exclusivismo. Hay por ejemplo una afirmación del concilio Vaticano II que dice: “por su encarnación, el Hijo de Dios se unió de alguna manera a todo ser humano” (Gaudium et Spes, nº 22 b). Esto quiere decir –interpreta Boff – que cada ser humano fue tocado por el Hijo de Dios, no sólo los bautizados y cristianos. Él tiene que ver con cada miembro de la familia humana, independientemente de la religión en la que está inscrito. Por ser humano, lleva dentro dimensiones crísticas.

En Cristo están todas las energías y todos los elementos físico-químicos que se formaron en el corazón de las grandes estrellas rojas antes de que explotasen y lanzasen tales elementos por todo el universo. Estos elementos entraron en la composición de las galaxias, de las estrellas, de los planetas y de nuestra propia realidad.

El hierro que corría por las venas de Jesús o de Sidarta Gautama (Buda), el fósforo y el calcio que fortalecía sus huesos y sus nervios, el nitrógeno que garantizaba el crecimiento, el 65% de oxígeno y el 18% de carbono que componía sus cuerpos, hacen que Jesús, María de Nazaret, Moisés y Abraham, Buda, Confucio o Mahoma sean realmente seres cósmicos. Y como el universo no posee sólo exterioridad sino también interioridad, podemos decir que su profundidad psíquica está habitada por los movimientos más primitivos de los inconscientes cósmico, vegetal, animal y humano; por los sueños más arcaicos y por las pasiones más originarias, por los arquetipos más profundos y por los símbolos más ancestrales.

Pierre Teilhard de Chardin percibió esta inserción cósmica de Jesús y acuñó el término “crístico” distinguiéndolo de “cristiano”. En 1916 ya escribe sobre La Vida Cósmica, y en 1955, un poco antes de morir, redacta su ensayo Lo Crístico. La creación y la humanidad poseen objetivamente una dimensión crística, una dimensión ligada al proceso de evolución que en Jesús y sus seguidores se hace “cristiano”. Lo “crístico” entonces se transforma en “cristiano”, que es lo crístico concientizado, objetivado y hecho historia.

Esta reflexión nos hace recordar a Agustín de Hipona en su respuesta s un filósofo pagano (epístola 102) o en sus Retractationes (I, 13 3): “Lo que ahora llamamos religión cristiana existía ya en los antiguos; estaba ya desde los inicios del género humano hasta que Cristo se hizo carne. Fue entonces cuando la verdadera religión, que ya existía, comenzó a llamarse cristiana”.

En otras palabras, el Jesús histórico no agota en sí todas las posibilidades contenidas en lo crístico. Lo crístico puede surgir en otras figuras. En realidad, emerge en cada persona humana, en todos los organismos vivos, en cada ser del universo, en la materia, en el mundo subatómico, en las energías primordiales. Lo crístico se encuentra en la raíz de todo ser.

Una espiritualidad cósmica

Las reflexiones ofrecidas por Leonardo Boff a lo largo de este libro, Evangelio del Cristo cósmico, son esfuerzos por decir lo indecible. Intentos de expresar lo inexpresable. Tentativas de poner palabras a una realidad que se escapa entre los dedos como un chorro de agua. La identificación de ese Vínculo que lo unifica todo, que atrae y empuja a todo el universo hacia arriba y hacia delante, hacia formas cada vez más complejas. La fórmula que los cristianos encontraron para expresar esta suprema Realidad fue el Cristo cósmico.

El efecto principal de esta reflexión consiste en la recuperación de una espiritualidad cósmica. Lo Sagrado, la Realidad última no se encuentra solamente en las religiones y en sus textos sagrados. Ni siquiera puede reducirse a la profundidad y hondura humanas. Habita el universo y cada partícula del cosmos. Estamos sumergidos en esa inefable Realidad que nos empapa y que impregna el Todo.

En términos espirituales significa que cuando abrazamos al mundo entramos en comunión con esa Suprema Realidad. Vivimos en su templo, y cada gesto que hacemos puede tener un significado litúrgico de celebración. San Buenaventura en su Itinerario de la mente a Dios, san Francisco de Asís en su famoso Cántico al Hermano Sol y Teilhard de Chardin en La misa sobre el Mundo y en sus muchos escritos y cartas se llenaban de emoción cuando se dejaban llevar por esta conciencia crístico-cósmica.

Debemos dejar- concluye Boff- que nuestro crístico personal entre en comunión con la energía crística universal, así lo crístico se volverá cada vez más consciente y hará su curso en la historia de la humanidad.

Teilhard lo sabía muy bien. Por eso decía: “El sueño de nuestra vida es el estado superior de una unión donde la gente se sienta divinamente ligada a todo por encima de las imágenes y de los conceptos. Pero creo que aquí en la Tierra, aun teniendo la alegría de poder sentir al Único Necesario en el corazón de todo, no lo conseguiremos (ni en los éxitos ni en los fracasos), sino en la medida en que nos esforcemos por precisar trabajosamente las imágenes, los conceptos y las cosas. En conjunto, Cristo se nos da a través del mundo a consumar en unión con él mismo” (en De Lubac, Blondel et Teilhard ).

lunes, 12 de abril de 2010

El método Hemy Sinc del Instituto Monroe; evolución científica de los mantras



Para muchos, es el método más científico de expansión de la conciencia. Validado por el área de “espías psíquicos” de los servicios secretos americanos, muchas personas han confesado haber tenido experiencias “fuera del cuerpo”, regresiones y cambios trascendentales en sus vidas después de alguno de esos cursos.

Sus monitores reconocen que sus raíces se hunden en la historia de la espiritualidad, pero sus métodos, incorporan la investigación científica más actual. Por ello, para muchos, Hemy Sinc es la evolución natural de los ancestrales métodos del yoga y las diferentes tradiciones espirituales.

Rodeado de un mítico halo de misterio, el Instituto Monroe es, junto al Instituto Esalen, el más conocido centro de desarrollo de la conciencia en los Estados Unidos. Desde los años sesenta, el antiguo magnate de la radio neoyorquina, Robert Monroe fue desarrollando el primer método científico de expansión de la conciencia, basándose en sus conocimientos sobre las ondas. Tal fue su avance, que los servicios de espionaje del ejército norteamericano se interesaron por sus métodos. Skip Atwater, hoy director de investigación del Instituto Monroe, desarrolló con Monroe sus capacidades de clarividencia durante cuatro años mientras trabajaba para el ejército. Pero fue tan grande la atracción mutua que acabó dejando el ejército, para pasar a ser el más cercano colaborador de Monroe y a convertirse a su muerte, en su sucesor.

Aunque hace tiempo que existían monitores que impartían cursos de fin de semana, España se ha convertido, junto a Brasil, Alemania, Francia y Canadá, en el quinto país que tiene una sede oficial del Instituto Monroe. Ya no es necesario realizar los costosísimos viajes a Estados Unidos para realizar uno de estos cursos en los que, uno sale transformado. En realidad, muchos acuden a los cursos del Instituto Monroe creyendo encontrar la manera más rápida de realizar un viaje astral y no siempre es así. Aunque no se descarta tener alguna de estas experiencias paranormales, el tipo de transformación que suele acaecer es de otra índole.

En palabras de Skip Atwater, actual director, “si hay una cosa que se pueda decir sobre la gente que ha pasado por el Instituto Monroe es que tienen lo que se llama “una diferente visión general” sobre la vida. Miran a la vida como una persona que ha tenido una ‘experiencia cercana a la muerte’, no se preocupan por cosas triviales. Muchas veces los amigos de una persona que ha tenido ese tipo de experiencia les dicen ‘qué te pasa, te vemos diferente’. Y es parecido a la gente que pasa por el Instituto Monroe: contempla de una manera diferente lo que le sucede en la vida, tienen otro tipo de visión”.

