miércoles, 19 de mayo de 2010

La Conciencia Cuántica y las Dimensiones



Existen siete dimensiones perceptuales que se corresponden a la octava dimensional donde se encuentra la Tierra en estos momentos.

Las dimensiones son los diferentes estados de la existencia que experimentamos durante el camino hacia el Ser Único. Es decir son los pasos evolutivos que el Ser decidió experimentar para regresar a la fuente divina. Todos los niveles dimensionales se encuentran en el aquí y el ahora, la diferencia es la longitud de su onda o frecuencia. Las dimensiones son frecuencias dentro de la cual vibramos, también podríamos decir que son niveles de conciencia, son algo parecido a las bandas de radio con sus frecuencias y estaciones. Existen siete dimensiones perceptuales que se corresponden a la octava dimensional donde se encuentra la Tierra en estos momentos. Igualmente existen otras dimensiones que se corresponden a otras octavas vibratorias que se encuentran actualmente fuera de nuestra comprensión humana. Cada dimensión está regida por un conjunto de leyes y principios específicos para funcionar en sintonía con la frecuencia de esa dimensión.

Cambiar de dimensión significa expandir nuestra conciencia, es famosa la historia del personaje animado que vivía en un papel y cuyo mundo era totalmente bidimensional o plano, asi su cerebro había aprendido que asi era su realidad formada por puntos y líneas sobre un inmenso plano blanco. Era Inconcebible para el pensar en objetos con volumen o tridimensionales. Asi es para nosotros un imposible desde nuestras creencias, pensar el realidades que no sean la conocida, ya que nuestro cerebro esta entrenado a percibir de una manera determinada. Entonces, cambiar de dimensión es expander nuestra forma de percibir la realidad, de ver las cosas. Ahora nos encontramos pasando a una realidad mas energetica, que se parece mas al mundo de los sueños y la imaginación.

La Primera dimensión es la encargada de convertir a la energía en materia, es la frecuencia basica de los átomos y las moléculas, por lo tanto es la dimension del microcosmos, es la frecuencia vibratoria de activacion del ADN . Se puede decir que maneja un nivel de consciencia elemental referido al cumplimiento de funciones, o sea una consciencia puntual, sabe como dirigirse de un punto a otro. Los minerales y el agua vibran en esta frecuencia, los minerales son el aspecto cristalino de la misma, el agua el aspecto liquido de la misma. Se encuentra en los fluidos y las corrientes electricas del cuerpo humano, activa el código génetico e impulsa energéticamente el sistema celular. Si tomaramos como metafora al ser humano para describir las dimensiones, podriamos decir que la primera dimensión la experimentamos en la etapa prefetal, donde somos un conjunto de potencialidades con un programa de division celular y mantenimiento de funciones. Todas las dimensiones funcionan a todas las escalas y las de esta octava son las mismas en todo el universo.

La Segunda dimensión es la frecuencia donde existen la mayoría de los animales y las plantas. Es tambien física e impulsa la identidad biológica. Es la vibración que mantiene la unión entre las especies, lo que se ha llamado el inconciente colectivo de las especies, es decir es la forma como se reconocen los animales de una misma especie para cumplir con sus funciones reproductoras. No posee diferenciación individual, ni autoreconocimiento. En este nivel de conciencia no hay referencia temporal espacial. La conciencia es lineal o bidimensional. A nivel geométrico se corresponde con las formas planas como el círculo, el cuadrado etc. Es la responsable de la variedad biológica y de todas las energías que se encargan de propiciarla como las fuerzas elementales de la naturaleza. Podemos tomar como ejemplo las bandadas de pájaros que actúan cordinandamente como un todo, o los cardúmenes de sardinas, ambos han sido objeto de estudio y se ha comprobado que actúan como un cuerpo conciente donde cada uno de los miembros mantiene una distancia matemática entre ellos y que solamente rompen la formación cuando son atacados. Siguiendo la metáfora del ser humano, la segunda dimensión se podría compara con la etapa fetal, flotamos siendo uno con el entorno, en un estado no egóico, sin referencia temporal/espacial.

La Tercera dimensión es donde existimos los seres humanos, también es física y el tipo de conciencia de esta vibración es volumétrica o tridimensional, a nivel geométrico se perciben formas como el cubo y la esfera y los sólidos platónicos. Hay una percepción lineal del tiempo y el espacio, con la capacidad de recordar el pasado y proyectar el futuro estando en el presente. Se basa en la polaridad y la ilusión de separación, en el desarrollo de la identidad individual y la perdida del sentido grupal. Esta es la frecuencia donde nos hacemos conscientes de nosotros mismos, desarrollamos el ego y creemos que estamos separados del todo. Es en esta dimensión donde nos percibimos más separados del todo que en ninguna otra, por lo tanto es aquí donde al Ser Único se le presentan mas retos de integración y crecimiento. En el ser humano comienza a partir del segundo año de vida, cuando el niño empieza a diferenciarse del entorno como individuo, a expresar sus deseos, a formar su ego. Es una etapa de aprendizaje muy importante, donde comienza la fragmentación. En tercera dimensión experimentamos un proceso de división del Ser que produce lo que llamamos personalidad. Es parte del trabajo de evolución el recoger y juntar todas las partes.

La Cuarta dimensión es la frecuencia donde regresamos a la conciencia de integración grupal, sin pérdida de la individualidad. Esta frecuencia ha sido llamada zona arquetipal o inconsciente colectivo, es el lugar donde residen los sentimientos, las emociones y los sueños. En esta dimensión percibimos el tiempo en oleadas cíclicas o en forma de espiral. Existe en un campo cuántico donde se presentan simultáneamente todas las alternativas y posibilidades. Es la frecuencia de la sincronicidad, la empatía y la telepatía. Es la ultima dimensión donde experimentamos con el cuerpo físico como vehículo de aprendizaje. En esta frecuencia percibimos la multidimensionalidad y nos damos cuenta de nuestra responsabilidad, al hacemos consciente que cada una de nuestras acciones afecta el todo.

En estos momentos nos encontramos despertando a la conciencia de cuarta dimensión y la sentimos sobrepuesta sobre la tercera, por eso a nivel humano estamos pasando por la necesidad de compartir con grupos, revisar nuestras relaciones, buscar sanación y crecimiento con terapias. También es la causa del desmoronamiento de estructuras físicas, económicas y políticas por mucho tiempo establecidas, que ya no se corresponden con esta nueva vibración. Y cada vez vamos a ver más cambios a todos los niveles de aquello que no se corresponda con la nueva energía.

El cambio dimensional es a todas las escalas, no solo lo estamos experimentando los seres humanos sino también la Madre Tierra y a una escala mayor toda la galaxia. El cambio dimensional no sucede de un día para otro sino por capas paulatinas de conciencia. Una vez que estemos alertas en la cuarta dimensión se abrirán suavemente las puertas a quinta y sexta. Aceptar la conciencia de cuarta dimensión es lo que se ha llamado el salto cuántico y es el paso más difícil del cambio dimensional ya que este implica un profundo cambio de creencias. La cuarta dimensión es el portal hacia la conciencia Crística. La conciencia Crística es aquella conciencia colectiva que se reconoce a si misma como Unidad.

La quinta dimensión es la frecuencia de la sabiduría y es totalmente pura energía. Es donde se encuentran los Maestros Ascendidos y los espíritus guías. En quinta experimentamos el fundirnos con el grupo de almas al cual pertenecemos vibracionalmente y al Ser superior o Multidimensional. Es la dimensión donde recordamos quienes somos y despertando nuestra sabiduría interna. Es en esta dimensión donde se experimenta la conciencia grupal que forma un solo Ser de mayores dimensiones. Es una frecuencia energética, no física. El tiempo es un continuo, solo existe el ahora eterno. Muchos de los seres que están en esa dimensión al contactarse con su sabiduría, escogen ser los guías espirituales de los que estamos en la dimensión física, como parte de su servicio en el proceso de evolución. Muchos de los seres canalizados hoy en día que se presentan como una conciencia de grupo están en quinta dimensión, así mismo cuando hacemos contacto con nuestro Yo Superior estamos viviendo una experiencia de quinta. Como es una dimensión de luz percibimos holográficamente y en formas lumínicas de una gran intensidad, muchas veces geométricas.

La diferencia entre quinta y sexta así como entre sexta y séptima no es tan evidente como la de cuarta y tercera, a partir de quinta las dimensiones se encuentran solapadas o fundidas y sus fronteras son difusas, esto es debido a que estamos hablando de energía y no de materia.

La sexta dimensión es la frecuencia que se ha llamado Crística o Búdica, porque es allí donde se llega el estado de remembranza total, donde se toma responsabilidad por el todo y se es el todo. Es un estado de conciencia compasiva, la famosa iluminación. Es el regreso a casa, al Ser Único. En sexta el proceso de evolución del Ser y el Todo se experimentan como Uno, es el lugar de la conciencia ilimitada y unificada. Esta frecuencia se manifiesta como individual y colectiva simultáneamente. La sexta dimensión es la creadora de las matrices morfogénicas que se manifiestan en otras dimensiones como tercera, segunda y primera. Estas matrices son las formas geométricas y las redes que llamamos geometría sagrada, son los patrones geométricos de luz creadores de vida y responsables de su materialización.

La séptima dimensión es la frecuencia de la integración total, ya no quedan partes dispersas, la conciencia se experimenta multidimensionalmente, es decir se tiene conocimiento de las partes que alguna vez estuvieron desmembradas en el pasado con una nueva perspectiva de integración. Allí se encuentran los seres que están y son puro amor. Es una dimensión energética donde no existe la forma. Es la dimensión del reino angélico y las conciencias de luz pura.



El tiempo se ha estado acelerando y continuará haciéndolo en la medida en que nos aproximemos al momento crítico del cambio dimensional. La llamada resonancia Schumann, o pulso de la Tierra, antes era una constante de 7.8 hertzios, ahora ha subido a 12, y tendrá todavía que elevarse a 13 hertzios. Cuando alcance ese punto, llegará el umbral donde nos estabilizaremos en una octava superior de frecuencia, y se iniciará para nosotros otra etapa de la creación, en una realidad diferente.

Créelo, o no, ahora vives la transición, entre el tiempo lineal que bien conoces, y el infinito del eterno “ahora”.

¿Qué nos ocurre físicamente, cuando se elevan las frecuencias de luz que recibimos? Igual que en los experimentos de Jenny, un ser vivo recibe esta energía como nueva información, que molecularmente se codifica en el ADN y lo transforma. El primer paso del cambio es hacia el caos, porque el modelo anterior debe disolverse, antes de que se pueda manifestar lo nuevo. En el siguiente paso los patrones se reorganizan en un orden más complejo, produciendo organismos más perfectos.
Si tú eres de aquellos preocupados porque tu energía opera con muchos altibajos, a veces precipitándote en un estado de intensa fatiga; y además oscilas emocionalmente entre la depresión y la euforia. ¡No, no eres un psicópata bipolar! Simplemente todo tu cuerpo está tratando de afinarse a las nuevas frecuencias de luz. Igual que cuando vas a captar una emisora de radio, tienes que mover hacia adelante y hacia atrás la sintonía hasta captar el punto exacto, así, ahora, oscilas de un estado a otro, hasta lograr un equilibrio. Ese mismo proceso, físico y emocional, vuelve y fluctúa cada vez que la frecuencia del planeta se eleva un grado más.
Muchas personas, jóvenes y viejas, están presentando fallas de memoria. Esto se debe a la caída acelerada del campo magnético de la Tierra, que produce ese efecto, porque el magnetismo es como el adherente que atrapa los recuerdos. Para poder asimilar lo nuevo, el disco duro de nuestro computador interno necesita ser apagado y luego encendido nuevamente. El nacimiento del hombre nuevo se dará en el momento en que el campo magnético de la Tierra alcance el punto 0. Solo en esa circunstancia se hace posible completar la re-configuración de todos nuestros patrones genéticos, y hacerlos aptos para la vida en una dimensión más elevada.
La remodelación del ADN produce oleadas de fatiga y dolor. Hay un período agudo, cuando las frecuencias más altas impactan nuestro cuerpo, seguido de un tiempo más suave de asimilación. Durante el ciclo agudo hay necesidad de dormir y descansar más. Hay que advertir que todos estos síntomas son temporales, durarán mientras la Tierra completa su trabajo de parto, y con ella pasaremos por un nuevo nacimiento a la quinta dimensión.



Si por ahora no puedes concentrarte en nada, comprende que tu cuerpo se está adaptando a los cambios de la Tierra, y tu cerebro y tu sistema nervioso están en reconstrucción. Es posible que los dolores del cuerpo se hayan intensificado especialmente del lado derecho, y sientas una punzada permanente en la base del cráneo, y en las caderas. Tal vez, sin causas médicas exista molestia en las rodillas, las piernas y las articulaciones, y un calor interno recorra tu cuerpo produciendo vibración y una sensación quemante. Si tu corazón a veces acelera sus latidos sin razón. Felicitaciones, eso significa que ya estás activando tu cuerpo de Luz.La mejor forma de comprender este proceso es tomando en consideración que, a nivel molecular, el cuerpo físico contiene ondas de energía que responden de inmediato a la interacción con frecuencias más elevadas, adaptándonos a ellas haciendo cambios en nuestros patrones biológicos.

El proceso es simple. Las frecuencias elevadas, que están llegando a la Tierra, activan y aceleran la vibración de nuestras células, y ellas reaccionan irradiando calor hacia los espacios vacíos que las rodean. Esta implosión despierta algunos códigos dormidos del ADN, y expande la información nueva hacia los núcleos de otras células, las que también se activan. Así nuestro cuerpo es el escenario de una re-configuración en cadena, que resultará en una expansión de la conciencia, que es correspondiente con una forma material más sutil y más perfecta.

La consciencia es aquella posibilidad de comprender el sentido de la vida, según un determinado nivel de percepción, para los ciudadanos de la Tierra, la interpretación de la realidad ha estado hasta ahora firmemente anclada en la tercera dimensión, o capacidad de percibir solo una franja muy estrecha de la creación (el 10%), que fluctúa entre las frecuencias superior al infra-rojo y por debajo del ultra-violeta.
Por eso el cerebro del hombre, que funciona como una caja de resonancia, ha activado solo ese 10% de su capacidad; mientras duermen el 90% restante de sus posibilidades, porque corresponden a frecuencias de otras dimensiones de luz, que no estamos afinados todavía para experimentar.