Casos personales

Además de psicoterapeuta y sanador, Daniel Chumillas es editor del prestigioso sello editorial “Palmyra Ediciones”. Daniel es uno de los primeros monitores del Instituto Monroe en España, razón por la cual puede evaluar con mucho conocimiento de causa las facultades de estos cursos. “La gran ventaja de Hemi-Sync es que la tecnología potencia de forma automática nuestras facultades al producirse la sincronización de los hemisferios cerebrales. Por eso, gracias a esta tecnología he podido ayudar a muchas personas a realizar cambios profundos en sus vidas, sin los obstáculos que pueden suponer determinados sistemas de creencias, el rechazo a lo alternativo sin base científica o la escasez de tiempo que dedicamos al autodescubrimiento”.

Gracias a su profesión en una compañía aérea, Teresa es, con seguridad, una de las españolas que más veces ha pasado por el Instituto. Actualmente está escribiendo un libro en el que describe su proceso de expansión de conciencia, en el que el método Hemy Sinc juega un papel muy importante. “Es una manera de aprender a conocerte y conocer lo que te rodea. Fui allí para encontrar facultades paranormales y me encontré con mi espíritu, y desde entonces soy mucho más feliz. Te amplifica los sentidos, tienes mucha más visión del futuro y capacidades para comprender mejor lo que te rodea”. A nivel práctico, las mejoras en su calidad de vida han sido numerosas. “En mi vida diaria, me ha ayudado a transformar un montón de miedos, de dolor en creatividad, a saber que nosotros creamos nuestra propia realidad. Que cada vez que me enfrento a una situación de vida, saber qué me está enseñando y no caer en el fatalismo. Más autoridad, más confianza, más seguridad”.

Método a través del sonido

El método del Instituto Monroe podría considerarse como una evolución de las meditaciones del yoga del sonido, los mantras.

Su creador, Robert Monroe, se dio cuenta en aquellos lejanos años cincuenta de que los estados del cerebro son ondas, y por eso comenzó a investigar cómo reproducir los estados expandidos de la conciencia por medio del sonido. Es decir, cómo inducirlos artificialmente. Algo muy parecido a lo que se produce con los mantras y los sonidos armónicos pero “más específico”, pues, a través de ondas previamente investigadas que aparecen en estados mentales como la intuición, la clarividencia o los viajes astrales, creó músicas que estimulan, precisamente, esas aptitudes cerebrales en particular.

La forma en la que opera, técnicamente, es colocar un sonido en una oreja y otro sonido sutilmente diferente en la otra. El secreto para que se active una determinada función “sutil” de nuestro cerebro es la diferencia entre la onda de un oído y otro. El método Hemy Sinc emite, por ejemplo, un sonido en un oído a 200 ciclos por segundo y en el otro, de 205 ciclos por segundo. La diferencia entre los dos (5 ciclos) será el “objetivo” para la onda cerebral; es es la onda que se estimula, afectando a un área determinada de nuestro cerebro. Teresa Losada lo describe así: “las frecuencias de sonido con las que trabaja hace que tengas más facilidad para ver lo que tú tengas que ver. Aunque a las personas que tienen facilidad para la proyección fuera de su cuerpo, les puede ayudar, no es lo habitual. Te puede ayudar, por ejemplo, a entrar en contacto con tus guías, que te ayudan en tu camino”.

La creación de estas músicas es un proceso muy complejo porque, previamente, el Instituto Monroe ha medido, ondas cerebrales humanas específicas que dan lugar a una fórmula matemática. Gracias a esa fórmula, se determinan las diferentes frecuencias que recrean este estado cerebral. Ese conjunto de ondas pueden ser una delta, una alfa, una theta… y, analizando el poder de cada una de ellas, se mezclan hasta formar las músicas de este popular método.

El poder del método Hemy Sinc es tan grande, que los aficionados a la música “trance”, música electrónica para alcanzar el éxtasis a través del baile, han adoptado los sonidos de Hemy Sinc en sus áreas “chill” o de relajación.

Biofeedback

En uno de los cursos más avanzados de este instituto, se toman determinadas respuestas fisiológica con el fin de determinar que la persona está alcanzando realmente ese estado.

La primera de las medidas es la temperatura de las yemas de los dedos, porque una elevación de ésta, muestra que la persona ha entrado en un estado muy relajado porque los capilares en los dedos se expanden y dejan pasar más sangre. También se mide la respuesta “galvánica”, que es una medida de las emociones y la excitación, para, por ejemplo, miedo o peligro. Como relata Skip Atwater, “expresa que el individuo ha pasado a la posición del testigo, desapasionado, sin juzgar lo que está percibiendo y manteniendo una base emocional objetiva. La tercera medida es una de potencial eléctrico voltaje: el potencial de voltaje de la piel se mide en positivo o negativo, dependiendo cómo colocas los electrodos. Un cambio en este potencial eléctrico es una indicación en el cambio de la conciencia. Este cambio en la conciencia, otra vez, es una indicación de que te estás moviendo por diferentes áreas hipnagógicas. Si no hay cambios en este voltaje, es como si estuvieras leyendo un guión de una historia y puedes contar una bonita historia pero tu fisiología no interviene, no se siente envuelta en esa historia”.

Cuadro: Skip Atwater, de espía psíquico a director del Instituto Monroe


La vida de Skip Atwater daría por sí sola para una serie de televisión tipo “Expediente X” o “Médium”, que a él tanto le gustan: “hace 30 años, si decías que creías en estas cosas, te quedabas sin amigos, pero gracias a estas series, hoy la gente está abierta a creer”.

Criado en una familia abierta a este tipo de experiencias, a Skip Atwater no le resultaba anormal salirse de su cuerpo. En su caso, su problema con el pis que se hacía en la cama ya mayor, le hizo tomar consciencia de que, mientras estaba dormido “tenía que llevarse el cuerpo al cuarto de baño”, como le explicó su madre tras gritarle enfurecido que él “había ido al cuarto de baño”.

Más tarde, ya en el ejército, Atwater se convirtió en el instructor y responsable de las operaciones de “visión remota” o de espías psíquicos que se dedicaban a revisara las embajadas enemigas y dar informes a otros cuerpos del ejército para saber donde debían revisar. Aunque pueda parecer extravagante, este cuerpo ha estado funcionando en Estados Unidos hasta hace poco, ante la oposición de algunos incrédulos.

Dedicado a la mejor forma de mejorar su entrenamiento, Atwater entró en contacto con el Instituto Monroe, fructificando en una colaboración de cuatro años que hizo extender el rumor de que este Instituto trabajaba para los servicios secretos.

Atwater no se cansa de repetir que la colaboración cesó cuando él mismo, la persona que lo llevó a cabo, dejó el ejército y comenzó a colaborar en el Instituto, hasta que, a la muerte de éste, se convirtió en su jefe de investigación.

Desde hace unos años, el Instituto Monroe ha traspasado las barreras de Virginia (Estados Unidos) para extender sus métodos por todo el mundo. España es uno de los lugares en los que han construido un centro.

Cuadro: Los científicos recrean en laboratorio viajes astrales

Los experimentos científicos están tratando de encontrar donde se producen ese tipo de experiencias y de recrearlas artificialmente. La primera fase es relativamente sencilla: se colocan electrodos en la cabeza del “viajero astral”, se le invita a entrar en uno de esos estados alterados de la conciencia y, de esa forma, la actividad eléctrica del cerebro nos enseñará donde se está produciendo esa particular experiencia.

La segunda fase ha sido ya producida por diferentes investigadores. En concreto, el instituto de Neurología de Londres y otro en Lausana, Suiza han provocado viajes astrales mediante tecnología de “realidad virtual”. Ehrrsson, en Londres, colocó a un voluntario un visor en cada ojo, en las que se le proyectaban imágenes de él mismo, mediante unas cámaras que estaban situadas detrás suyo. Acto seguido, se le golpeaba en el pecho real y en el virtual (en las imágenes); la respuesta del voluntario era la misma.

Después, midieron la reacción del sujeto en una agresión contra su cuerpo virtual, siendo la misma que si eran atacados en realidad. Más allá, colocaron artefactos de realidad virtual en cada ojo y, en todo momento, los sujetos confundían su cuerpo virtual con el real.

De todo ello, los investigadores han extraído que «la perspectiva visual es muy importante a la hora de sentirse dentro del cuerpo. En otras palabras, sentimos que estamos donde nuestros ojos están», sentencia Ehrsson. De hecho, el equipo de Blanke ha titulado su artículo ‘ Veo luego soy: manipulando la autoconciencia del cuerpo’. Los dos grupos de investigadores creen que los circuitos cerebrales de la visión y el tacto están detrás de algunas OBE, fenómeno que van a seguir investigando.

Cuadro: tipos de ondas


Hasta el momento, las investigaciones han descubierto cuatro tipo de ondas en nuestro cerebro; las ondas delta, desde 1 herzio. Las theta emiten hasta 7’87 herzios. Las ondas alpha, a 15,7 herzios. Las beta, entre 30 y 30,56 herzios.

En comparación, las ondas de baja frecuencia que pueden provocar estados negativos en nuestra mente, según los estudios de las agencias de espionaje son: paranoia, 4,5 herzios. La depresión, 6,66 herzios. La manía persecutoria, 11,3 herzios.

Malta, primer banco de prueba para Benedicto XVI tras el escándalo de pederastia


Existen temores fundados de que el breve viaje que Benedicto XVI emprenderá el próximo a sábado a Malta -el primero que realiza desde que estallara el escándalo de pederastia- se vea salpicado por numerosas protestas y manifestaciones contra la cultura de silencio que durante años la Iglesia ha mantenido ante los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.

Tanto es así que, por precaución, las autoridades de esa pequeña isla mediterránea -que pasa por ser uno de los países más católicos del mundo, como lo demuestra el hecho de que el aborto y el divorcio sean ilegales- ha decidido reforzar la seguridad en vista de la visita de poco más de 24 horas que el Pontífice iniciará el sábado a las 17.00 horas.

La decisión de reforzar el dispositivo de seguridad se ha tomado sobre todo después de que, en los últimos días, los tres grandes carteles instalados en la isla por las autoridades maltesas para dar la bienvenida al Papa fueran saboteados: en todos ellos le fueron pintados a Benedicto XVI unos sucintos bigotes al estilo de Adolf Hitler (en alusión al hecho de que en su adolescencia formara parte de las Juventudes Hitlerianas) junto a la pintada "Pederasta". Los carteles en cuestión han sido retirados y sustituidos por unos nuevos, pero existe la sospecha de que se trate del preludio de varias movilizaciones coincidiendo con la visita del Pontífice.
Petición de disculpas

Sobre todo, visto que también Malta está viviendo un terremoto de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Un total de 45 curas están en el punto de mira, acusados de haber abusados de menores de edad, algunos de ellos en el Orfanato católico de San José, en Santa Many. Y algunas de las víctimas ya han anunciado su intención de celebrar una manifestación y otros actos de protesta entre y el domingo, cuando el avión de Beneducto XVI despegue de regreso hacia Roma.

Al frente de las protestas estará Lawrence Grech, un maltés de 37 años que asegura haber sufrido los abusos de un sacerdote en el orfanato de San José y que hace unos días escribió una carta la Vaticano exigiendo una disculpa por lo sucedido por parte del Papa durante su visita a Malta y que se reúna con algunas de las víctimas de curas pederastas. "Debe reconocer que esas cosas ocurrían en Malta, reflexionar sobre el dolor de las víctimas y pedir formalmente perdón", señala Grech. Sin embargo, y hasta el momento, las autoridades vaticanas no han respondido siquiera a sus peticiones.

La evolución biológica, acogida con prudencia por el Vaticano


La recepción del darwinismo, tal como es reflejada en el Archivo del Santo Oficio

En 1988 se procedió a la apertura del Archivo del Santo Oficio, la actual Congregación para la Doctrina de la Fe. De este modo, los investigadores han podido acceder, entre otras cosas, a la documentación vaticana sobre conflictos en torno a la teoría de la evolución y al darwinismo. Mucha gente cree que el Vaticano puso en el Índice de Libros Prohibidos a los autores de libros que defendían las ideas darwinistas y amenazaba con volver a las hogueras purificadoras. Pero nada de esto parece ser cierto. A pesar de que la Teología católica desde final del siglo XIX juzgaba con severidad las ideas de Darwin, la documentación a la que se ha podido acceder muestra que las autoridades de la Santa Sede mantuvieron una cierta prudencia, que evitó el choque frontal entre la evolución y la doctrina católica.

na investigación iniciada por el profesor Mariano Artigas (1938-2006) en 1999 para determinar cuál fue la actitud de la Congregación del Índice frente a los autores católicos que defendían la compatibilidad entre la evolución y la doctrina cristiana puede resultar sorprendente para algunos. Los primeros resultados fueron publicados por Artigas, Thomas Glick y Rafael A. Martínez en Negotiating Darwin (2006). El profesor Rafael A. Martínez, que ha proseguido los trabajos de Artigas tras su prematuro fallecimiento, ha dado a conocer una síntesis del estado de la investigación en su artículo El Vaticano y la Evolución. La recepción del darwinismo en el Archivo del Índice, publicado en Scripta Theologica 39 (2007) 529-549.

Las relaciones de la Iglesia católica con el evolucionismo darwinista nunca han sido fáciles. Frecuentemente se recuerda que a partir de 1950 la autoridad del Romano Pontífice Pío XII ha declarado que la evolución biológica es una hipótesis sobre cuya plausibilidad es posible discutir. Aunque en 1996 el Papa Juan Pablo II afirmó que la evolución es más que una hipótesis, los recelos contra la teoría de Darwin no han desaparecido.

Desde la publicación de los libros de Darwin, para muchos teólogos, pastores y simples cristianos, era difícil distinguir los principios teológicos del aparato filosófico-conceptual con el que estaban acostumbrados a sostenerlos. Y no pocas veces los partidarios del darwinismo presentaban la nueva teoría según una interpretación materialista que no podía en modo alguno ser aceptable por los creyentes.

La evolución biológica en los Archivos de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Las intervenciones del Vaticano con respecto al evolucionismo fueron, sin embargo, discretas, prudentes y bastante moderadas, tal como se desprende de los Archivos de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

No se tiene noticia de condenas o polémicas clamorosas, al menos en lo que se refiere a las autoridades romanas. Durante muchos años los manuales de teología católica criticaban con severidad el evolucionismo, pero eran muy escasos los argumentos de autoridad. Más bien eran víctimas de un sistema de pensamiento cerrado en el que no “cabían” determinadas concepciones del mundo.

En la revista de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, se filtraban a veces macabros casos de condenas vaticanas que no solían tener mucho fundamento. La apertura en 1998 del Archivo de la Congregación para la Doctrina de la Fe (que contiene los documentos de las antiguas congregaciones pontificias del Santo Oficio y del Índice de Libros prohibidos), ha permitido el acceso a muchos datos que hasta el momento se encontraban custodiados por una rigurosa reserva. Este hecho ha dado lugar a que muchos documentos han sido puestos al alcance de los investigadores y permiten clarificar los enigmas con que se tropezaba hasta ahora.

En 1999 el profesor Mariano Artigas, físico y filósofo, se propuso seguir el rastro de las intervenciones de las autoridades vaticanas sobre la evolución y el darwinismo. Una búsqueda preliminar en los Archivos del Santo Oficio no dio resultados, mientras que en los archivos del Índice de Libros prohibidos encontró una interesante documentación.