Lo que define cuál ha de ser la matriz de consciencia de una unidad, llámese planeta, o ser humano, es la energía de luz que estamos capacitados para asimilar.
En la tercera dimensión percibimos esa energía como dos ondas con propiedades diferentes: electricidad y magnetismo. La porción eléctrica provee la información de los códigos de creación, y la magnética es el aspecto que los estabiliza. En esta forma las dos polaridades actúan coordinadamente para mantener ese nivel de realidad.
Las frecuencias de luz se producen como pulsaciones, y el ritmo de las mismas condiciona los ciclos.La Tierra, por ejemplo, es muy vulnerable a las emisiones electromagnéticas de las explosiones solares que recibe cada once años, cuando el sol completa un ciclo y pulsa.

También existen ciclos galácticos, y cuando uno de ellos termina, nuestro centro galáctico pulsa, disparando energías de frecuencias electro-magnéticas altísimas, que cambian las matrices de vida en toda la galaxia.
Estas frecuencias viajan como ondas, llevando paquetes de información nueva, que provocan un ordenamiento más complejo en todos los niveles, desde el solar y planetario, hasta el molecular, con el consiguiente salto quántico en la apertura de consciencia y la evolución de la vida.Si comprendemos esto, estaremos ubicándonos dentro de la situación planetaria que vivimos actualmente.

Sabemos que desde 1987 se ha incrementado en la Tierra el impacto de fotones de luz de altísima frecuencia, procedentes del centro galáctico.También hay ya confirmación científica de que, tal vez debido a este bombardeo de energía, algunas constantes planetarias, como el magnetismo y la frecuencia Schumann, (pulsación de la Tierra), han estado cambiando. De hecho estamos ya muy cerca de un acontecimiento espectacular, que el hombre no conoce: se calcula que, antes de finalizar el año 2012, el magnetismo haya alcanzado el punto cero, y la resonancia base de la Tierra, o frecuencia Schumann, haya subido de 7.8 a 13 Hz.

En el momento crítico en que esto suceda, tendremos la oportunidad de vivir un cambio dimensional que pondrá fin a nuestras limitaciones como seres humanos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Del Libro De Urantia-LAS RELIGIONES DEL MUNDO



DURANTE la estadía de Jesús, Gonod y Ganid en Alejandría, el joven pasó buena parte de su tiempo y gastó no poco dinero de la fortuna de su padre recopilando las enseñanzas de las religiones del mundo sobre Dios y sus relaciones con el hombre mortal. Ganid empleó más de tres veintenas de traductores eruditos en la redacción de este resumen de las doctrinas religiosas del mundo relativas a las deidades. Debe aclararse que en este escrito todas estas enseñanzas que describen el monoteísmo provenían en gran medida, directa o indirectamente, de la predicación de los misioneros de Maquiventa Melquisedek, quienes partieron de su sede en Salem para divulgar la doctrina de un Dios único —el Altísimo— hasta los confines de la tierra.

Presentamos aquí un resumen del manuscrito de Ganid, que preparó en Alejandría y en Roma, y que fue preservado en la India por centenares de años después de su muerte. Organizó este material bajo los diez epígrafes siguientes:

1. CINISMO

Los residuos de las enseñanzas de los discípulos de Melquisedek, con excepción de las que sobrevivieron en la religión judía, se preservaron de la mejor manera en las doctrinas de los cínicos. La selección de Ganid abarca lo siguiente:

«Dios es supremo; es el Altísimo del cielo y de la tierra. Dios es el círculo perfeccionado de la eternidad, y rige el universo de los universos. Él es el único hacedor de los cielos y de la tierra. Cuando decreta una cosa, esa cosa es. Nuestro Dios es un Dios único, y es compasivo y misericordioso. Todo lo que es elevado, santo, verdadero y bello es semejante a nuestro Dios. El Altísimo es la luz del cielo y de la tierra; él es el Dios del este, el oeste, el norte y el sur.

«Aun si la tierra hubiera de perecer, la faz resplandeciente del Supremo permanecería en majestad y gloria. El Altísimo es el primero y el último, el principio y el fin de todo. No hay sino un solo Dios y su nombre es la Verdad. Dios es autoexistente, y carece de toda ira y enemistad; es inmortal e infinito. Nuestro Dios es omnipotente y generoso. Si bien tiene muchas manifestaciones, adoramos solamente a Dios mismo. Dios lo sabe todo: nuestros secretos y nuestras proclamaciones; conoce también lo que cada uno de nosotros merece. Su poder es igual a todas las cosas.

«Dios es un dador de paz y protector fiel de todos los que le temen y en él confían. Da salvación a todos los que le sirven. Toda la creación existe en el poder

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del Altísimo. Su amor divino surge de la santidad de su poder, y el afecto nace de la fuerza de su grandeza. El Altísimo ha decretado la unión del cuerpo y el alma y ha dotado al hombre de su propio espíritu. Lo que el hombre hace debe llegar a un fin, pero lo que el Creador hace continúa para siempre. Obtenemos el conocimiento de la experiencia del hombre, pero derivamos la sabiduría de la contemplación del Altísimo.

«Dios derrama la lluvia sobre la tierra, hace que el sol brille sobre el grano maduro y nos da la abundante cosecha de cosas buenas de la vida, y la salvación eterna en el mundo que viene. Nuestro Dios ejerce gran autoridad; su nombre es Excelente, su naturaleza, insondable. Cuando estás enfermo es el Altísimo quien te sana. Dios está lleno de bondad hacia todos los hombres; no tenemos mejor amigo que el Altísimo. Su misericordia llena todo sitio y su bondad abarca todas las almas. El Altísimo es inmutable; él es el que nos ayuda en todo momento de necesidad. Dondequiera que dirijamos nuestra mirada al orar, he allí la faz del Altísimo y el oído atento de nuestro Dios. Puedes esconderte de los hombres, pero no de Dios. Dios no está lejos de nosotros; él es omnipresente. Dios llena todos los lugares y vive en el corazón del hombre que teme su santo nombre. La creación está en el Creador y el Creador en su creación. Buscamos al Altísimo y luego lo encontramos en nuestro corazón. Vas en pos de un amigo querido, y luego lo descubres dentro de tu alma.

«El hombre que conoce a Dios considera a todos los hombres como sus iguales; ellos son sus hermanos. Los que son egoístas, los que ignoran a sus hermanos en la carne, sólo tienen cansancio por recompensa. Los que aman a sus semejantes y los que tienen un corazón limpio verán a Dios. Dios nunca olvida la sinceridad. Él guiará a los de corazón sincero a la verdad, porque Dios es verdad.

«En vuestras vidas destruid el error y venced el mal por el amor de la verdad viviente. En todas vuestras relaciones con los hombres haced bien por mal. El Señor Dios es misericordioso y amante; es indulgente. Amemos a Dios, porque él nos amó primero. Por el amor de Dios y por su misericordia seremos salvados. Los ricos y los pobres son hermanos. Dios es su Padre. El mal que no querras que te hagan, no lo hagas a otros.

«En todo momento invoca su nombre, y según creerás en su nombre, así tu oración será oída. ¡Qué gran honor es adorar al Altísimo! Todos los mundos y todos los universos adoran al Altísimo. Y con todas tus oraciones da las gracias —asciende para adorar. El culto piadoso rehuye del mal y prohibe el pecado. En todo momento, alabemos el nombre del Altísimo. El hombre que se abriga en el Altísimo oculta sus defectos del universo. Cuando compareces ante Dios con el corazón limpio, nada temes en toda la creación. El Altísimo es como un padre y una madre amantes; realmente nos ama a nosotros, sus hijos en la tierra. Nuestro Dios nos perdonará y guiará nuestros pasos por los caminos de salvación. Nos tomará de la mano y nos conducirá a su presencia. Dios salva a los que en él confían; no compele al hombre a servir su nombre.

«Si la fe del Altísimo ha penetrado en tu corazón entonces morarás libre de temor todos los días de tu vida. No te inquietes a causa de la prosperidad de los impíos; no temas a los que traman maldades; aparta el alma del pecado y pon toda tu confianza en el Dios de la salvación. El alma cansada del mortal errante encuentra descanso eterno en los brazos del Altísimo; el hombre sabio anhela el abrazo divino; el hijo de la tierra anhela la seguridad de los brazos del Padre Universal. El hombre noble busca ese elevado estado en el cual el alma del mortal se mezcla con el espíritu del Supremo. Dios es justo: el fruto que no recibamos de nuestra siembra en este mundo lo recibiremos en el venidero».
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2. EL JUDAÍSMO

Los ceneos de Palestina salvaron muchas de las enseñanzas de Melquisedek, y de esos registros, tal como fueron preservados y modificados por los judíos, Jesús y Ganid hicieron la selección siguiente:

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay. Y, he aquí que todas las cosas que el creó fueron muy buenas. El Señor, él es Dios; no hay nadie junto a él arriba en el cielo o abajo en la tierra. Por tanto amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con toda tu fuerza. La tierra será llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren el mar. Los cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día; y una noche a otra noche declara conocimiento. No hay lenguaje ni palabras donde su voz no sea oída. La obra del Señor es grande y en sabiduría ha hecho todas las cosas; la grandeza del Señor es inescrutable. Conoce el número de las estrellas y las llama a todas por sus nombres.

«El poder del Señor es grande y su entendimiento es infinito. Dice el Señor: `Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos'. Dios revela las cosas profundas y las cosas escondidas porque con él mora la luz. Misericordioso y clemente es el Señor; es paciente y rico en bondad y verdad. Bueno y recto es el Señor; encaminará a los humildes por el juicio. ¡Gustad y ved que es bueno el Señor! Bendito el varón que confía en Dios. Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

«La misericordia del Señor es desde eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen y su justicia sobre los hijos de nuestros hijos. El Señor es clemente y lleno de compasión. El Señor es bueno con todos y sus tiernas misericordias sobre toda su creación; él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. ¿Adonde me iré del espíritu de Dios? ¿Adonde huiré de la presencia divina? Así dice el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: `¡Yo habito en la altura y en el lugar sagrado; y también con aquel que es de corazón contrito y de espíritu humilde!' Ninguno puede esconderse de nuestro Dios, porque él llena el cielo y la tierra. Alégrense los cielos y gócese la tierra. ¡Y digan en las naciones: el Señor reina! Dad gracias a Dios, porque su misericordia permanece para siempre.

«Los cielos declaran la justicia de Dios, y toda la gente ha visto su gloria. Es Dios quien nos ha hecho, y no nosotros mismos; pueblo suyo somos, las ovejas de su prado. Su misericordia es para siempre, y su verdad permanece para todas las generaciones. Nuestro Dios es gobernador entre las naciones. ¡Que toda la tierra sea llena de su gloria! ¡Oh, que los hombres alaben al Señor por su bondad y por sus dones maravillosos para con los hijos de los hombres!

«Dios ha hecho al hombre un poco menos que divino y le ha coronado de amor y misericordia. El Señor conoce el camino de los justos, mas la senda de los impíos perecerá. El temor del Señor es el principio de la sabiduría; el conocimiento del Supremo es comprensión. Dice el Dios Todopoderoso: `Anda delante de mí y sé perfecto' No olvidéis que antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la ativez de espíritu. El que rige su espíritu es más poderoso que el que toma una ciudad. Dice el Señor Dios, el Santo: `Al regresar a vuestro descanso espiritual seréis salvados; en la quietud y la confianza será
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vuestra fortaleza'. Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantáran alas como las águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán. El Señor te dará reposo de tu temor. Dice el Señor: `No temas, porque estoy contigo. No desmayes, porque soy tu Dios. Yo te esfuerzo; yo te ayudaré; sí, yo te sostendré con la diestra de mi justicia'.

«Dios es nuestro Padre; el Señor es nuestro redentor. Dios ha creado las huestes del universo, y las preserva a todas. Su justicia es como los montes y su juicio como la gran profundidad. Él nos hace beber del río de sus placeres, y en su luz veremos la luz. Bueno es dar gracias al Señor y cantar alabanzas al Altísimo; mostrar paciencia amante en la mañana y fidelidad divina cada noche. El reino de Dios es un reino sempiterno, y su señorío permanece a través de todas las generaciones. El Señor es mi pastor; nada me faltará. En lugares de pastos verdes me hará descansar; junto a aguas de repose me pastoreará. Confortará mi alma. Me guiará por sendas de justicia. Sí, aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Dios está conmigo. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré para siempre.

«Yahvé es el Dios de mi salvación; por tanto en el nombre divino pondré mi confianza. Confiaré en el Señor con todo mi corazón; y en mi propio entendimiento no me apoyaré. En todos mis caminos lo reconoceré, y él dirigirá mi senda. El Señor es fiel, él mantendrá su palabra con los que le sirven; el justo vivirá por la fe. Si no hacéis bien, es porque el pecado está a la puerta; los hombres recogerán el mal que han plantado y el pecado que siembren. No te inpacientes a causa de los que hacen el mal. Si guardas iniquidad en tu corazón, el Señor no te escuchará; si pecas contra Dios, atentarás también contra tu propia alma. Dios traerá a juicio toda obra del hombre, con toda cosa encubierta, ya sea buena o mala. Porque cual es el pensamiento del hombre en su corazón, tal es él.

«Cercano está el Señor a todos los que le invocan de sinceridad y de veras. El llanto durará por la noche, pero a la mañana vendrá la alegría. Un corazón alegre hace bien como una medicina. Ninguna cosa buena negará Dios a los que andan rectamente. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es todo el deber del hombre. Así dice el Señor que creó los cielos y formó la tierra: `No hay más Dios que yo, un Dios justo y un salvador. Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra. Si me buscáis, me hallaréis, si procuráis por mí de todo vuestro corazón'. Los mansos heredarán la tierra y se regocijarán en una abundancia de paz. Quien siembra iniquidad cosechará calamidad; quien siembra viento recogerá tempestades.

«'Venid ahora, razonemos juntos', dice el Señor. `Aunque vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana'. Pero no hay paz para los malvados; son vuestros pecados los que os han negado las cosas buenas. Dios es la salud de mi semblante y el gozo de mi alma. El Dios eterno es mi fortaleza; él es nuestra morada, y debajo están los brazos sempiternos. El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, él salva a los que tienen un espíritu como un niño. Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas el Señor le salva. Encomienda al Señor tu camino —confía en él— y él lo llevará a cabo. El que habita en el lugar secreto del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente.

«Ama a tu semejante como a ti mismo; no guardes rencor contra ningún hombre. Lo que tú aborreces, no se lo hagas a nadie. Ama a tu hermano porque el Señor ha dicho: `Amaré a mis hijos libremente'. La senda de los justos es como una luz resplandeciente que brilla más y más hasta que el día es perfecto. Los que son sabios brillarán como el resplandor del firmamento, y los que traen a muchos a la justicia, como las estrellas para siempre jamás. Que los malvados
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abandonen su mal camino y el hombre injusto sus pensamientos rebeldes. Dice el Señor: `Regresad a mí, y tendré misericordia de vosotros; os perdonaré abundantemente'.

«Dice Dios, el creador de los cielos y la tierra: `Gran paz tienen los que aman mi ley. Mis mandamientos son: Me amarás con todo tu corazón; no tendrás otros dioses ante mí; no tomarás mi nombre en vano; acuérdate el sábado para santificarlo; honra a tu padre y a tu madre; no matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no hablarás falso testimonio; no codiciarás'.

«Y a todos los que aman al Señor por sobre todas las cosas y a sus semejantes como a sí mismos el Dios de los cielos dice: `Os rescataré de la tumba; os redimiré de la muerte. Seré misericordioso para vuestros hijos y también justo. ¿No he dicho a mis criaturas de la tierra que sois los hijos del Dios viviente? ¿No os he amado con un amor sempiterno? ¿No os he llamado a convertiros a mi semejanza y morar para siempre conmigo en el Paraíso?'»

3. EL BUDISMO

Ganid tuvo una gran sorpresa al descubrir cuán cerca estaba el budismo de ser una religión grande y hermosa pero sin Dios, sin una Deidad personal y universal. Sin embargo, encontró algunos escritos de ciertas creencias primitivas que reflejaban algo de la influencia de las enseñanzas de los misioneros de Melquisedek, quienes continuaron su obra en la India incluso hasta los tiempos de Buda. Jesús y Ganid seleccionaron las siguientes declaraciones de la literatura budista:



«De un corazón limpio brotará la alegría hacia el Infinito; todo mi ser estará en paz con este regocijo supermortal. Mi alma está llena de contento, y mi corazón se desborda de dicha con una confianza apacible. No tengo ningún temor; estoy libre de ansiedad. Habito en la seguridad, y mis enemigos no pueden alarmarme. Estoy satisfecho con los frutos de mi confianza. He encontrado que el acceso al Inmortal es fácil. Ruego que la fe me sostenga en el largo viaje; sé que esa fe que proviene de más allá no me faltará. Sé que mis hermanos prosperarán si llegan a imbuirse de la fe del Inmortal, aun la fe que crea la modestia, la rectitud, la sabiduría, el coraje, el conocimiento y la perseverancia. Abandonemos la pena y desdeñemos el temor. Sostengamos por medio de la fe la verdadera rectitud y la auténtica virilidad. Aprendamos a meditar sobre la justicia y la misericordia. La fe es la verdadera riqueza del hombre; es la dote de virtud y de gloria.


«La injusticia es despreciable; el pecado es desdeñable. El mal es degradante ya sea de pensamiento o de obra. El dolor y la pena siguen la senda del mal como el polvo sigue al viento. La felicidad y la tranquilidad siguen al pensamiento puro y la vida virtuosa como la sombra sigue a la substancia de las cosas materiales. El mal es el fruto de un pensamiento mal dirigido. Es mal ver pecado donde no hay pecado; no ver pecado donde lo hay. El mal es la senda de las doctrinas falsas. Los que evitan el mal mirando las cosas como son, ganan la alegría porque así abrazan la verdad. Pon fin a tu miseria odiando el pecado. Cuando mires al Magnánimo, apártate del pecado con todo el corazón. No te excuses por el mal; no hagas excusas para el pecado. Por tus esfuerzos para hacer enmiendas por los pecados pasados adquirirás fortaleza para resistir las tendencias futuras a pecar. La moderación nace del arrepentimiento. No dejes ninguna falta inconfesada ante el Magnánimo.
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«La alegría y el deleite son las recompensas de los deberes bien cumplidos y para la gloria del Inmortal. Ningún hombre podrá robar la libertad de tu propia mente. Cuando la fe de tu religión haya emancipado tu corazón, cuando la mente, como una montaña, esté establecida y sea inamovible, entonces la paz del alma fluirá tranquilamente como un río de aguas. Los que están seguros de la salvación estarán eternamente libres de la lujuria, la envidia, el odio y las ilusiones de la riqueza. Si bien la fe es la energía de la vida mejor, debes, empero, llevar a cabo tu propia salvación con perseverancia. Si quieres estar seguro de tu salvación final, asegúrate pues de que buscas sinceramente el cumplimiento de toda justicia. Cultiva la seguridad del corazón que surge desde adentro y ven de este modo a disfrutar el éxtasis de la salvación eterna.

«Ningún religionista puede esperar alcanzar el esclarecimiento de la sabiduría inmortal si persiste en ser perezoso, indolente, débil, holgazán, desvergonzado y egoísta. Pero el que sea considerado, prudente, reflexivo, ferviente y sincero —incluso mientras aun vive en la tierra— podrá alcanzar el esclarecimiento supremo de la paz y la libertad de la sabiduría divina. Recordad, toda acción recibirá su recompensa. El mal tiene por resultado la pena y el pecado termina en dolor. El gozo y la felicidad son el resultado de una buena vida. Incluso el que comete malas acciones disfruta de una temporada de gracia antes del tiempo de la plena maduración de sus malas acciones, pero inevitablemente llegará el tiempo de la plena cosecha de su maldad. Que ningún hombre piense con ligereza en el pecado, diciendo en su corazón: `El castigo por hacer el mal no llegará hasta mí'. Lo que haces, te será hecho, en el juicio de la sabiduría. La injusticia hecha a tus semejantes volverá a caer sobre tu cabeza. La criatura no puede evadir el destino de sus acciones.

«El necio ha dicho en su corazón: `El mal no se apoderará de mi'; pero la seguridad se encuentra solamente cuando el alma anhela censura y la mente busca sabiduría. El sabio es un alma noble que sabe ser amistosa en medio de sus enemigos, tranquila entre los turbulentos, y generosa entre los mezquinos. El amor a sí mismo es como la cizaña en un sembrado. El egoísmo conduce a la pesadumbre; la ansiedad perpetua mata. La mente que ha sido domada produce felicidad. El más grande de los guerreros es el que vence y se somete a sí mismo. La moderación en todas las cosas es buena. Sólo se considera una persona superior la que estima la virtud y cumple con su deber. No dejes que la ira y el odio te dominen. No hables de nadie con severidad. El contento es la mayor riqueza. Lo que se da con prudencia está bien guardado. No hagas a los otros las cosas que no deseas que te hagan. Paga bien por mal; vence el mal con el bien.

«Un alma justa es más deseable que la soberanía de toda la tierra. La inmortalidad es la meta de la sinceridad; la muerte es el fin de una vida incauta. Los sinceros no mueren; los irreflexivos ya están muertos. Benditos son los que ya han discernido el estado sin muerte. Los que torturan a los vivos hallarán poco felicidad después de la muerte. Los altruistas van al cielo, donde se regocijan en la dicha de la liberalidad infinita y siguen creciendo en noble generosidad. Todo mortal que piense rectamente, hable noblemente y actúe altruistamente no sólo disfrutará de la virtud aquí durante esta breve vida sino que, después de la disolución del cuerpo, también continuará disfrutando de las delicias del cielo».
4. EL HINDUISMO

Los misioneros de Melquisedek llevaron consigo, dondequiera que fueron, las enseñanzas del Dios único. Gran parte de esta doctrina monoteísta, junto con otros y previos conceptos, se incorporó a las enseñanzas subsecuentes del hinduismo. Jesús y Ganid proporcionaron el resumen siguiente:
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«Él es el Dios grande, supremo en todo sentido. Él es el Señor que abarca todas las cosas. Es el Creador y controlador del universo de los universos. Dios es un Dios único; él está solo y por sí mismo. Él es el único. Este Dios único es nuestro Hacedor y el último destino del alma. El Supremo es indescriptiblemente brillante; él es la Luz de las Luces. Esta luz divina ilumina todos los corazones y todos los mundos. Dios es nuestro protector —no abandona a sus criaturas— y los que aprenden a conocerlo serán inmortales. Dios es la gran fuente de energía; él es el Alma Grande. Él ejerce señorío universal sobre todo. Este Dios único es amoroso, glorioso y adorable. Nuestro Dios es supremo en poder y habita en la morada suprema. Esta Persona verdadera es eterna y divina; él es el Señor primordial del cielo. Todos los profetas le han alabado, y él se ha revelado a nosotros. Lo adoramos. ¡Oh Suprema Persona, origen de los seres, Señor de la creación y gobernante del universo, revélanos a nosotros, tus criaturas, el poder por el cual permaneces inmanente! Dios ha hecho el sol y las estrellas; él es brillante, puro y autoexistente. Su eterno conocimiento es divinamente sabio. El mal no puede penetrar en el Eterno. Por cuanto el universo surgió de Dios, él lo rige adecuadamente. Él es la causa de la creación, y de aquí que todas las cosas estén establecidas en él.

«Dios es el refugio seguro de todos los hombres buenos cuando estén necesitados; el Inmortal cuida de toda la humanidad. La salvación de Dios es vigorosa y su bondad es compasiva. Él es un protector amante y un defensor bendito. Dice el Señor: `Yo habito dentro de sus propias almas como una lámpara de sabiduría. Yo soy el esplendor de los espléndidos y la bondad de los buenos. Donde dos o tres se reúnan, allí también estaré yo'. La criatura no puede escaparse de la presencia del Creador. El Señor llega incluso a contar los incesantes parpadeos de los ojos de todos los mortales; y adoramos a este Ser divino como nuestro compañero inseparable. Él prevalece en todo. Es magnifico, omnipresente, e infinitamente generoso. El Señor es nuestro gobernante, nuestro refugio y nuestro controlador supremo, y su espíritu prístino habita dentro del alma mortal. El Testigo Eterno del vicio y de la virtud habita en el corazón del hombre. Meditemos largamente sobre el Vivificador adorable y divino; dejemos que su espíritu dirija plenamente nuestros pensamientos. ¡De este mundo irreal condúcenos al real! ¡De las tinieblas llévanos a la luz! ¡De la muerte guíanos a la inmortalidad!

«Con nuestro corazón purgado de todo odio, adoremos al Eterno. Nuestro Dios es el Señor de la oración; él oye el clamor de sus hijos. Dejad que los hombres sometan su voluntad a él, el Resoluto. Deleitémonos en la liberalidad del Señor de la oración. Haced de la oración vuestro amigo más íntimo y de la adoración el sostén de vuestra alma. `Si sólo me adoraréis en amor', dice el Eterno, `yo os daré la sabiduría para llegar a mí, porque mi culto es la común virtud de todas las criaturas'. Dios es la luz que ilumina a los melancólicos y la fuerza de los que flaquean. Desde que Dios es nuestro amigo fuerte, ya nada tememos. Alabamos el nombre del Conquistador que nunca ha sido conquistado. Lo adoramos porque él es el que ayuda al hombre fiel y eternamente. Dios es nuestro conductor firme y nuestro guía infalible. Él es el gran padre de los cielos y de la tierra, poseedor de ilimitada energía y de sabiduría infinita. Su resplandor es sublime y su belleza divina. Él es el refugio supremo del universo y el guardián inmutable de la ley sempiterna. Nuestro Dios es el Señor de la vida y el Consolador de todos los hombres; el que ama a la humanidad y el que ayuda a los que están afligidos. Él es el dador de nuestra vida y el Buen Pastor del rebaño humano. Dios es nuestro padre, nuestro hermano y nuestro amigo, y nosotros anhelamos conocer a este Dios en nuestro ser más íntimo.

«Hemos aprendido a ganar la fe por el vivo deseo de nuestros corazones. Hemos alcanzado la sabiduría por la contención de nuestros sentidos y con la sabiduría hemos experimentado la paz en el Supremo. El que está lleno de fe adora verdaderamente cuando su ser íntimo está dedicado a Dios. Nuestro Dios lleva los cielos
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como un manto y también habita los otros seis extensos universos. Él es supremo sobre todo y en todos. Imploramos el perdón del Señor por todas nuestras transgresiones contra nuestros semejantes; y exculpamos a nuestro amigo del mal que nos ha hecho. Nuestro espíritu aborrece todo mal; por tanto, oh Señor, líbranos de toda mancha de pecado. Oramos a Dios como consolador, protector y salvador —el que nos ama.

«El espíritu del Guardián Universal entra en el alma de la criatura simple. Es sabio el hombre que adora al Dios Único. Los que se esfuerzan por llegar a la perfección deben ciertamente conocer al Supremo Señor. Nunca teme el que conoce la bendita seguridad del Supremo, porque el Supremo dice a los que le sirven, `No temáis porque estoy con vosotros'. El Dios de la providencia es nuestro Padre. Dios es la verdad. Y es el deseo de Dios que sus criaturas lo comprendan, que lleguen a conocer plenamente la verdad. La verdad es eterna; sostiene el universo. Nuestro deseo supremo será unirnos con el Supremo. El Gran Controlador es el generador de todas las cosas, todo evoluciona de él. He aquí la suma del deber: que ningún hombre haga a otro lo que a él le repugnaría; no abriguéis malicia, no castiguéis al que os castiga, conquistad la ira con la misericordia, y disipad el odio con la benevolencia. Todo esto debemos hacer porque Dios es un amigo generoso y un padre misericordioso que hace remisión de todas nuestras ofensas terrenales.