El trabajo de investigación de Artigas, Glick y Martínez cubre aproximadamente el pontificado de León XIII (entre 1878 y1903). Cuando ocupó la Silla de Pedro ya tenía 68 años pero gobernó la Iglesia durante 25 años. El equipo de investigación se centró en seis autores católicos que habían manifestado en sus escritos posiciones favorables a las nuevas ideas sobre el cambio biológico irreversible, la evolución y el darwinismo y que las crían compatibles con la fe cristiana. Los seis casos estudiados son muy diferentes entre sí y permiten obtener un panorama diversificado de las reacciones de la comisión del Índice de Libros prohibidos ante el evolucionismo en las últimas décadas del siglo XIX.

De los seis autores estudiados, dos son italianos, otros dos británicos, uno francés y otro norteamericano. Su condición eclesiástica también es variada: dos son obispos, otros dos pertenecen a órdenes religiosas, uno es sacerdote diocesano y el otro era laico.

Aunque todos los casos han sido citados como muestra de la oposición de la Iglesia a la evolución, sólo tres de ellos vieron realmente la intervención de una congregación romana. En los otros tres casos tal intervención no tuvo lugar: solamente la escasez de datos precisos que generalmente envolvió la cuestión, llevó a verlos como fruto de una oposición a la teoría evolucionista por parte de la Iglesia.

Estos tres últimos casos son los del obispo italiano Geremia Bonomelli (1831-1914), el también obispo John Hedley (1837-1915) [monje benedictino que ocupó la sede de Newport, en Gales], y el del zoólogo inglés St.George J. Mivart (1827-1900). En los dos primeros casos, se les atribuye el haberse retractado por imposición de las autoridades romanas de cuanto habían publicado.

En realidad, sólo Bonomelli escribió una clara retractación de cuanto había precedentemente publicado, pero no hubo ninguna presión por parte del Vaticano. En cambio, John Hedley mantuvo una polémica con La Civiltà Cattolica desde las páginas de The Tablet.

El caso de Mivart es más complicado. Mivart, que había abrazado la fe católica muy joven, aceptó muy pronto la evolución, aunque era crítico con algunos aspectos centrales de la explicación darwinista. En 1871 publicó On the Genesis of the Species, donde sostenía que la evolución biológica era compatible con la doctrina cristiana, sin que las autoridades católicas tuvieran ninguna reacción al respecto. En sus últimos años, Mivart publicó varios artículos críticos con la doctrina cristiana y con la autoridad de la Iglesia. Tras un intercambio epistolar con su obispo, el Cadenal Vaughan, y varias amonestaciones formales, se le prohibió recibir los sacramentos, fue excomulgado.

Mivart murió poco después, en 1900. Su confrontación con las autoridades de la Iglesia se ha atribuido frecuentemente al tema de la evolución. El examen de la documentación de los Archivos del Santo Oficio ha permitido clarificar el caso, excluyendo definitivamente tal interpretación.

Los autores (Artigas, Glick y Martínez) se ocupan extensamente de los otros tres casos. Son los casos en los que la Congregación del Índice actuó contra autores católicos que se manifestaron en sus escritos favorables a la evolución. Nos referimos a Raffaello Caverni (1837-1900), el dominico Marie-Dalmace Leroy (1828-1905) y el sacerdote norteamericano John Augustine Zahm (1851-1921).

1. Raffaello Caverni (1837-1900)

El primer caso por orden cronológico es el del sacerdote italiano Raffaello Caverni. En 1877 publicó un libro en que defendía la posibilidad de conciliar el evolucionismo con la doctrina católica: Nuevos estudios de filosofía: discursos a un joven estudiante. El arzobispo de Florencia denunció el libro a la Congregación del Índice. El libro fue condenado y el correspondiente decreto fue publicado en 1878.
Se trata, de hecho, del único caso en que la obra de un autor católico fue puesta en el Índice de Libros prohibidos por sus opiniones evolucionistas. Sin embargo, ha pasado prácticamente desapercibido. La explicación está en el modo peculiar de proceder que tenía la Congregación del Índice: los decretos de este tribunal no indicaban los motivos de la condena, sino sólo el nombre del autor y el título de la obra, que en este caso ni siquiera mencionaba indirectamente el evolucionismo.

Caverni siempre creyó que la causa de la condena era la dureza con que había criticado algunos aspectos de la vida y de la educación eclesiástica de su tiempo, y esta interpretación se ha mantenido hasta hoy. Sólo el examen de la documentación que se ha conservado en el Archivo del Índice ha permitido establecer que la causa real de la condena fue precisamente su defensa de las teorías evolucionistas.

El “censor” del libro de Caverni fue el cardenal dominico Tommaso María Zigliara (1833-1893), una de las figuras sobresalientes del neotomismo que deseaba impulsar León XIII para renovar el pensamiento católico. En sus obras se había opuesto al evolucionismo con argumentos filosóficos: la teoría de la evolución es absurda desde el punto de vista metafísico, porque se basa en principios falsos; es una hipótesis arbitraria e incluso contradictoria; e incluso es absurda desde el punto de vista de la fisiología (acudiendo aquí a la autoridad de Georges Cuvier. )

El documento de Zigliara impactó en los cardenales que determinaron que la postura de Caverni, proponiendo un materialismo panteísta de tipo hegeliano, era inaceptable para un católico. El libro de Caverni fue incluido en el Índice de Libros prohibidos y su autor aceptó la condena, sometiéndose a la decisión de la Congregación. Desde el punto de vista formal, la “condena indirecta” del darwinismo nunca alcanzó el rango de condena oficial, puesto que el decreto no mencionaba la evolución ni el darwinismo. Y desde el punto de vista práctico se demostró sumamente ineficaz, en cuanto nadie supo de su existencia fuera del círculo de la comisión del Índice. La polémica del evolucionismo pareció calmarse por algunos años.

2. Un dominico en el Índice: Marie-Dalmace Leroy (1828-1905)

En 1887 el dominico francés Marie-Dalmace Leroy publicó en París un libro titulado La evolución de las especies orgánicas. Las críticas que recibió por parte de los estamentos clericales le llevaron a preparar una nueva edición corregida y aumentada, en la que intentaba explicar mejor algunos puntos controvertidos. La nueva edición se publicó en 1891 con el título La evolución restringida a las especies orgánicas.

En un ambiente científico muy contrario a las ideas evolucionistas debido a la autoridad de Cuvier, Leroy se proponía mostrar que el evolucionismo es compatible con el cristianismo con tal que se mantenga en el ámbito científico y no se convierta en una filosofía materialista y atea.

Su defensa de la evolución dio lugar a una polémica con los jesuitas Joseph de Bonniot y Joseph Brucker en las páginas de Études. A favor de la evolución intervino la Revue Thomiste, a partir de su primer número publicado en 1893.

En 1894, el libro de Leroy fue denunciado ante la Congregación del Índice. El Cardenal Prefecto del Índice, Serafino Vannutelli (1834-1915), siguiendo el procedimiento habitual, encomendó el examen del libro a uno de los consultores de la Congregación, el franciscano Teófilo Domenichelli. Su informe lleva fecha de 30 de agosto de 1894 y ocupa 27 páginas impresas. El informe del censor fue favorable a Leroy y coincide con él que los primeros capítulos del Génesis tienen un lenguaje figurado.

Pero la Congregación del Índice no quedó satisfecha con este informe y pidió en septiembre de 1894 la opinión a dos censores más. Los dos nuevos informes fueron menos benévolos con Leroy, aunque continuaron sin proponer una clara condena. Pero la Congregación Preparatoria del 17 de enero de 1895 llegó por su cuenta a una conclusión más rígida: “la doctrina tal como se halla en el libro debe ser proscrita: y se invite al autor, a través del Maestro General [de los dominicos], a retractarse públicamente como si fuera por propia iniciativa”.