«Dios es nuestro Padre, la tierra es nuestra madre, y el universo es nuestra cuna. Sin Dios el alma está prisionera; conocer a Dios libera el alma. Por la meditación sobre Dios, por la unión con él, viene la liberación de las ilusiones del mal y la salvación última de todas las cadenas materiales. Cuando el hombre enrolle el espacio como una pieza de cuero, entonces llegará el fin del mal porque el hombre ha encontrado a Dios. ¡Oh Dios sálvanos de la triple ruina del infierno: la lujuria, la ira, y la avaricia! ¡Oh alma, prepárate para la lucha espiritual de la inmortalidad! Cuando llegue el fin de la vida mortal, no titubees en abandonar este cuerpo en pos de una forma más apropiada y hermosa y para despertar en el reino del Supremo e Inmortal, allí donde no hay ni temor, ni pena, ni hambre, ni sed, ni muerte. Conocer a Dios es cortar las ataduras de la muerte. El alma que conoce a Dios se eleva en el universo como la crema aparece sobre la superficie de la leche. Adoramos a Dios el hacedor de todo, la Gran Alma, que por siempre tiene su asiento en el corazón de sus criaturas. Los que saben que Dios está entronizado en el corazón humano están destinados a hacerse semejantes a él —inmortales. El mal debe quedar atrás en este mundo, pero la virtud sigue al alma a los cielos.

«Sólo es el protervo el que dice: El universo no tiene ni verdad ni gebernante; tan sólo fue concebido para satisfacer nuestra lujuria. Estas almas son engañadas por la mezquindad de su mente. Por eso se abandonan a los placeres de la lujuria y privan a sus almas del gozo de la virtud y de los placeres de la rectitud. ¿Qué puede ser más grande que el experimentar la salvación a partir del pecado? El hombre que ha visto al Supremo es inmortal. Los amigos carnales del hombre no pueden sobrevivir la muerte; sólo la virtud anda con el hombre en su viaje hacia los campos jubilosos y soleados del Paraíso».

5. EL ZOROASTRISMO

Zoroastro estuvo en contacto directo con los descendientes de los primeros misioneros de Melquisedek, y la doctrina de ellos sobre el Dios único se convirtió en una enseñanza central de la religión que fundó en Persia. Con excepción del judaísmo, ninguna otra religión de ese tiempo contenía más de estas enseñanzas de Salem. Ganid extrajo el siguiente resumen de los documentos de esta religión:
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«Todas la cosas proceden y pertenecen al Dios Único —el omnisapiente, el bueno, el justo, el santo, el resplandeciente y el glorioso. Este nuestro Dios es la fuente de toda luminosidad. Él es el creador, el Dios de todos los buenos propósitos, el protector de la justicia en el universo. La conducta prudente en la vida es actuar en consonancia con el espíritu de la verdad. Dios todo lo ve, y contempla tanto las malas acciones del protervo como las buenas obras del justo; nuestro Dios observa todas las cosas con una mirada centelleante. Su contacto es el toque de la salud. El Señor es un benefactor todopoderoso. Dios extiende su mano benéfica al justo y al impío. Dios estableció el mundo y ordenó las recompensas para el bien y para el mal. El Dios omnisciente ha prometido la inmortalidad a las almas pías de pensamiento puro y acciones rectas. Según sea tu deseo supremo, así serás. La luz del sol es como la sabiduría para los que perciben a Dios en el universo.



«Alabad a Dios buscando los placeres del Sabio. Adorad al Dios de la luz caminando alegremente por las sendas ordenadas por su religión revelada. No hay más que un Dios Supremo, el Señor de las Luces. Adoramos a aquel que hizo las aguas, las plantas, los animales, la tierra y los cielos. Nuestro Dios es el Señor, el más benévolo. Adoramos al más hermoso, al Inmortal magnifico, dotado de luz eterna. Dios es lo más distante de nosotros y al mismo tiempo lo más próximo, porque habita en nuestras almas. Nuestro Dios es el divino y santísimo Espíritu del Paraíso, y sin embargo es más amigo del hombre que la más amistosa de todas las criaturas. Dios nos ayuda más en ésta, la más grande de todas las labores, el conocimiento de él mismo. Dios es nuestro amigo más adorable y justo; él es nuestra sabiduría, nuestra vida, y el vigor de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Mediante nuestros buenos pensamientos el sabio Creador nos permite que hagamos su voluntad, alcanzando así la realización de todo lo que es divinamente perfecto.

«Señor, enséñanos a vivir esta vida en la carne mientras nos preparamos para la vida venidera del espíritu. Háblanos, Señor, y te obedeceremos. Enséñanos las buenas sendas, y andaremos rectos. Permítenos que nos unamos a ti. Sabemos que la religión es buena cuando conduce a la unión con la rectitud. Dios es nuestra naturaleza sabia, nuestro óptimo pensamiento y nuestra acción recta. ¡Que Dios nos conceda la unidad con el espíritu divino e inmortalidad en él!

«Esta religión del Sabio purifica al creyente de todo mal pensamiento y acto pecaminoso. Me inclino ante el Dios de los cielos en arrepentimiento si lo he ofendido en pensamiento, palabra o acto —intencional o involuntariamente— y ofrezco oraciones para pedir misericordia y alabanzas para pedir perdón. Sé que cuando hago confesión, si me propongo no volver a hacer el mal, que el pecado será lavado de mi alma. Sé que el perdón disuelve las ataduras del pecado. Los que hacen el mal serán castigados, pero los que siguen la verdad disfrutarán de la dicha de la salvación eterna. Tómanos en tu mano mediante la gracia y aplica el bálsamo del poder salvador a nuestras almas. Clamamos misericordia porque aspiramos alcanzar la perfección; queremos ser semejantes a Dios».
6. EL SUDUANISMO (JAINISMO)

El tercero de los grupos de creyentes religiosos que preservaron la doctrina de un Dios único en la India —la supervivencia de las enseñanzas de Melquisedek— se los conocía por entonces como los suduanistas. Últimamente se conoce a estos creyentes como los seguidores del jainismo. Ellos enseñaban:

«El Señor del Cielo es supremo. Los que pecan no ascenderán a lo alto, pero los que caminan por la senda de la rectitud hallarán un lugar en el cielo. Si conocemos la verdad nuestra vida eterna está asegurada. El alma del hombre podrá ascender hasta
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el más alto de los cielos, para desarrollar allí su verdadera naturaleza espiritual, para alcanzar la perfección. El estado celoso libera al hombre de la servidumbre del pecado y lo introduce a las beatitudes últimas; el hombre recto ya ha experimentado el fin del pecado y de todas las miserias que le acompañan. El yo es el invencible adversario del hombre, y el yo se manifiesta en las cuatro pasiones más grandes del hombre: la ira, el orgullo, el engaño y la codicia. La victoria más grande del hombre es la conquista de sí mismo. Cuando el hombre pone su mirada en Dios en pos de perdón, y cuando se atreve a disfrutar de tal libertad, se libera del temor. El hombre ha de pasar por la vida tratando a sus semejantes como a él le gustaría que lo trataran».

7. EL SINTOÍSMO

Hacía poco tiempo que habían llegado a la biblioteca de Alejandría los manuscritos de esta religión del Lejano Oriente. Era la única religión del mundo de la cual Ganid nunca había oído hablar. Esta creencia contenía también restos de las primitivas enseñanzas de Melquisedek, como puede verse en el siguiente resumen:

«Dice el Señor: `Vosotros sois los que reciben mi poder divino; todos los hombres disfrutan de mi ministerio de misericordia. Me complazco en la multiplicación de los justos en toda la tierra. Tanto en las bellezas de la naturaleza como en la virtud de los hombres se revela el Príncipe del Cielo y muestra su naturaleza recta. Como los de antaño no conocían mi nombre, me manifesté naciendo en el mundo como una existencia visible y sufrí tal humillación para que el hombre no olvidara mi nombre. Yo soy el hacedor del cielo y de la tierra; el sol y la luna y todas las estrellas obedecen mi voluntad. Soy el soberano de todas las criaturas en la tierra y en los cuatro mares. Aunque soy yo grande y supremo, tengo oídos aún para la oración del más pobre entre los hombres. Si una criatura me adorará, oiré su oración y le concederé el deseo de su corazón'.

«'Cada vez que el hombre cede a la ansiedad, se aleja un paso del espíritu guiador de su corazón'. El orgullo oscurece a Dios. Si quieres obtener la ayuda del cielo, aparta tu orgullo; cualquier indicio de orgullo obstruye la luz salvadora, como si fuera una gran nube. Si no tenéis rectitud adentro es inútil que oréis por lo que ha quedado afuera. `Si oigo tus oraciones, es porque vienes ante mí con el corazón limpio, libre de falsedades y de hipocresías, con un alma que refleja la verdad como un espejo. Si quieres ganar la inmortalidad, renuncia al mundo y ven a mí'».
8. EL TAOÍSMO

Los mensajeros de Melquisedek penetraron hasta el corazón de la China, y la doctrina del Dios único se hizo parte de las enseñanzas primitivas de varias religiones chinas; la que perduró por más tiempo, y que contenía la mayor parte de la verdad monoteísta, fue el taoísmo, y Ganid extrajo de las enseñanzas de su fundador lo que se presenta a continuación:

«¡Cuán puro y sereno es el Supremo y sin embargo cuán poderoso y fuerte, cuán profundo e insondable! Este Dios de los cielos es el venerado antecesor de todas las cosas. Si conoces al Eterno, eres esclarecido y sabio. Si al Eterno no le conoces, entonces esa ignorancia se manifiesta como el mal, y así surgen las pasiones del pecado. Este Ser maravilloso existía antes que fueran los cielos y la tierra. Él es verdaderamente espiritual; él está solo y no cambia. Él es ciertamente la madre del mundo, y toda
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creación gira en torno suyo. Este Gran Único se da a los hombres y así les permite superarse y sobrevivir. Aunque una criatura no tenga sino un poco de conocimiento, podrá aun caminar por la senda del Supremo; podrá cumplir con la voluntad del cielo.

«Todas las buenas obras de servicio verdadero proceden del Supremo. Todas las cosas dependen del Gran Origen para la vida. El Gran Supremo no busca alabanzas por sus dádivas. Él es supremo en poder, si bien permanece oculto a nuestros ojos. Incesantemente transforma sus atributos mientras perfecciona a sus criaturas. La Razón celestial es lenta y paciente en sus designios pero segura de sus logros. El Supremo rebasa el universo y lo sostiene todo. ¡Cuán grande y poderosa es su influencia desbordante, su poder de atracción! La verdadera bondad es como el agua que todo bendice y nada daña. Como el agua, la verdadera bondad busca los lugares más bajos, incluso aquellos niveles que otros evitan, y lo hace porque es afín con el Supremo. El Supremo crea todas las cosas, en la naturaleza las nutre y en el espíritu las perfecciona. Y es un misterio cómo el Supremo alimenta, protege, y perfecciona a la criatura sin compelerla. Él orienta y dirige, pero sin presunción. Él asiste en el progreso, pero sin dominación.

«El hombre sabio universaliza su corazón. Un poco de conocimiento es una cosa peligrosa. Los que aspiran a la grandeza deben aprender la humildad. En la creación el Supremo se convirtió en la madre del mundo. Conocer a la madre es reconocer su filiación. Es sabio el hombre que considera a todas las partes desde el punto de vista del todo. Relaciónate con cada hombre como si estuvieras en su lugar. Recompensa la injuria con la bondad. Si amas a la gente, la gente se sentirá atraída a ti —no tendrás dificultad alguna en atraerla.



«El Gran Supremo todo lo penetra; él está a la diestra y a la siniestra; él sostiene toda la creación y habita en todos los seres verdaderos. No puedes encontrar al Supremo, ni puedes ir a un lugar donde él no esté. Si un hombre reconoce el camino del mal y se arrepiente sinceramente del pecado, entonces podrá buscar el perdón; podrá liberarse del castigo; podrá transformar la calamidad en bendición. El Supremo es el refugio seguro de toda la creación; él es el guardián y el salvador de la humanidad. Si le buscas diariamente, lo encontrarás. Puesto que él puede perdonar pecados, es en verdad el más preciado por todos los hombres. Recuerda siempre que Dios no recompensa al hombre por lo que hace sino por lo que es; por tanto, socorre a tus semejantes sin pensar en recompensas. Haz el bien sin pensar en beneficiarte.

«Los que conocen las leyes del Eterno son sabios. La ignorancia de la ley divina es sufrimiento y desastre. Los que conocen las leyes de Dios son liberales de pensamiento. Si conoces al Eterno, aunque tu cuerpo perezca, tu alma sobrevivirá en el servicio espiritual. Serás verdaderamente sabio cuando reconozcas tu insignificancia. Si habitas a la luz del Eterno, disfrutarás de la iluminación del Supremo. Los que dedican sus personas al servicio del Supremo son felices en esta búsqueda del Eterno. Cuando el hombre muere, el espíritu comienza a alzar su largo vuelo en el gran viaje de regreso al hogar».



9. EL CONFUCIANISMO

Aun la religión que menos reconocía a Dios entre las grandes religiones mundiales pagó tributo al monoteísmo de los misioneros de Melquisedek y de sus persistentes sucesores. He aquí el resumen sobre el confucianismo preparado por Ganid:

«Lo que dispone el Cielo es sin error. La verdad es real y divina. Todas las cosas se originan en el Cielo, y el Gran Cielo no comete errores. El Cielo ha nombrado a muchos subordinados para que instruyan y eleven a las criaturas inferiores. Grande,
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muy grande es el Dios Único que rige al hombre desde lo alto. Dios es majestuoso en su poder y temible en su juicio. Pero este Gran Dios ha conferido un sentido moral incluso a muchas criaturas inferiores. La abundancia del Cielo no se agota jamás. La benevolencia es el don más precioso del Cielo a los hombres. El Cielo ha otorgado su nobleza al alma del hombre; las virtudes del hombre son el fruto de esta dádiva de nobleza celestial. El Gran Cielo todo lo discierne y acompaña al hombre en todas sus acciones. Es bueno que llamemos al Gran Cielo nuestro Padre y nuestra Madre. Si somos pues siervos de nuestros divinos antepasados, podemos orar al Cielo con confianza. En todos los tiempos y en todas las cosas, temamos a la majestad del Cielo. Reconocemos, oh Dios, Altísimo y soberano Potentado, que el juicio es tuyo, y que toda misericordia procede del corazón divino.

«Dios está con nosotros; por tanto no tenemos pavor en nuestro corazón. Si hubiese alguna virtud en mí, es la manifestación del Cielo que permanece conmigo. Pero este Cielo dentro de mí, exige duramente a menudo de mi fe. Si Dios es conmigo, he determinado que no albergo dudas en mi corazón. La fe ha de hallarse muy cerca de la verdad de las cosas, y no veo cómo un hombre puede vivir sin esta buena fe. El bien y el mal no acontecen a los hombres sin causa. El Cielo se ocupa del alma del hombre de acuerdo a su propósito. Cuando te encuentres en el error, no titubees en confesar tu error y sé presto a enmendarlo.

«El sabio se ocupa de la búsqueda de la verdad, no tan sólo el mero vivir. Alcanzar la perfección del Cielo es la meta del hombre. El hombre superior sabe adaptarse y está libre de la ansiedad y del temor. Dios está contigo; no albergues dudas en tu corazón. Toda buena acción tiene su recompensa. El hombre superior no murmura contra el Cielo ni alimenta rencores contra los hombres. Lo que no te gusta que a ti te hagan, no se lo hagas a otro. Que la compasión sea parte de todo castigo; de todas formas trata de transformar el castigo en una bendición. Tal es el camino del Gran Cielo. Si bien todas las criaturas deben morir y regresar a la tierra, el espíritu del hombre noble se eleva para que se le vea en las alturas y asciende a la gloriosa luz del resplandor final».

martes, 11 de mayo de 2010

Ricci: un esfuerzo por inculturar ciencia y religión en la China Imperial



Se cumplen 400 años del fallecimiento en Pekín del jesuita europeo


El 11 de mayo del año 2010 se cumplen 400 años del fallecimiento en Pekín del jesuita Matteo Ricci (1552-1610). Fue el primer europeo al que el Emperador de China concedió un terreno para su enterramiento. En la cultura china esto significa la adquisición de la ciudadanía. Matteo Ricci (que adoptó el nombre chino de Li Madou) pasó 28 años en el gran país asiático. Casi la mitad de su vida. Había sido alumno en el Colegio Romano del astrónomo y matemático jesuita Christophorus Clavius (1538-1612) e introdujo en China la Astronomía y el calendario. Ricci aprendió la lengua china y se hizo uno de ellos. Tradujo al chino los Elementos de Euclides y su Mapamundi llegó hasta el mismo Emperador. Las ciencias (sobre todo, la astronomía y las matemáticas) fueron las llaves que abrieron a la fe las impenetrables puertas de China. Uno de sus últimos trabajos fue la impresión de un Catecismo en 1603. Un documentado estudio de la doctora Ana Carolina Hoste (2008), nos abre nuevas perspectivas a esta obra

a figura del jesuita Matteo Ricci ha sido ya glosada en Tendencias21 con anterioridad y allí pueden los lectores situar su rica personalidad. Fue enviado muy joven a China donde vivió 27 años. Está enterrado en terreno imperial en Pekín. Casi al final de su vida, en 1603, aparece la primera edición del Catecismo: Tianzhu shiyi (El verdadero significado del Señor del Cielo), que fue muy criticado por su exceso de condescendencia con el confucianismo.

En 1604, cuando la misión de China se hizo independiente de la provincia jesuítica de Japón, Ricci fue su primer superior. Su método de inculturación encontró oposición dentro y fuera de la Compañía de Jesús. Debido a que la oposición se traducía muchas veces en escritos, Ricci se vio forzado a defenderse y publicar en 1609, poco antes de morir, su Correspondencia Apologéntica (Bianxue yidu). La desaprobación de su método creció después de su muerte y, al fin, se llegó a la condena de los Ritos Chinos.

Durante los 27 años que permaneció en China, Ricci compuso unos veinte libros, científicos y no científicos. Cinco de sus obras científicas se conservan en su totalidad, copiadas en el Siku quanshu (Gran Enciclopedia de las Cuatro Tesorerías), que contiene 36.000 juan (volúmenes chinos). El título colectivo de las cinco obras de Ricci es Qiankun tiyi (Tratado sobre el cielo y la tierra).

En 1607 fue publicada la traducción al chino de los primeros seis libros de los Elementos de Euclides, llevada a cabo por Ricci y por su alumno Qu Rukui (también transcrito como Xu Guangqi), de nombre cristiano Pablo. De sus obras no científicas, cinco han recibido reseñas en su Siku quanshu zongmu tiyao (Reseñas compendiadas de la bibliografía general de la Gran Enciclopedia de las Cuatro Tesorerías).

En un artículo publicado recientemente por Francisco Carin, un misionero en China, se dice que “Matteo Ricci es referencia constante, aquel que al morir comentaba a sus hermanos jesuitas que la puerta de China estaba abierta para el Evangelio, y ahora era cuestión de mantenerla así”.

Reciente congreso

Del 19 al 22 de Abril de este año 2010 se ha celebrado un Congreso en la Universidad Católica de Fu Jen (Taiwán) para honrar la figura de Mateo Ricci. Se trataba, sobre todo, de compartir y profundizar en las investigaciones referentes a su persona, su visión del Cristianismo en China, del diálogo entre Fe Cristiana y Cultura China….

Según Carin, “fueron cuatro intensos días con numerosas presentaciones a cargo de investigadores venidos de más de 15 países y de diversos campos de investigación; numerosos académicos provenían de China, un gran soplo de viento fresco y esperanza frente a las complicaciones que solían tener para acudir a encuentros internacionales unos pocos años atrás”.

Como apunta también Carin, “algo que quedó claro en estas sesiones académicas es que Mateo Ricci fue, además de misionero, un amante de China y su pueblo; para ello, como San Pablo, no dudó en hacerse chino con los Chinos. Su “significación” fue un proceso de dentro afuera, esto es, como también dice San Pablo, la conversión de la mente (metanoia) —el modo de pensar y entenderse—y de ahí a la conversión externa, en sus maneras, vestido, lenguaje… Ese fue el genio de Mateo Ricci y que tanto nos cuesta emular. El libro del Tao (11) nos recuerda la utilidad del vacío, y Mateo Ricci para poder ser Chino con los Chinos tuvo que hacer kénosis (Fil 2,5-8) de su propia cultura, despreciando aquello que consideró superfluo, manteniendo lo esencial e irrenunciable, aquello sin lo que dejaría de ser quien es, para dejar espacio a esa nueva idiosincrasia con la que entablar un diálogo de vida que daría lugar al Mateo Ricci que ha pasado a la historia, alguien venerado tanto en el Atlántico como en el Pacífico”.

Usar la razón para condenar la herejía

Con el sugestivo título “Usar la razón para condenar la herejía”, la doctora Ana Carolina Hosne (del CONICEP de Argentina) publicó en 2008 un trabajo titulado “Usar la razón para condenar la herejía: El catecismo (1603) del jesuita Matteo Ricci en la China de los Ming tardíos” En: Prohal Monográfico, la Revista del Programa de Historia de América Latina. Vol. I. Primera Sección: Vitral Monográfico, Nro. 1. Instituto Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires, 2008.

Un aspecto que llamó la atención de Matteo Ricci era la preeminencia de la lengua escrita dentro del imperio. Por ello, ya en 1584 circulaba la primera obra impresa en China por los europeos; se trata del catecismo atribuido a Michele Ruggieri (1543-1607), Verdadera exposición del Señor del Cielo (Tianzhu shilu).

En opinión de la investigadora Ana C. Hosne, “los escritos de Ricci circularon en un contexto donde lo que en China se conoce como las tres enseñanzas (san jiao), confucianismo, budismo y daoismo”. Éstas coexistían y convivían desde hacía siglos en el imperio; a ellas se sumó posteriormente el neoconfucianismo, durante la dinastía Song (960-1279).

“Los padres de la misión en China, especialmente Ricci a través de su obra, -opina Hosne - intentarían hacer del cristianismo la doctrina ortodoxa, reservándole así ese lugar que conocía, y que no resignaría en su expansión. Dado que las tres enseñanzas estaban sumamente arraigadas en la sociedad china, Ricci consideró necesario hacer llegar el dogma cristiano buscando analogías con alguna de ellas para crear una ortodoxia”.

¿Es precristiano el confucionismo?

Como todos los estudiosos del tema han señalado, es en el confucianismo antiguo en donde Ricci creyó encontrar lazos o conexiones con el cristianismo, especialmente basados en la idea de un Dios único, Shang di, traducido como Señor de los Cielos. Esta búsqueda e intento de constitución de una ortodoxia cristiana a partir de las analogías y similitudes con el confucianismo presentaba simultáneamente su contrapartida: la de señalar las enseñanzas consideradas heterodoxas o - en un plano más condenatorio- heréticas a los ojos de los jesuitas.

“En efecto, el apego al confucianismo por parte de Ricci fue acompañado, paralelamente, por su desprecio hacia el budismo, así como al daoismo y neoconfucianismo, de fuertes bases budistas y daoistas. La idea de Shang di como prueba de un antiguo monoteísmo de los chinos dio lugar a un segundo término, el de Tian”.

Gracias al catecismo de 1584, observa Ricci “…si divulgó il nome de la legge christiana, mai udita ne saputa da´Cinesi; percioché i libri arrivavano dove i Padri non potevano, e le nostre cose assai meglio si dichiarono con lettere in questo regno che con parole, per il grande valore che le loro lettere tengono (Cfr. Pascuale d´Elia, Fonti ricciane, Libreria dello Stato, 3 Vol. Roma, 1942-1949. Libro II, cap. IV, p.198).

El término Shang di, traducido como Señor de lo Alto o Señor de los Cielos, era una expresión honorífica para referirse a fuerzas superiores ya presente en antiguos textos chinos pre-confucianos. Ricci fue el primero en tomar este término como prueba de un antiguo confucianismo monoteísta.

Este intento de asimilación del cristianismo con el confucianismo se desplegó en diversos escritos de Ricci. “Nos interesa aquí tomar uno de ellos, -apunta Hoste - su catecismo, Tienzhu shiyi, traducido como Verdadera Doctrina del Señor del Cielo; fue xilografiado por primera vez en Beijing en 16034. Se impuso y reemplazó a la doctrina de 1584 de Ruggieri, de fuerte impronta budista”.

Respecto a los aspectos netamente terminológicos, cabe aclarar que Ricci estaba creando una terminología cristiana en el idioma chino. Para algunos términos tomó caracteres ya presentes en la lengua, es decir, no adaptados fonéticamente al chino. “Esta observación – continúa Hosne - resulta fundamental para los caracteres que institucionaliza al referirse a ortodoxia (la verdadera doctrina), término que expresa en chino con el carácter zheng, que puede traducirse como correcto. Respecto a los términos de heterodoxia y herejía cabe decir que hasta la actualidad no existe en chino una marcada diferencia entre ambos. Son expresados con el carácter xie, que se opone literalmente a zheng, como impuro, deshonesto y como herejía o heterodoxia en un sentido religioso”.

La Verdadera Doctrina del Señor del Cielo

La hipótesis de Hosne es que el Catecismo es un escrito doctrinal que sistematiza el intento de Ricci de establecer una ortodoxia cristiana, es decir, una única doctrina asimilable al sistema moral confuciano, en contraposición con las otras dos enseñanzas que predominaban en China, esto es, el budismo y daoismo, junto con el neoconfucianismo.

Desgraciadamente no existe aún una traducción al castellano del Catecismo de Ricci, aunque recientemente se ha publicado una edición italiana. El texto de referencia más utilizado es: Matteo Ricci. The true Meaning of the Lord of Heaven (Tien-chu shih-i), traducido por Edward Malatesta, edición bilingüe chino-inglés, The Institute of Jesuit Sources. St. Louis, USA, 1985.

(El sistema de trascripción fonética de los caracteres chinos utilizado por E. Malatesta en su traducción del Catecismo de Ricci es el sistema de romanización Wade Giles. Para el resto del trabajo que no sea una cita textual de esta obra se utilizará el sistema de romanización Pinyin. Las traducciones del chino al español y del inglés al español son de la doctora Hosne. En este trabajo hemos retocado su traducción).

La autora (a quien agradecemos facilitara el texto completo), desarrolla aquellos aspectos del contenido del Tianzhu shiyi que considera que reflejan los intentos y modos de establecer una ortodoxia y que, paralelamente, señalan las doctrinas heterodoxas y/o heréticas. Un aspecto fundamental reside en la apelación de Ricci a la razón (li), antes que a los misterios de la fe, para construir el concepto de ortodoxia, en tanto única enseñanza válida, junto con aquellas que deben ser abandonadas por heterodoxas o heréticas. En efecto, la razón constituye el núcleo de los argumentos aristotélico-tomistas presentes en el catecismo, orientados a ubicar al cristianismo -en armonía con el confucianismo- como única enseñanza válida, en contraposición al budismo y al daoísmo.

Ricci y sus intentos de aproximación a la élite confuciana

Para fundamentar estas hipótesis, la doctora Hosne se centra en el proceso de aproximación de Ricci a la élite confuciana en la última década del siglo XVI, dado que este giro permite comprender el origen de la interpretación ricciana de un confucianismo compatible y en armonía con el cristianismo. Este confucianismo, tal como Ricci lo interpretó, resulta un pieza fundamental en este proceso de construcción de una doctrina o enseñanza ortodoxa que el jesuita desplegó a lo largo de las páginas de su Tianzhu shiyi.

En su crónica, Storia dell´Introduzione del Cristianesimo in Cina, editada por el padre Pasquale D´Elia, Ricci narra la historia de la entrada de los jesuitas a China. El método de evangelización de los padres de la orden ignaciana estuvo condicionado, desde un principio, por las directivas del Visitador General de la Orden en Oriente, Alessandro Valignano (1539-1606), que establecían como principal objetivo el conocimiento previo de la cultura de los gentiles para luego transmitir la doctrina cristiana en sus propios términos. (Para más información de estos temas, ver Joseph Sebes, “The precursors of Ricci”. En Uhalley, S. JR. and Xiaoxin Wu (Ed.), China and Christianity. Burdened Past. Hopeful Future, M.E. Sharpe. New York, 2001).