Es curioso este modo de proceder. Y creó una peligrosa escuela porque en pleno siglo XXI, la Comisión de la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española ha actuado en varias ocasiones de la misma manera, presionando a los superiores religiosos para que hagan un chantaje a los teólogos... Y no citamos casos…incluso en propia carne. Pero este es otro asunto.

En 1895, Leroy fue convocado a Roma por el Maestro General de la Orden de Predicadores, y le fue comunicada la noticia. El 26 de febrero, envió una carta desde Roma al periódico Le Monde, que la publicó pocos días después, el 4 de marzo. Con un estilo muy similar al de Galileo, Leroy muestra su arrepentimiento y “declaro que desautorizo, retracto y repruebo todo lo que he dicho escrito y publicado a favor de esa teoría [de la evolución]”.

Pero “el caso Leroy” no termina aquí. Dos años más tarde, en 1897, pidió a la Congregación permiso para publicar una versión corregida de su libro. El manuscrito fue sometido a dos censores que dictaminaron que sus opiniones no se habían modificado y por ello el permiso fue denegado. La cuestión quedó cerrada. Nunca se publicaron los motivos de los censores para la condena de Leroy.

3. Evolución y Dogma: John Zahm (1851-1921)


El tercer caso de condena es el del sacerdote americano John Zahm, profesor de física en la Universidad de Notre Dame, de la que también fue Vicepresidente. En 1896 publicó un libro titulado La evolución y el Dogma (traducido al francés, al italiano y al español en 1905) en el que sostenía la compatibilidad del evolucionismo con la doctrina católica. Dado que Zahm era un autor respetado por Roma, cuando en 1897 su libro fue denunciado ante la Congregación del Índice, la reacción fue mucho mayor que en los casos de Caverni o Leroy.

El procedimiento de la Congregación del Índice fue el habitual. Nombraron censor al dominico Enrico Buonpensiere (que ya había intervenido en el caso Leroy). En su informe de 53 páginas conservadas en el Archivo del Índice, critica que Zahm atribuyera a Santo Tomás y a San Agustín posiciones cercanas al evolucionismo. En la Congregación Preparatoria del 5 de agosto de 1898 se expresan opiniones condenatorias del libro de Zahm. Pero nunca se produjo la retractación pública de Zahm ni se hizo público el decreto de condena. Entretanto, Zahm había sido nombrado Provincial de su orden (la Congregación de la Santa Cruz). Sus obispos amigos presionaron en Roma y el día 7 de noviembre de 1898 el cardenal Vannutelli pidió directamente a León XIII que no se publicara el decreto de condena y el Papa aceptó.

Conclusión: la política vaticana sobre la evolución biológica

El sugerente artículo de Rafael A. Martínez que aquí comentamos finaliza con unas conclusiones. La que puede resultar más novedosa es que el Vaticano no tenía a finales del siglo XIX una postura precisa respecto al evolucionismo ni al darwinismo. Cuando había una denuncia ante la Congregación del Índice, sus miembros no tenían un paradigma de referencia respecto al cual medir las desviaciones doctrinales. Las diversas intervenciones de las autoridades vaticanas guardianas de la ortodoxia actuaban según las circunstancias y no de acuerdo con un plan preestablecido.

Las instancias vaticanas eran conscientes de que no existía una “doctrina oficial” respecto a la evolución y al darwinismo, y según parece tampoco tenían mucho interés en provocar una doctrina oficial.

Todo esto provocó que en cada uno de los seis casos analizados, los resultados fueran muy diferentes. Tampoco se ve un patrón común en las decisiones de los cardenales, ni del Papa, que llegó incluso a impedir la publicación de un decreto de condena ya decidido por los cardenales.

En los tres casos que hemos analizado más someramente (Bonomelli, Hedley y Mivart) no existió ninguna acción contra estos autores, ni tampoco ninguna decisión de las autoridades romanas.

En los tres casos en los que la Congregación del Índice intervino (Caverni, Leroy y Zahm), lo hizo respondiendo a denuncias externas a la Congregación. El Santo Oficio no intervino en ninguno de los casos. La Congregación del Índice actuó “de oficio” para dar alguna respuesta a las denuncias.

El balance de la investigación confirma, en cierto modo, la “tesis de la complejidad” de las relaciones entre ciencia y religión, entre evolucionismo y fe católica. Motivos de orden teológico y filosófico aparecen entremezclados con consideraciones prácticas, problemas sociales y nacionales e intervenciones de tipo personal.

Las autoridades romanas no querían verse involucradas en un nuevo “caso Galileo”. Cuando algunos de los autores citados sostenían la completa compatibilidad entre el evolucionismo y la doctrina católica, la Congregación del Índice prefirió no condenarlos con un documento o intervención públicos. Más bien intentaron persuadirlos en privado de que se retractasen de sus ideas, incluso con una simple carta publicada en un periódico (el caso de Zahm).

En el caso en que el autor de alguno de los libros denunciados perteneciese a una orden o congregación religiosa (como Leroy o Zahm) sí hubo presiones hacia sus superiores religiosos para que interviniesen sobre sus súbditos. Incluso se perciben ciertas amenazas veladas sobre los superiores de las órdenes y congregaciones.

Por fortuna, esos tiempos de “caza de brujas” parecen haber terminado en la Iglesia Universal. Aunque en estos últimos años ha crecido el conservadurismo teológico y la intervención sobre algunos teólogos, han sido más bien casos aislados (Leonardo Boff, Jacques Dupuis..).

Pero aún así, aún nos late la sospecha de que determinadas intervenciones de la Conferencia Episcopal española (a través de la Comisión para la Doctrina de la fe) parecen haber mimetizado determinados “tics” autoritarios e inquisitoriales de otros tiempos. Sobre todo, con la llegada a la Secretaría de la Conferencia Episcopal de Monseñor Martínez Camino, las amenazas de excomunión, los exabruptos autoritarios, las acciones contra teólogos (Pagola, Masiá, Castillo, Marciano Vidal) parecen haber resucitado en España intervenciones de otros tiempos. Estas intervenciones (con ocasión del debate de leyes democráticas en un país no confesional) suscitan hoy el escándalo en muchos creyentes y el sarcasmo entre las filas de los agnósticos.

La experiencia de estos seis casos estudiados no reafirman en la convicción de que así como la institución religiosa pone su fuerza en la defensa de determinadas ortodoxias, del mismo modo debería invertir sus energías e influencias en trabajar por la justicia global, la defensa de los débiles, abrir ventanas a los aires nuevos que la cultura secular aporta a la humanización del planeta.

La obsesión por la ortodoxia, por una determinada ortodoxia que no se discute, la incapacidad para dialogar con unos problemas nuevos son hoy un grave impedimento para que la Iglesia como ámbito de solidaridad, sepa comprender y no imponer, dialogar y no anatematizar, tender la mano y no guillotinar los intentos de muchos creyentes de vivir en la frontera.

Terminamos con una frase del padre Pedro Arrupe: “Lo que más me asusta es que queramos dar respuestas de ayer a problemas del mañana”.

martes, 6 de abril de 2010

Tiamat y el Origen de la Tierra


Según la Ciencia Moderna, el Sol apareció hace unos 4.700 millones de años, mientras que la Tierra comenzó a formarse 50 millones de años después. Es decir, hace unos 4.650 millones de años.

Sin embargo, según Zecharia Sitchin, uno de los pocos capaces de leer y entender las antiguas Tablillas Mesopotámicas, aquella no era la Tierra todavía...

Según su interpretación del Enuma Elish, el más antiguo escrito sobre el origen del mundo, en el principio sólo estaba el Apsu, es decir, el Sol. Antes que la Tierra, antes que todos los demás Planetas, se formó Tiamat, un Planeta acuoso.

El segundo planeta en formarse sería el pequeño Mercurio, que pasó a ocupar la primera órbita.



El espacio entre el Sol y Tiamat estaba cubierto con los elementos primordiales de ambos astros. Estos elementos se entremezclaron, dando origen a dos nuevos Planetas: Venus y Marte, que pasaron a ocupar la segunda y tercera órbitas respectivamente, y dejando a Tiamat en el cuarto lugar.