¿Inculturarse en el budismo o en el confucionismo? El conflicto Ruggieri – Ricci

Dado que el budismo era la religión más popular en China, los padres Ruggieri y Ricci entraron a China continental vistiendo las ropas de monjes budistas. Así lo hicieron por doce años, lo que generaba confusión por parte de los chinos quienes creían que la religión de los padres era una de las tantas ramas del budismo. Pero este intento no fue exitoso; años más tarde Ricci consideró que el budismo no era más que un conjunto de supersticiones diabólicas y de falsedades.

Años más tarde, cuando escribía su crónica, Ricci ofrecería su visión de las tres enseñanzas (san jiao), de manera más sistemática. En el capítulo IX del Libro I de su crónica, Ricci se detiene a analizar las supersticiones y abusos de las sectas, tal como el jesuita denominaba al confucianismo –al que luego alejará de esta categoría-, budismo y daoismo, haciendo referencia a “l´infermitá di questo popolo”, ya que vivivían en la oscuridad de la gentilidad. Ricci describe las principales características de las tres sectas o leyes. A los ojos de Ricci, el budismo y el daoismo eran abominables. El budismo no era más que un conjunto de supersticiones diabólicas y de falsedades, pues los budistas confunden el cielo y la tierra, y el Paraíso con el Infierno. Además son idólatras: poseen muchísimos templos, suntuosos y grandes, plagados de ídolos de bronce y de madera.

Según la doctora Hosne, el paso del tiempo mostró a Ricci que sería más fructífero concentrar sus estrategias evangelizadoras en la élite imperial, la de los letterati (los intelectuales para Ricci) confucianos, abandonando por completo cualquier intento de entenderse con los budistas. Los letterati, explica Ricci, se habían convertido en pilares del orden imperial chino, desde hacía siglos. Específicamente, cuando durante la dinastía Han (206 a.C. – 220 d.C.) se había difundido el culto a Confucio por todo el territorio imperial.

La pregunta que surge es cómo Ricci logra ubicar al confucianismo lejos del plano de las sectas gentiles. El jesuita llevaba ya doce años en el imperio de la dinastía Ming, a lo largo de los cuales había entablado un diálogo fluido con los graduados confucianos, la élite imperial, ante la cual se había presentado como un letrado proveniente de occidente. Ricci no consideraba al confucianismo una secta o ley –religión-, sino una Academia para el buen gobierno de la República, cuyos preceptos morales no eran contrarios a la fe católica.

La conversión de los intelectuales confucianos

De esta manera, los letterati confucianos iban a convertirse, a lo largo de la estancia del jesuita en China, en sus principales interlocutores, ya que los encontró ávidos del conocimiento científico de occidente. Y eran ellos los que Ricci buscaría convertir al cristianismo bajo una política de conversión que él mismo resumía bajo la expresión “pocos, pero buenos”.

En efecto, la conversión se haría desde la cima, y con ese fin Ricci se concentraría en el emperador y en los letterati, la élite confuciana. Era una conversión duradera la que Ricci deseaba, y concentrarse en la élite imperial era una garantía para un método que no consideraba el número de conversos una prioridad.

Las investigaciones de Hosne muestran que los intentos de Ricci por entender la civilización china e introducir el cristianismo en la élite lo llevaron a la lectura y estudio de los clásicos chinos, especialmente los de tradición confuciana. De su estudio de los clásicos, Ricci concluyó que los antiguos confucianos eran monoteístas dado que ellos habían adorado a Dios en la figura de cielo (tian) o Señor de lo Alto (Shang di), quien de forma omnisciente y omnipotente recompensaba la virtud y castigaba el mal.

Y así Ricci lucharía por rescatar elementos de un supuesto confucianismo monoteísta antiguo que, en su opinión, había sido desvirtuado por la presencia del neoconfucianismo, de fuertes bases budistas y daoistas. Ricci hacía explícito este repudio a través de una manifiesta simpatía hacia un sector de letterati confucianos ortodoxos que atacaban fuertemente al neoconfucianismo; esta condena está muy presente en el Catecismo de Ricci. La “ortodoxia” confuciana de un sector de graduados reflejaba una marcada oposición a la presencia y al poder de los eunucos budistas en la política imperial. De esta forma, el rechazo al budismo se tradujo en un rechazo al libre acceso al palacio por parte de los influyentes eunucos. Ricci mostró su simpatía abiertamente a este grupo de marcada oposición, que se concentraba en la academia Donglin.

Dios se reveló a los chinos en Confucio

En definitiva, para Ricci no había dudas de que la religión original de China antes del advenimiento del daoismo y el budismo era monoteísta, y que el verdadero Dios no era ajeno a los chinos, que habrían sido destinatarios de la revelación divina. Por esta razón, Ricci y sus sucesores hablaban del Verdadero Señor del Cielo (Tian zhu) junto con el término Señor de lo Alto (Shang di). Ellos reconocían a un Ser Supremo, mientras el emperador estaba a cargo de los ritos y sacrificios a los espíritus de las montañas, ríos y a los antepasados.

Esto no constituía un problema a los ojos de Ricci, dado que todos estos espíritus estaban subordinados a ese Ser Supremo. De todas formas, como el siglo XVII lo demostraría, el tema de los ritos sería realmente controvertido. Ricci y algunos jesuitas que lo sucedieron se ampararon en el hecho de que la esencia de los ritos, que incluían el culto a los antepasados, al emperador y a Confucio, no era religiosa. Y eran muy concientes de que si se oponían a ellos sólo podrían esperar pocas conversiones.

Este confucianismo, tal como fue concebido por Ricci, ha sido motivo de análisis de destacados estudiosos.

El experto en religiones en China, Lionel Jensen Manufacturing Confucianism, Duke University Press. USA, 1997, sitúa al confucianismo como punto de unión entre China y Occidente y, más específicamente, entre los jesuitas y China, a partir del cual el confucianismo se concibe como terreno compatible con la moral occidental.

El acercamiento de Ricci a la élite confuciana en la última década del siglo XVI marcó su presencia en el imperio Ming de manera irreversible, según Hosne. Este giro representaba un cambio cualitativo no sólo en cuanto a su estrategia de conversión, como hemos señalado más arriba, sino en relación a su ámbito de pertenencia y sociabilidad, su reconocimiento dentro del imperio y su mismo estilo de vida. Sus principales amigos confucianos, muchos de las cuales se convirtieron al cristianismo, acompañaron a Ricci en la redacción de sus obras siendo al mismo tiempo sus principales destinatarios.

Este confucianismo que Ricci construye, compatible y en armonía con el cristianismo, resulta un pieza fundamental en este proceso de construcción de una doctrina o enseñanza ortodoxa que el jesuita despliega a lo largo de las páginas de Tianzhu shiyi.
Historia de los Catecismos en China

Si para Ricci el confucianismo puede armonizarse con el cristianismo, ¿qué lugar ocupa la razón, la capacidad de elaboración intelectual, en la construcción de la doctrina cristiana inculturada? Será necesario situar los catecismos en el contexto de los debates entre inculturación en el budismo o en el confucianismo de los jesuitas.

Analiza la doctora Hosne el lugar central de la razón (li) en el desarrollo de los capítulos de la doctrina de Ricci, especialmente en aquellos orientados a establecer de manera argumentativa cuál es el camino que conduce a la ortodoxia (la verdadera religión), en tanto única enseñanza posible, y cuál es el de la herejía u enseñanzas heterodoxas, como el camino a evitar.

El Catecismo de Riggieri de 1584

La primera obra impresa en China por los jesuitas fue Tianzhu shiyi o Verdadera doctrina del Señor del Cielo: entre la razón y la fe de 1584. Este libro representó un primer intento de explicar los principios fundamentales del cristianismo en idioma chino. Fue atribuido prácticamente en su totalidad al Padre Michele Ruggieri, aunque el erudito Pasquale d´Elia demostró que éste no estaba capacitado para su redacción en chino, recurriendo a intérpretes para dicha tarea.

Con el tiempo surgió la necesidad de redactar otro catecismo. En efecto, el visitador de la orden en Oriente, el padre Alessandro Valignano, nunca había estado satisfecho con esta doctrina cristiana compuesta por Ruggieri, quien había utilizado términos del budismo en forma excesiva. En 1593 Valignano delegó en el padre Matteo Ricci - no sin cierta premura- la composición de una doctrina orientada a los litterati confucianos. Esto implicaba eliminar la mayoría de los términos budistas presentes en la doctrina de Ruggieri de 1584.

El Catecismo de Ricci de 1603

Ese mismo año de 1593, Ricci emprendió – por indicación de Valignano - la traducción de los Cuatro Libros confucianos con el objetivo de extraer aquellos contenidos de la cultura china que ahora lo convocaban, de acuerdo a estas directivas de Valignano. La traducción de los Cuatro Libros se completó en 1594, y luego Ricci se dedicó a la composición de una doctrina.

Entre 1596 y 1601 – según Hosne - el manuscrito circuló entre los confucianos allegados al jesuita. Gran parte de su contenido condensa conversaciones y debates que Ricci había mantenido con ellos en las –en esa época tan en auge- academias (shu yuan) en torno a distintos temas, como la vida futura, el ayuno, la recompensa o castigo después de la muerte, entre otros.

El traductor del catecismo al inglés, Edward Malatesta, define a La Verdadera Doctrina del Señor del Cielo como un diálogo preevangélico ya que, para acercarse al confucianismo, Ricci evitó las referencias a las “Revelaciones” como elementos de fe.

Buscó imitar el estilo de las Analectas de Confucio (Lun yu), a través del recurso del diálogo en base a preguntas y respuestas, en este caso entre un graduado chino que realiza las preguntas, y un graduado occidental - el mismo Ricci - que le responde a través de argumentaciones.

El lugar de Dios (Shang di) y de la razón (li) en la construcción de la verdadera doctrina

Respecto al análisis del catecismo de Ricci de 1603, Tianzhu shiyi, hay dos coordenadas en los que situar sus contenidos: una de ellas es el concepto equivalente para Dios, esto es, Shang di (el Señor de lo Alto) en la tradición confuciana y su supuesto monoteísmo primitivo, o Tian zhu (el Señor del Cielo) como el término acuñado por los jesuitas.

La segunda coordenada es la centralidad de la razón, como piedra de toque de la argumentación de Ricci. El cristianismo está más de acuerdo con los principios de la razón humana que las enseñanzas budistas, daoistas y neoconfucianas que son más irracionales y por ello, heretodoxas o heréticas. El análisis de estos elementos nos conducirá al manifiesto interés de Ricci de establecer una ortodoxia (zheng), es decir, un único dogma, y paralelamente, trazar el camino de los desvíos de la heterodoxia o herejía (xie).

La razón (li) es la piedra de toque de este propósito que recorre los capítulos de Tianzhu shiyi. En este sentido, -seguimos a Hosne - puede decirse que si bien se ha enfatizado en gran medida el conocimiento de Ricci de los clásicos chinos y del confucianismo en particular, es cierto que este conocimiento se articula siguiendo fielmente los principios de la teología jesuita, la cual sistematiza la teología escolástica a partir del tomismo como su fundamento teológico- filosófico.

Escribe Hosne: “Ricci no sólo está lejos de ser una excepción en esta continuidad, sino que además introduce esta tradición tanto en su confrontación dogmática y filosófica con sus interlocutores chinos, como en sus escritos doctrinales”.

La espina dorsal del Catecismo de Ricci de 1603

Será necesario hacer un rápido recorrido por la columna vertebral del Catecismo para justificar estas hipótesis. El Catecismo se abre con una introducción, en la cual Ricci se presenta y luego menciona su explícito propósito de comunicar la doctrina del Señor del Cielo.

La estructura de la obra se divide en dos partes, de cuatro capítulos cada una. El primer capítulo de la Parte Primera trata sobre las pruebas de la existencia de Dios creador. Hay un explícito propósito de ofrecer una explicación de la doctrina del Señor del Cielo basada únicamente en la razón. Paralelamente, se manifiestan las primeras críticas de Ricci al concepto daoista de la nada y el de vacío de los budistas. En el segundo capítulo Ricci continúa con los argumentos contra el concepto de la nada y el vacío, que están en discrepancia con la doctrina del Señor del Cielo.

El tercer capítulo trata sobre la inmortalidad del alma, a partir de la distinción del alma humana respecto a la de los pájaros y las bestias. El cuarto capítulo continúa el diálogo sobre la inmortalidad del alma e introduce la existencia de seres espirituales y su jerarquía, contra la creencia de una unicidad orgánica de todas las cosas.

En la segunda parte, el quinto capítulo comienza con un ataque a las falsas enseñanzas de los budistas sobre la reencarnación. Luego, en el capítulo sexto, Ricci intenta demostrar la existencia del Paraíso y del Infierno como destinos del bien y el mal respectivamente después de la muerte. El capítulo séptimo trata sobre la bondad de la naturaleza humana, un tema nodal en la historia del pensamiento chino desde Confucio y Mencio (371-289 a.C).

En el capítulo octavo, Ricci desarrolla la doctrina sobre el Génesis, la Encarnación y los Santos Evangelios. También explica el propósito de la sociedad a la que él pertenece –la Compañía de Jesús-, cuyos miembros viajan para comunicar la doctrina del Señor del Cielo a todas partes del mundo. Por último, en sus últimas páginas, la Verdadera doctrina del Señor del Cielo se orienta como guía para la aceptación de la fe cristiana y el bautismo.


Ricci: un esfuerzo por inculturar ciencia y religión en la China Imperial
La superioridad de la racionalidad de occidente frente a oriente

A continuación expondremos los principales aspectos relacionados con el lugar central de la razón como núcleo argumentativo para establecer una doctrina o enseñanza ortodoxa (zheng), y a su vez señalar las que se alejan de esta ortodoxia (recta doctrina), orientándose hacia la heterodoxia o herejía (xie). Antes de comenzar a desarrollar los argumentos en cada uno de los capítulos, Ricci hace manifiesto este propósito, y declara: Mi explicación sobre la Doctrina del Señor del Cielo estará únicamente basada en la razón.