Antes de que la formación de estos se completara, comenzaron a formarse los Planetas Mayores: los gigantescos Júpiter y Saturno, que ocuparon las órbitas quinta y sexta.

Saturno, «Hijo» del Sol y Tiamat, «engendró» a su vez a Urano, que ocupó la séptima órbita. Y Urano «engendró» a Neptuno, que ocupó la octava órbita.

Después de esto, algunos planetas comenzaron a «forjar» satélites. Entre los satélites de Saturno se contaba Gaga: el actual Plutón.



En aquellos inicios del Sistema Solar, las órbitas planetarias no estaban del todo establecidas, y los Planetas hacían movimientos erráticos.

Este es el escenario que encontró el Planeta Marduk o Nibiru (nombres babilónico y sumerio, respectivamente) a su llegada a nuestro Sistema Solar, hace 3.900 millones de años...

Los científicos han determinado que un importante evento cataclísmico sacudió a la Tierra, la Luna, y el Sistema Solar en general hace 3.900 millones de años, pero no se ha podido determinar qué fue lo que ocurrió realmente.

Según Sitchin, las Tablillas Mesopotámicas nos dan la respuesta...


LA LLEGADA DE NIBIRU

Nibiru venía desde lo profundo del Espacio: hijo de otro Sol, tal vez más antiguo, se había separado de su familia planetaria «en un arrebato». Atraído por Neptuno, ingresó a nuestro Sistema Solar.

Nibiru era también un Planeta recién nacido, que escupía fuego y radiaciones. Pero traía consigo algo nuevo para este Sistema Solar: la «Semilla de Vida».

¿De qué Estrella se habrá escapado Nibiru? Entre las Estrellas más cercanas a nuestro Sistema Solar se encuentran el Sistema Triple de Alfa Centauro (4,3 Años-Luz), la Estrella Barnard (5,9 AL), y el Sistema Triple de Sirio (8,5 AL).

Nibiru pudo provenir de cualquiera de estas conocidas estrellas, o de cualquiera de las muchas Estrellas cercanas no tan conocidas, que existen. O incluso, de la hipotética Estrella Némesis, una Enana Marrón que conformaría un Sistema Estelar Binario con nuestro Sol.

Como quiera que haya sido, Nibiru entró moviéndose en el sentido de las manecillas del reloj, en dirección contraria a la de los Planetas del Sistema Solar, levantando emisiones eléctricas y de otros tipos entre ellos.

A medida que Nibiru se acercaba, los Planetas lanzaban sobre él impresionantes relámpagos, haciéndolo brillar con fuerza.

Al pasar cerca de Neptuno, el tirón gravitacional de éste provocó una protuberancia en un costado de Nibiru, y modificó su sendero orbital, orientándolo más al interior del Sistema Solar.

Al pasar por Urano, algunos trozos de materia se desprendieron de éste, originando 4 satélites, que se arremolinaron como un torbellino alrededor de Nibiru. De ahí que estos satélites reciban en el Mito Sumerio y Babilónico el nombre de «Vientos»: Viento Norte, Viento Sur, Viento Este y Viento Oeste.

La aproximación de Nibiru pronto comenzó a alterar a los Planetas Interiores: Tiamat, Marte, Venus y Mercurio.

De Tiamat se desprendieron 11 trozos de materia, una horda «rugiente y furiosa» que pasaron a convertirse en sus satélites, siendo Kingu el mayor de ellos.

Al pasar por Saturno, Nibiru expulsó a su satélite Gaga a los confines del Sistema Solar, ocasionándole una extraña órbita elíptica. Gaga o Plutón pasó, entonces, a convertirse en el noveno planeta del Sistema Solar.

Además de esto, Nibiru le arrebató otros tres satélites («Viento del Mal», «Torbellino» y «Viento Incomparable»), que quedaron girando a su alrededor, junto a los cuatro anteriores. Desde entonces, Nibiru posee 7 satélites naturales.

Mientras pasaba por los Planetas Mayores Saturno y Júpiter, e influido por el gran tirón gravitacional de estos planetas, el sendero orbital de Nibiru se curvó aún más hacia dentro del Sistema Solar, poniéndolo en ruta de colisión contra Tiamat.



Debido a las influencias gravitacionales de los demás Planetas, el curso de Nibiru se hizo errático, y hasta sus satélites comenzaron a virar fuera de curso, mientras se acercaba a Tiamat. Pero la suerte ya estaba echada.

Al pasar junto a Tiamat, ambos planetas se engancharon gravitacionalmente, y «Viento del Mal», fue el primero en golpear a Tiamat por la mitad, atravesándola, y dejando tras de sí una amplia hendidura.



A través de esta fisura, una inmensa descarga eléctrica saltó como una chispa desde el energéticamente cargado Nibiru. Haciéndose camino hasta las «entrañas» de Tiamat, este rayo neutralizó y extinguió sus campos electromagnéticos.

En el titánico encuentro, todos los satélites de Tiamat, salvo Kingu, quedaron destrozados, pasando a convertirse en los actuales Cometas del Sistema Solar. Arrastrados por la gravedad de Nibiru, terminaron con extensas órbitas elipsoidales en sentido «retrógrado», es decir, contrario al movimiento de los demás Planetas.

Tras esto, Nibiru prosiguió su viaje, dando la vuelta en torno al Sol, para encontrarse nuevamente con Júpiter, Saturno y los demás Planetas Exteriores, hasta salir del Sistema Solar.


EL SEGUNDO ENCUENTRO


Pero el Sol ya había atrapado a Nibiru en su campo gravitatorio, y al cabo de un tiempo, éste volvió al Sistema Solar, siguiendo la misma trayectoria.

En esta ocasión, también se produjeron descargas eléctricas de los demás Planetas. Al pasar por Tiamat, Nibiru lo golpeó, partiéndolo en dos, y separando, de este modo, el Hemisferio Norte del Hemisferio Sur del Planeta.

Después, otro de los satélites de Nibiru («Viento Norte»), golpeó al Hemisferio Norte, empujándolo hacia el Sol, junto a Kingu, el satélite sobreviviente. Las chorreantes aguas de lo que quedaba de Tiamat, se desparramaron por el Espacio en el proceso.



Acto seguido, Nibiru golpeó el Hemisferio Sur de Tiamat, convirtiéndolo en miles de pedazos, que se esparcieron en una banda que hoy conocemos como el Cinturón de Asteroides, que hasta hoy se mueve en el mismo sentido retrógrado que Nibiru y los Cometas del Sistema Solar.

En las Tablillas Mesopotámicas se conoce al Cinturón de Asteroides como «El Brazalete Celestial», «El Brazalete Repujado», «El Firmamento», o «Cinturón de Aguas Congeladas». Desde entonces, este Brazalete o Cinturón separa a los llamados Planetas Interiores de los Exteriores.


No obstante, algo bueno saldría de todo este descalabro cósmico: al golpear a Tiamat, Nibiru le había transmitido la «Semilla de Vida».

El Hemisferio Norte de Tiamat, que aún sobrevivía, se acomodó en una nueva órbita, entre Venus y Marte y, lentamente, fue tomando forma y recuperándose, hasta llegar a convertirse en la Tierra actual.

El lugar donde impactó Viento Norte, empujando al Hemisferio Norte de Tiamat, es lo que conocemos hoy como la cuenca del Océano Pacífico.

En cuanto al fiel satélite Kingu, continuó girando alrededor de lo que quedaba de la antigua Tiamat, siendo conocido hoy como la Luna terrestre.

Tras este período de caos, las órbitas de todos los Planetas comenzaron a estabilizarse. La órbita terrestre quedó fijada en el período de tiempo, que conocemos como AÑO, mientras que la órbita nibiruana quedó fijada en un SHAR, que corresponde a 3.600 años terrestres.


Desde entonces, han transcurrido unos 3.900 millones de años en la Tierra, y más de un millón de Shars en Nibiru.

En la Tierra, emergieron las tierras de las aguas, los rayos solares calentaron y activaron las Moléculas de la Vida depositadas por Nibiru y, en un proceso de miles de millones de años, comenzó a desarrollarse, evolucionar y diversificarse la vida.

Lo mismo ocurrió en Nibiru, pero como allá la «Semilla de Vida» era más antigua, la Vida Inteligente surgió mucho antes que en la Tierra.

FUENTES:
http://www.bibliotecapleyades.net/sitchin/planeta12/12planet_index.htm
http://www.bibliotecapleyades.net/sitchin/libroenki/libroenki.htm

Los vientos de cambio están a punto de soplar con más fuerza sobre Urantia.


¿Están listos para esto?

¿Están preparados en mente y cuerpo para lo que va a venir?
Nunca antes llegó sobre vuestro mundo en tal magnitud este nivel de
desarrollo espiritual, y sin embargo esto es algo que mis hijos han
deseado a través de las eras. Ahora el momento está sobre ustedes, y
mi mensaje hoy es prepararles más para que se encuentren en
condiciones de promulgar los más grandes actos de servicio cariñoso
para sus hermanos y hermanas, quienes tendrán la llegada de un momento
muy difícil, en términos de lo que va a venir.

Ustedes han escuchado estos mensajes antes. Les han dicho que los
cambios venideros desterrarán las viejas costumbres que formaban parte
del legado luciferino de destrucción y muerte. Se les ha animado a
buscar vuestra fuente divina del Padre interno para ayudarles a
aprender que lo que está dentro donde ustedes tiene la mayor parte del
control de su Ser y en Ello se hallan todos los recursos para vivir
con éxito.

Ahora ustedes van a tener más oportunidades de compartir lo que han
aprendido, y de demostrar verdaderamente lo bien que han dominado
estas lecciones que se les ha dado en el transcurso de muchos años de
estudio. Es hora de ir a los campos y trabajar para mí y conmigo,
porque ustedes no van solos. Les acompaño y les envío mi Amor dentro
de ustedes para que lo irradien a sus hermanos, para alimentarles con
lo que ellos necesitan para dar sentido a los próximos cambios.
Ustedes deben preparar su Ser ahora para que se encuentren en posición
de permitirme que vaya hacia adelante desde vuestro corazón.

No basta con entender sólo este mensaje. Es imprescindible que ahora
ustedes se vuelvan y sean quienes son y lo que son: hijos e hijas
divinos del Creador vivo con quien ustedes comparten rasgos
personales. Dentro de Mí, ustedes pueden alimentar a todos de esas
cualidades de nobleza de carácter que son tan encantadoras y
atractivas para vuestros hermanos: así que les pregunto:



¿Están listos?

¿Viven como necesitan?

¿Demuestran tolerancia en sus pensamientos y acciones hacia sus hermanos y hermanas?

¿Los aprecian a ellos, a pesar de sus diferencias?

¿No son ustedes críticos con sus acciones y el modo de seguir con su vida?

¿Tienen paciencia al tratar con sus defectos?

El proceso creador está situado en el borde del caos


La creatividad es una característica básica de los sistemas complejos

El proceso creador está situado en el “borde del caos”. Emerge a partir de la “contradicción interna” entre elementos que se encuentran simultáneamente tanto en cooperación como en competencia. Un ejemplo lo constituye la evolución biológica, en donde hubo un proceso de innovación evolutiva seguida de otro proceso de extinción masiva. Otro ejemplo involucra la innovación tecnológica de las sociedades industriales: al principio, surgen algunos diseños diferentes (de bicicletas, automóviles, teléfonos celulares, computadoras), todos igualmente viables y –transcurrido un cierto tiempo– se produce una sobreabundancia de formas, sobreviven unas pocas de ellas y la innovación se focaliza en los relativamente pocos diseños que quedan. Ambos procesos son eminentemente creativos…

Por el momento, no existe una definición precisa y absolutamente aceptada de lo que es un sistema complejo, sino que existen muchas propuestas alternativas. Esto se debe, probablemente, a que cubren toda la jerarquía de sistemas, desde los sistemas subatómicos hasta los sistemas sociales. No obstante eso, pueden darse algunas descripciones comunes...

En primer término, está compuesto por una gran cantidad de elementos (muchas veces más o menos parecidos, pero no siempre), generalmente estructurados de forma irregular. Por ejemplo, el número de células en un determinado organismo, o la cantidad de personas en una cierta sociedad, pero no una montaña de arena o un cristal de cuarzo.

En segundo lugar, cada elemento interacciona con sus vecinos de manera recíproca, interactiva y habitualmente no-lineal (ya que se crean lazos de realimentación, muchas veces incluso múltiples), y en distintas escalas espaciales y temporales, con lo cual se origina un comportamiento colectivo “emergente” que no puede explicarse a partir de dichos elementos tomados de forma aislada. Así, un gas se caracteriza por la presión y la temperatura, propiedades que sus elementos componentes (las moléculas) no poseen. Pero la interacción no es ordenada ni al azar; es decir, cada elemento no interacciona sólo con sus vecinos inmediatos (como en un cristal) ni con cualquier otro (como en un gas)... lo hace más bien con un pequeño número de vecinos (en algunos casos cercanos y en otros casos lejanos), formando redes.

Por último, es muy difícil predecir la dinámica futura de su desarrollo; o sea, es imposible –en la práctica- vaticinar lo que ocurrirá más allá de un cierto horizonte temporal (por cierto, relativamente corto). Es que su comportamiento colectivo puede modificarse drásticamente (con cambios, aceleraciones, ralentizaciones, oscilaciones, etc.) como consecuencia de su elevada sensibilidad a las condiciones iniciales. De allí que el análisis reduccionista se torna poco eficaz.

Procesos, que no productos

Los sistemas complejos existen como procesos y no como productos; no están terminados o definidos, no están “cristalizados”, sino que se caracterizan por un continuo desarrollo, en un perpetuo “estar haciéndose”. Se mantienen en un delicado equilibrio –dentro de ciertos límites– gracias a sus subsistemas de regulación y de control. Pero su comportamiento puede verse modificado –de forma imprevisible– por cualquier variación entre sus elementos componentes o entre sus relaciones.

Así, el desarrollo de esta clase de sistemas se caracteriza por la “intermitencia” (o fluctuación), aquella danza creadora en la que el orden y el desorden se alternan de manera cíclica para contribuir a la organización del sistema. Por eso, estos sistemas nunca llegan a un óptimo global, al estado de mínima energía. En general, se transforman progresivamente hasta que llegan al límite de su desarrollo potencial. En ese instante, sufren un desequilibrio, un desorden, una especie de ruptura que induce una fragmentación del orden pre-existente. Pero, después, comienzan a surgir regularidades que organizan al sistema de acuerdo con nuevas leyes, produciendo otra clase de desarrollo (ver La Auto-organización) [Moriello, 2003].

Las Luchas Internas

La antigua doctrina china de los complementos indica que todo contiene su opuesto. Así, cada cosa contiene a la vez la cosa misma y su opuesto; es una unidad de contrarios [Politzer, 2008, p. 174]. Como una vez aseveró el filósofo griego Heráclito, “lo vivo y lo muerto, lo joven y lo anciano coexisten en uno mismo; lo primero se transforma en lo segundo y lo segundo en lo primero”.

Es que, en el interior de cada sistema –y de forma permanente– se libra una “lucha” entre fuerzas diferentes y opuestas. Las fuerzas dinámicas de estabilidad y orden “tratan de generar” las condiciones de equilibrio y de organización. Las fuerzas dinámicas de inestabilidad y desorden, en cambio, “tratan de generar” condiciones de desequilibrio y de desorganización.