La existencia del Señor del Cielo

El primer capítulo está dedicado a demostrar la existencia de Dios la cual, según Ricci, puede probarse a través de la razón, tal como sostiene frente a su interlocutor chino. La existencia de Dios como ser supremo y creador comienza a desarrollarse a partir del argumento de que ninguna cosa se crea a sí misma. Y frente a la pregunta del graduado confuciano sobre quién creó, entonces, al Señor Supremo, Ricci responde: Él es la fuente de todas las cosas. Si alguien lo creara, dejaría de ser el Señor Supremo…El Señor Supremo es la razón por la cual las cosas son. Y nos referimos a Él como causa activa y causa final; no es causa formal… No es parte de la materia.

Según la investigadora Ana Carolina Hosne, esta es la primera referencia en idioma chino a las cuatro causas aristotélicas, propias de la filosofía escolástica, gracias a la traducción de Ricci. (La Metafísica aristotélica parte de la explicación de que el conocimiento es siempre conocimiento por las causas; distingue la causa formal, la material, la eficiente – o activa-y la final. Cfr. Aristóteles: “Metafísica”, edición trilingüe, Editorial Gredos. Madrid, 1967). La explicación sobre Dios creador conduce a Ricci a realizar las primeras críticas al concepto daoista de la nada y el de vacío de los budistas. Las argumentaciones de Ricci, suscitan el interés del graduado chino, quien, al final del primer capítulo, desea escuchar toda la doctrina acerca del Señor del Cielo.

En el segundo capítulo, Ricci continúa su ataque a los conceptos del budismo y el daoismo mencionados más arriba. Dice: Sobre la nada (wu) –según Lao zi- y el vacío (kong) –se refiere a los budistas-, están en discrepancia con la doctrina del Señor del Cielo. Y por este motivo, según Ricci, se debe usar la razón para iluminarlos.

Respecto a estas críticas al budismo y daoismo, desplegadas en las argumentaciones que prueban la existencia de Dios creador, es pertinente –para Hosne - hacer una breve mención a la Colección de escritos de la sagrada dinastía contrarios a la heterodoxia (Sheng chao bo xie chi).

Se trata de una colección de escritos anticristianos de 1640, mayormente budistas. Entre ellos, los escritos de los budistas Fei Yin y Ju Chun resumen algunos puntos de la doctrina cristiana tal como Ricci la presenta en Tianzhu shiyi (Cfr. Lancashire, Douglas. “Anti-Christian Polemics in Seventeenth Century China”, en Church History, Junio 1969. Vol. 38, No. 2, p. 239, Lancashire expone todas las refutaciones de los autores de estos escritos a muchos conceptos fundamentales de la doctrina cristiana, como la creación, la reencarnación, entre otras, en el contexto de una actitud crítica frente a los misioneros jesuitas en China).

Las críticas de Ricci a la nada y al vacío del budismo

Respecto a los conceptos de la nada (wu) y el vacío (kong), Ju Chun señala que las críticas de Ricci a estos dos conceptos demuestran su ignorancia en la comprensión de ambos, en el sentido que ellos utilizan esos términos para denominar a la realidad última no porque sea literalmente nada, sino porque es indescriptible.

En un diálogo que se continúa día a día, siguiendo la modalidad dialógica confuciana –recordemos también la socrática-, en el capítulo tercero de la Primera Parte Ricci se refiere a la inmortalidad del alma. Dice: Cuando llegué a China, escuché que el alma deja de existir como la de pájaros y bestias. Todas las religiones y reinos del mundo saben bien que el alma no se extingue.

La traducción de Ricci del concepto de causa (zhi) no es el que se usa actualmente (yin). Luego, Ricci establece las tres clases de alma: vegetativa, sensitiva e intelectiva, de acuerdo a los principios aristotélicos que toma la tradición escolástica. El alma intelectiva es superior; es la que posee sólo el hombre, y que incluye a las otras dos. Aunque el cuerpo del hombre desaparezca – prosigue Ricci- su alma es inextinguible porque ella no depende del cuerpo. Y aquí el jesuita argumenta, que, de no ser así, ¿de que servirían los ritos chinos a los antepasados? Y, en segundo lugar, si el alma se redujera a la nada, ¿cómo puede el Señor del Cielo recompensar o castigar a las almas buenas o malas?

El alma inmortal en el Catecismo de Ricci de 1603

Siguiendo el método de diálogo del Catecismo, el ficticio graduado confuciano interlocutor de Ricci comprende, al final de este tercer capítulo, la enseñanza sobre la inmortalidad del alma. Vale decir en este sentido que el tema de la inmortalidad del alma, tan propio de la tradición occidental cristiana, no fue algo que los chinos –ni siquiera los graduados confucianos-llegaron a creer jamás.

En los Sheng chao bo xie chi, los escritos del monje budista Chu Hung titulados Acerca del Cielo ofrecen una crítica sistemática al cristianismo, donde se señala lo absurdo de la creencia cristiana de la inmortalidad del alma.


El graduado occidental –es decir, el mismo Ricci- sostiene que las falsas doctrinas que engañan a la gente –budismo y daoismo- son difíciles de erradicar. Los graduados confucianos deben por lo tanto, usar la razón para condenar la herejía (xie), y explicar lo más fielmente posible la naturaleza de los seres espirituales. Ricci prosigue, argumentando que es mejor ver las cosas a través de la razón, antes que con los ojos, porque los ojos pueden equivocarse, mientras la razón no.

En el quinto capítulo del Catecismo, Ricci impugna algunos principios del budismo, como la transmigración del alma. Sostiene que, de haber una existencia previa, la recordaríamos. A continuación Ricci se refiere al ayuno, algo que los chinos no entendían, y que resulta esencial según lo establecido por el dogma cristiano. Según el jesuita, el ayuno está ligado directamente a la virtud, y a evitar la lujuria, el deseo más virulento de todos. Pero esa no es su única finalidad: Si no hay excesos de comida y bebida, todo el cuerpo se subsume en la facultad racional, y luego el deseo se subsume a la razón. Esta es la segunda verdad sobre el ayuno.

Racionalidad de la ética cristiana en el Catecismo de Ricci de 1603

El tema del ayuno lleva a Ricci a establecer cuáles son los propósitos de este mundo. Aclara al graduado confuciano que este mundo no es para divertirse; por el contrario, es un mundo de sufrimiento, en el cual el tiempo para cultivar la virtud es escaso. El hombre superior (jun zi) es el que cultiva su mente y se regocija con las acciones morales.

Siempre restringe su felicidad física, porque la felicidad de la conducta moral es la felicidad del alma. Y para ello, uno debe librarse primero de los placeres de la boca y el estómago. Luego de esta explicación, el graduado confuciano finalmente entiende el sentido del ayuno.

En el sexto capítulo la conversación gira en torno al bien y el mal, y a la consecuente recompensa o castigo en el Cielo o Infierno respectivamente. El graduado chino dice que el hombre hace el bien sin un motivo ulterior. Para Ricci, esto responde a otras escuelas, pero no a la confuciana. Si el confucianismo considera a la sinceridad como el fundamento para la rectificación de la mente, para su regulación, para el ordenamiento del estado y la paz en el mundo ¿Cómo podemos decir, entonces -pregunta Ricci- que no hay un motivo (ulterior)?

Opina el graduado chino que, en cualquier caso, el bien recompensará el bien y el mal recompensará al mal, pero esta recompensa se encuentra en esta vida. Si no la encuentra uno mismo, entonces, lo harán los hijos o nietos. Por lo tanto no hay necesidad de introducir la idea de Cielo e Infierno.

¿Existen el Cielo y el Infierno?

A ésto Ricci contesta que hay que creer en el Cielo y en el Infierno desde la razón, y para eso esboza algunos argumentos. En primer lugar, las recompensas en este mundo son muy pequeñas e inadecuadas para el mérito de la virtud cultivada en forma sincera, e insuficientes para que el Señor de lo Alto recompense dicha virtud. Aunque los hombres virtuosos no buscan recompensas, ¿dudaría el Señor de lo Alto en recompensarlos?

En definitiva, concebir al Cielo y al Infierno a partir de las recompensas y castigos desde la razón implica, según Ricci, entender que nada en esta vida – terrena- va a satisfacer enteramente las metas del hombre y, por lo tanto, éste va a estar siempre insatisfecho. Segundo, la naturaleza del hombre, en cuanto a su deseo de saber y su bondad, está limitada en esta vida. Tercero, la virtud es el tesoro más precioso de este mundo; y si una persona no es recompensada con la eterna bendición del Cielo, no será bien recompensada nunca. Y lo mismo ocurre a la inversa con el Infierno y quienes deben ir allí porque hicieron mal en esta vida.

El jesuita concluye, para dar sustento a sus argumentos: La gente, tanto en Oriente como en Occidente, no tiene dudas con respecto a esta doctrina…registrada en los escritos canónicos sagrados del Señor del Cielo. Los que se oponen definitivamente no pueden ser hombres superiores.

El mundo como hogar y la bondad humana


El graduado chino considera estas enseñanzas como un hogar, y pregunta al graduado occidental qué sendero conduce a ese hogar. A esto Ricci responde: “El camino correcto está lleno de escollos, mientras que el camino heterodoxo (xie lu) es abierto y amplio. Hay que ser cuidadoso, porque las apariencias de los caminos pueden engañar”.

En el séptimo capítulo, la discusión gira en torno a la bondad de la naturaleza humana. Aquí Ricci presenta uno de los grandes temas de continuo debate en la historia del pensamiento chino, que remite a Confucio y a Mencio (371- 289 a.C.?). El graduado chino sostiene que, de sus lecturas de Confucio, nunca encontró unanimidad respecto a la bondad de la naturaleza humana. Según Ricci, si uno quiere saber si la naturaleza humana es buena o no, debe primero discutir qué entiende por naturaleza y luego qué entiende por bien y mal.

Nuevamente, desde el aristotelismo, Ricci define al hombre como una criatura que goza de razón, y eso es lo que lo distingue de las piedras, de la vegetación y de los animales. Respecto a la pregunta sobre si la naturaleza humana es buena o no, Ricci despliega sus argumentos. Si los sentimientos humanos son todos ellos creados por el Señor del Cielo, y si la razón los domina, entonces son todos buenos; ergo, la naturaleza humana es buena por naturaleza.

Pero luego se observa que las acciones de los individuos varían cuando entran en juego las pasiones. Prosigue: Cuando el Señor del Cielo otorgó la naturaleza al hombre, éste fue capaz de hacer tanto el bien como el mal. Dado que es el hombre el que puede tomar o rechazar el bien, entonces el bien se vuelve mérito del hombre. Y ese es el mérito de la virtud. Aunque la naturaleza humana sea fundamentalmente buena, uno no puede decir que todos. A la luz del idealismo de Mencio, la naturaleza humana es esencialmente buena. Los hombres son buenos. Sólo aquellos que son virtuosos pueden ser llamados buenos.

El ficticio graduado chino del diálogo concluye, luego de estas reflexiones, que anteriormente los graduados confucianos estudiaban a los sabios y se volvían sabios ellos mismos. Pero por mucho tiempo no ha surgido ninguno; y es dudoso que las enseñanzas presentes les pertenezcan. En consecuencia, el graduado chino pide al graduado occidental instrucciones detalladas para seguir el camino correcto (dao)”.

Ejercicios de San Ignacio para confucianistas

Y Ricci – o la figura del graduado occidental- le responde: ¿Cómo puedo negarme a proveerte enseñanzas de Occidente? Puedes tomarlas o dejarlas en la medida de lo que te parezca. El significado de la palabra enseñanza es tan amplio, que abarca ortodoxia o heterodoxia, lo grande y lo pequeño… Pero estoy seguro de que no estás preguntando sobre heterodoxia.

Ricci le sugiere utilizar las reglas de su “humilde Compañía”, haciendo implícita referencia a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: Si deseas erradicar las raíces del mal y ubicarte del lado del bien, lo mejor que puedes hacer es utilizar las reglas de mi humilde Compañía, y examinarte a ti mismo dos veces por día, reexaminando cada pensamiento a mitad del día… Si uno encuentra que fueron buenos, uno sigue luchando para continuarlos, y si fueron malos, uno se disciplina y los elimina.

Esta es la manera que Ricci encuentra para transmitirle al graduado chino lo que debe hacer para alejarse del mal; es el camino del remordimiento. La palabra dao (de la que toma nombre el daoismo) se refiere al camino moralmente correcto, no a la corriente de pensamiento. El que evita que los males hechos anteriormente no vuelvan a hacerse. Cuando la mente está limpia, deja lugar para la virtud. A través de sus argumentos, entonces, Ricci introduce la noción de libre albedrío de los seres humanos.

Servir a un Dios invisible

El supuesto graduado chino del Catecismo hace observar que servir al Señor del Cielo es servir a algo que uno no puede ver con sus propios ojos, mientras se pide que uno crea en enseñanzas y escritos de otros hombres -los Evangelios. Y si ese conocimiento no es claro –pregunta- ¿cómo puede determinar la dirección de nuestra mente?

Respecto a las enseñanzas del Señor del Cielo, responde Ricci, no se trata de las enseñanzas de un hombre ordinario; Él transmitió personalmente los escritos canónicos cuyo contenido difundieron los sabios (sheng) –los Padres de la Iglesia- de muchas naciones. Prosigue: Todo lo que se hace en el mundo se hace por amor; ¿por qué el amor hacia el Señor del Cielo habría de ser la excepción? Aquellos que aman al Señor del Cielo deben servirle, deben hacer que su obra se conozca, proclamar sus enseñanzas, difundir su santa doctrina y poner un freno a la heterodoxia.

A continuación Ricci señala que es necesario pedir protección y apoyo al Señor de lo Alto para alcanzar la virtud, dado que el deseo del hombre se cansa fácilmente y no alcanza a cultivarla con la sola fuerza de voluntad. El graduado chino pregunta si no hay otra manera, adorando la imagen de Buda y recitando las escrituras budistas.

Ricci le contesta: El problema es que actividades cómo éstas se alejan mucho de la vía ortodoxa. Cuanto uno más se entrega a este tipo de adoración y veneración heterodoxa, más serio será el crimen. Una familia sólo puede tener una cabeza; está mal que tenga dos. Un reino sólo puede tener un soberano. El Universo también está controlado por un solo Señor. Los confucianos desearían librar a China de los budistas y daoistas, y sin embargo los vemos construyendo sus templos y adorando a sus ídolos… No puede haber dos verdades –o razones (li), (en chino en el original)- y que ambas sean correctas. Si la Religión del Señor de lo Alto es correcta, entonces, las demás no lo son….