Es decir, existen antagonismos internos que dan origen al comportamiento global de dicho sistema. Sus elementos se encuentran tanto en convergencia (cooperación) como en divergencia (competencia), por lo que existe una especie de “contradicción interna”, un “desacuerdo consigo mismo”. Y es esta contradicción interna la que posibilita que las cosas cambien, se transformen y evolucionen, ya que el cambio se constituye como la solución de ese conflicto... [Politzer, 2008, p. 172 y 174]. En definitiva, dan origen al proceso creador.

Las contradicciones internas generan cambios que producen un reajuste, el cual se opone a dichas contradicciones. Pero esos mismos cambios son el origen de nuevas contradicciones, las cuales, a su vez, inducen nuevos cambios, y así siguiendo. No obstante, estos sucesivos cambios muestran una dirección definida, un “movimiento”, un cierto proceso auto-organizador; en otras palabras: representan un proceso dialéctico de desarrollo [Lange, 1975, p. 7]. Y, algunas veces, estas contradicciones terminan destruyendo el sistema existente y dando origen a la creación de un sistema nuevo con características muy diferentes a las de su predecesor [Politzer, 2008, p. 204].

La Auto-organización

La variación y el cambio son etapas inevitables e ineludibles por las cuales debe transitar todo sistema complejo para desarrollarse. Responden a una ley muy general: transformación no-lineal, con discontinuidades en su estructura funcional, a través de sucesivas reorganizaciones [García, 2006, p. 75/6]. Es que el orden y el desorden, la desorganización y la reorganización, se necesitan el uno al otro, son interdependientes y constituyen la potencialidad creadora. Aunque antagónicos son, al mismo tiempo, conceptos concurrentes y complementarios, aspectos constitutivos de la realidad.

En ciertos casos, un poco de desorden posibilita un orden diferente y, a veces, más rico. Así, por ejemplo, un organismo puede seguir viviendo –a lo largo de los años– a pesar de la continua renovación de sus células; una organización se perpetúa –durante décadas– aunque haya un periódico recambio de sus miembros; o una ciudad puede seguir existiendo –a lo largo de los siglos– a pesar de la constante renovación de sus elementos (personas, casas, edificios, plazas, calles, cines, etc.) [Moriello, 2004].

La capacidad de auto-organización se erige como parte esencial de cualquier sistema complejo. Es la forma como surge espontáneamente un orden en el sistema a partir de la interacción de sus elementos, el cual le permite modificarse y acoplarse cada vez más estrechamente con el entorno que lo rodea y contiene [Moriello, 2004]. Para alcanzar ese estado, son claves los procesos de realimentación, que posibilitan transmitir los cambios por todo el sistema con mucha fluidez.

En los fenómenos de auto-organización es fundamental la idea de estructuración –disipativa y espontánea– sobre la base de niveles. Las interrelaciones entre los elementos de un nivel originan nuevos tipos de elementos en otro nivel, los cuales se comportan habitualmente de una manera muy diferente (con una dinámica propia) [Resnick, 2001, p. 199]. Por ejemplo, de las moléculas a las macromoléculas, de las macromoléculas a las células y de las células a los tejidos. De este modo, el sistema auto-organizado se va construyendo paulatinamente como resultado de un orden incremental espacio-temporal que se crea en diferentes niveles, por estratos, uno por encima del otro y guiado por sus propias metas.

El Borde del Caos

Todo sistema lo bastante complejo –sea un organismo, una mente, una organización, una sociedad o un ecosistema– evoluciona de forma natural hacia y se mantiene dentro del estrecho dominio de “inestabilidad limitada”, oscilando periódicamente entre el orden inmutable y el desorden total, entre la constancia rígida y la turbulencia anárquica [Goodwin, 1998, p. 222]. Se trata de una condición especial, con suficiente orden (estabilidad) como para poder almacenar información-organización y desarrollar procesos, pero con una cierta dosis de desorden (inestabilidad) como para transmitir información-organización y ser capaz de adaptarse a situaciones novedosas.

Este difuso dominio transicional entre el orden y el caos es lo que se conoce como el “borde del caos” o el “estado crítico”. Es en esta delgada franja en donde los principales elementos del sistema encuentran el número adecuado de conexiones y mantienen una óptima comunicación, de forma tal que son máximas las capacidades potenciales de cambio y creación. En efecto, si bien muchas perturbaciones ejercen una pequeña influencia sobre el sistema, algunas pocas pueden generar cascadas de cambios (fenómenos de avalancha o de catástrofe). Es aquí donde se ubican los fenómenos emergentes propios de los sistemas vivientes, organizacionales y sociales [Moriello, 2004].

El comportamiento emergente será tanto más impredecible cuanto más complejo sea el sistema. Puede observarse, por ejemplo, en las hormigas (así como también en otros insectos sociales, como las termitas y las abejas) [Goodwin, 1998, p. 92/5 y 230/3]. Tomadas de manera individual no son para nada inteligentes. No obstante, al juntarse un suficiente número de ellas se observará una actividad colectiva de lo más interesante e inesperada. Cuando la densidad de hormigas es baja, la colonia se comporta de modo caótico, ya que hay escasos individuos y pocos encuentros entre ellas.

Pero, a medida que la densidad se incrementa, los encuentros se multiplican de manera exponencial y los patrones de actividad comienzan a distribuirse de manera más uniforme. Cuando la densidad alcanza un determinado valor umbral –súbitamente– estos patrones rítmicos se propagan y afectan a toda la colonia. En este punto, el caos vira a orden y el sistema se comporta de un modo colectivo no predecible a partir del comportamiento de sus elementos individuales. Podría concluirse, entonces, que las colonias regulan su propia densidad generando un orden emergente –un comportamiento global coherente– que las abarca totalmente y que las sitúa, de manera dinámica, en el borde del caos.

El Proceso Evolutivo

El proceso evolutivo hace referencia a la dinámica de transformación que experimenta un sistema complejo durante su desarrollo temporal. No es continuo y gradual, sino que se verifica a través de una sucesión de desequilibrios y reorganizaciones [García, 2000, p. 77], exhibiendo toda la creatividad de la que hace gala la Naturaleza. Aunque desordenado e impredecible, es un proceso cibernético, ya que parece revalidar constantemente sus modelos y autocorregirse por supresión de errores. Y se verifica en muchos tipos de sistemas (biológicos, psicológicos, sociológicos, tecnológicos, etc.).

El patrón de desarrollo viable que permite la evolución creativa de un sistema desde la relativa simplicidad hasta la relativa complejidad se puede concebir como el resultado de un proceso dialéctico de diferenciación (de estructuras) e integración (de funciones) [Heylighen, 2008]. La diferenciación produce variedad, división del trabajo y desorden; mientras que la integración produce constricción, incremento en el número o en la intensidad de las conexiones y orden.

Ambos procesos producen una jerarquía de metasistemas anidados que tienden a auto-reforzarse [Heylighen, 1988]. Cada nuevo nivel trasciende al anterior, así como lo incluye. O sea, cada nuevo nivel va más allá del anterior (en cierto sentido lo supera) y, a la vez, lo incluye en su propia organización. En este sentido, resulta bastante evidente cómo la sociedad “es más” que el individuo, pero que igualmente lo incluye en su conformación.

Un ejemplo lo constituye la evolución biológica, en donde hubo un proceso de innovación evolutiva seguida de otro proceso de extinción masiva. Otro ejemplo involucra la innovación tecnológica de las sociedades industriales: al principio, surgen algunos diseños diferentes (de bicicletas, automóviles, teléfonos celulares, computadoras), todos igualmente viables y –transcurrido un cierto tiempo– se produce una sobreabundancia de formas, sobreviven unas pocas de ellas y la innovación se focaliza en los relativamente pocos diseños que quedan [Lewin, 2002, p. 90]. Ambos procesos son eminentemente creativos…