Aquí vemos claramente el intento de Ricci de establecer una ortodoxia, una única verdad o enseñanza. Hacia el final del séptimo capítulo, éste vuelve a afirmar que hay una sola verdad, y el camino (dao) reside en creer en esa verdad. El supuesto graduado chino, en respuesta, espera que aquél le enseñe el camino correcto.

La teología dogmática del Catecismo de Ricci de 1603

En el capítulo octavo, tal como señalamos en la introducción, es donde Ricci transmite los contenidos dogmáticos propios de un catecismo. No sólo introduce la Encarnación y los Evangelios, sino que además habla del celibato del clero, algo que para los chinos resultaba incomprensible. Explica también por qué el Señor del Cielo nació en Occidente. Allí todos los soberanos tienen especial cuidado en la necesidad de preservar la transmisión ortodoxa del camino.

La herejía y las falsas enseñanzas no pueden ganar adeptos en esos países. Aquí Ricci menciona y explica la triple autoridad del Papa –en tanto cabeza de la Iglesia, de “jurisdicción” como pastor universal de la fe, y en asuntos temporales como gobernador de Roma. Todos los estados juran alianza con él.

Después, -continúa- hay asociaciones de hombres que viajan, como a la que yo pertenezco, que toma el nombre de Jesús (je su). Está recientemente establecida –prosigue-; todos los reinos están ansiosos por tener a sus miembros para enseñar y guiar a sus hombres y niños hacia el verdadero camino.

Lo que aún confunde al ficticio graduado chino del diálogo es la idea de celibato de los miembros de la orden ignaciana. Y pregunta cómo puede ser nocivo el matrimonio para alguien que quiere hacer público el camino e incentivar a la gente hacia la virtud.

Aquí son observables los tintes agustinianos en la argumentación de Ricci, cuando marca una clara distinción entre la vida laica y aquella seguida por los monjes. En primer lugar, dice Ricci –el graduado occidental- el matrimonio es para tener hijos y establecer una familia; para mantenerla se debe tener aspiraciones a bienes y riquezas. Pero para cultivar la virtud, como ellos deben hacer, hay que sacrificar la riqueza. En segundo lugar, un hombre entregado a la pasión está sumergido en la oscuridad, pero una persona que ha elegido ser casta ve con mayor claridad.

Entonces – prosigue los miembros de mi humilde Compañía sacrifican su legítima riqueza para persuadir a la gente de no perseguir riquezas injustas ni dejarse llevar por la avaricia; se dedican a… cultivar el Camino y renunciar al goce de la sexualidad para persuadir a la gente de no dejarse tentar por pasiones impropias.

El graduado occidental insiste en la idea de que la santa religión del Señor del Cielo busca hombres de valor que viajen hasta el más remoto rincón del planeta con el objetivo de explicar los principios del camino, defenderlos contra la injuria…erradicar enseñanzas heterodoxas y siempre preservar la tradición ortodoxa de la Santa Iglesia. Es por eso que los graduados occidentales están más involucrados en heredar el camino que en procurarse progenie, y su humilde sociedad no tiene otro fin que el de difundir el camino ortodoxo por todos los rincones de la tierra -dejando así en claro las pretensiones universales del cristianismo.

Universalidad del mensaje de Jesús

El graduado confuciano del diálogo fingido, después de escuchar al graduado occidental (Ricci), entiende que el Señor del Cielo proclama la buena noticia, los mandamientos y su camino para todo el mundo. Él es sin duda el compasivo padre de toda la humanidad. Pero entonces, pregunta, ¿cómo puede soportar que aún vivamos en la oscuridad? ¿Por qué no baja Él mismo a la tierra para guiar a las personas que perdieron su camino?

Esta pregunta permite a Ricci introducir la Encarnación. El graduado occidental le responde que en un principio, cuando el mundo fue creado, el hombre estaba libre de enfermedad y muerte. Pero la naturaleza del hombre ha sido dañada. Entonces el Señor del Cielo, actuando con gran compasión, descendió Él mismo a este mundo para salvarlo y experimentó todo lo que experimentó el hombre. El nombre del Señor de lo Alto en la tierra –explica- es Jesús (je su). Él dejó sus enseñanzas por treinta tres años en Occidente, y luego volvió al Cielo.

El personaje del graduado confuciano pide pruebas de estos hechos. De lo contrario, ¿cómo es que la gente en ese momento no notó que Jesús no era un hombre? El graduado occidental trae a colación el significado de la palabra “santo” (sheng), y señala que en Occidente las reglas que otorgan el título de santo son mucho más estrictas que en China, donde tienen significado de sabio. Un santo es alguien que adora al Señor del Cielo y cuyas palabras no pueden ser igualadas por el resto de los hombres.

En otros tiempos -continúa-, había muchos santos y hace miles de años ellos registraron con detalle en los escritos canónicos que el Señor del Cielo nacería en la tierra, y fueron tan lejos como para pronosticar el momento de su nacimiento”(…)“(Jesús) Viajó mucho, instruyendo a la gente, cuando ordenó a los ciegos que vieran, ellos vieron…También ordenó a los muertos a volver a la vida, y así lo hicieron. Dado que sus acciones coincidían con los registros de los santos en tiempos antiguos, los escritos canónicos de tiempos anteriores fueron reunidos para que estas grandes enseñanzas fueran transmitidas a todo el mundo. Cuando terminó su prédica, Él ascendió al Cielo en plena luz del día….

El graduado confuciano concluye que no hay nada sospechoso en lo que concierne a las acciones del Señor del Cielo, pues todo concuerda. Y quiere tomar las enseñanzas del Señor del Cielo, lo que alegra mucho al graduado occidental, quien dice: la Santa Iglesia tiene…agua sagrada (sheng shui, término tomado del budismo) que usa para quienes traspasan la puerta…Cualquiera que siga este camino…recibirá el amor del Señor del Cielo. Será como un recién nacido.

Las últimas palabras del catecismo concluyen con la aceptación del graduado confuciano de que su cuerpo proviene del Señor del Cielo, aún siendo ignorante de su doctrina. “Gracias a ti –le dice al graduado occidental- bajo la Gran Dinastía Ming hemos recibido el deseo de nuestro Padre”.

Conclusión: el graduado confuciano fingido queda convencido

Como conclusión a todo lo dicho, la doctora Hosne expone que “A lo largo de este análisis por capítulos, hemos intentado demostrar cómo es siempre a través de la razón que Ricci puede responder satisfactoriamente las preguntas de su interlocutor, estableciendo cuál es el camino para la ortodoxia, la enseñanza correcta, y cuál es el de la herejía u enseñanzas heterodoxas, el camino a evitar. En este sentido, en el capítulo octavo – en contraste con los anteriores- la razón como piedra de toque para la construcción de una ortodoxia/heterodoxia pierde centralidad, para dar lugar a un mayor contenido catequético”.

Presencia de Ricci en China.
Presencia de Ricci en China.
Las fronteras entre la razón y la fe en el Catecismo de Ricci

Siguiendo el hilo argumental de la doctora Ana Carolina Hosne, nos hemos acercado al Catecismo de Ricci. Cree que la doctrina de Confucio está más cerca de la fe cristiana. Pero apunta que el cristianismo aporta mayor carga de racionalidad a las creencias.

Este discurso nos hace aproximarnos a una cuestión íntimamente relacionada con las páginas de Religiones de Tendencias21: ¿dónde poner la línea divisoria entre razón y la fe? Este punto es muy importante porque atraviesa los intentos de Matteo Ricci en 1603 por construir una ortodoxia, una doctrina verdadera y razonable. Y esto lo encuentra a la luz de algunas referencias a la obra de Santo Tomás, tanto en la Summa Theologica como en la Summa contra Gentiles.

En los ocho capítulos del Catecismo de Ricci, asistimos a un encuentro intelectual entre un graduado confucionista fingido y un graduado occidental (que es el mismo Ricci). Y el puente entre ambos se establece sobre aquellas verdades que son justificables por medio de la razón.

Racionalidad de las creencias cristianas

El graduado occidental – Ricci-, busca constantemente justificar la racionalidad de la existencia de Dios a su interlocutor chino. Es muy importante referirse al delgado hilo que separa la inteligencia y la creencia, la religión y la filosofía. La autora de este estudio analiza esta distinción entre razón y fe, implícita en los intentos de Ricci por construir una ortodoxia, a la luz de algunas referencias a la obra de Santo Tomás.

Resulta pertinente, como principio metodológico previo, tomar en consideración la distinción tomista entre articuli fidei y preambula fidei expuestos en la Summa Theologica: La existencia de Dios y otras verdades análogas que acerca de Él podemos conocer por discurso natural… no son artículos de fe (articuli fidei), sino preámbulos a los artículos (preambula fidei), y de esta manera la fe presupone el conocimiento natural y la perfección, lo perfectible (Suma Teológica, I, q.2, a.3).

Previamente, sin embargo, Santo Tomás de Aquino aclara: La existencia de Dios es un artículo de fe. Pero lo que es de fe no se puede demostrar, porque la demostración hace ver, y la fe es de lo que no vemos… Por consiguiente, aunque la existencia de Dios no sea verdad evidente respecto a nosotros es, sin embargo, evidente por los efectos que conocemos (Summa Theologica, I, q.2, a.2).

De acuerdo a esto último podemos pensar que el Catecismo de Ricci, tomando como referente la Summa Theologica, se extiende al ámbito de lo que Tomás llamaba los preambula fidei, orientados a aquellas verdades que son demostrables por la razón, y que no dependen del conocimiento natural, como los artículos de fe. Es sólo en el último capítulo donde Ricci hace referencia a la Encarnación y a los Santos Evangelios que proclaman la existencia de Dios en la tierra; es decir, a todo aquello que no es demostrable a través de la razón sino que es evidente por la fe. Y es aquí donde Ricci ya no habla de razones, sino que habla de las pruebas de los santos.

En el Libro Primero de la Summa contra Gentiles puede también observarse la relación entre razón y fe. En primer lugar, dice Santo Tomás: La verdad racional no contraria a la verdad de la fe cristiana (Summa contra Gentiles, Libro I, cap. VII).

Prosigue: Aunque la citada verdad de la fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, no por eso las verdades racionales son contrarias a las verdades de la fe. Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero, que no hay posibilidad de pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado tan evidentemente por Dios.



Fe y razón miran hacia el mismo objeto

En síntesis, podemos esbozar la idea de que es a partir de y desde esta distinción entre razón y fe que Ricci intenta construir una ortodoxia, en la cual la razón predomina por sobre la fe. No obstante, Ricci estaba lejos -y difícilmente se puede decir que lo haya logrado- de ejercer una influencia que no sólo le permitiera establecer una ortodoxia, sino también dictaminar -con el reconocimiento de sus interlocutores chinos- cuáles eran las sectas heréticas u heterodoxas. Sin duda, para Ricci lo eran el budismo y el daoismo; del budismo, lo irritaban sus ídolos y templos donde adorarlos, mientras que el daoismo albergaba en su interior prácticas condenables, como la magia y la alquimia.

De esta manera, estas creencias se presentaban a ojos de Ricci como sectas indeseables – así se refería el jesuita a ambas corrientes. Por su parte, el neoconfucianismo era tan despreciable como aquellas enseñanzas heterodoxas, dado que contenía elementos de ambas y que representaba una degeneración del confucianismo primitivo.

Pero la razón a partir de la cual Ricci pretendía no sólo refutar sus principios, sino condenar a estas sectas como heterodoxas o heréticas, no fue herramienta suficiente para que fuera reconocida una ortodoxia cristiana. Esa ortodoxia que armonizaba con los preceptos de un supuesto confucianismo monoteísta antiguo que, a los ojos de Ricci, haría del ideal de un cristianismo universal una realidad.

Conclusiones

Fe y Razón; confucianismo y cristianismo. Creencia y ciencia. ¿Qué conclusiones se pueden deducir de todo lo dicho? ¿Es posible este intento de creación de una ortodoxia cristiana y de las consecuentes heterodoxias o herejías como una expresión de deseo? Y esto no sólo por el débil y escaso arraigo de la doctrina cristiana a pesar del empeño de los padres.

Hemos intentado demostrar en estas páginas cómo un jesuita, Matteo Ricci, intentó transmitir en China las verdades de la fe cristiana, principalmente a través de la razón, llevando consigo la tradición argumentativa occidental propia de la escolástica.

La forma en que Ricci se aproximó a sus interlocutores chinos, buscando anclajes en un confucianismo que habría de crear e interpretar, es una prueba de la flexibilidad y capacidad de adaptación frente a los potenciales conversos que caracterizó a la Compañía de Jesús en el auge del expansionismo de las misiones, así como a sus destacados exponentes, tal como fue Matteo Ricci.

Como muestra de esta capacidad de adaptación, Ricci encontró en la razón una herramienta efectiva y necesaria como introducción a la verdad revelada. No se trató simplemente de aplicar los preceptos aristotélico-tomistas porque ellos eran, en gran medida, el fundamento de la educación de los jesuitas en el Colegio Romano. Ricci consideró que ellos eran adecuados para suscitar el interés, si bien tímido, de los confucianos en materia religiosa.

Esa conciencia de los elementos que podían ayudarlo comunicar los preceptos cristianos fue acompañada, en el caso de Ricci, por un profundo conocimiento del idioma chino y sus obras clásicas, como un anclaje necesario para revelarlos. La razón constituye, entonces, la herramienta que Ricci encuentra para transmitirlos a sus interlocutores, siempre enfatizando que todo aquello que se puede probar es verdadero. Y – de acuerdo con esta línea de razonamiento- lo verdadero es aquello que desplaza a todo lo demás, erigiéndose así como única verdad.

El intento de construir una ortodoxia, trazando una línea divisoria con todo lo que paralelamente se ubicaba del lado de la herejía u heterodoxia, remite directamente a ese anclaje que Ricci buscó en la legitimación de un supuesto confucianismo monoteísta primitivo. Ricci concibió al cristianismo en China en el marco de esa armonía con los preceptos confucianos, que por siglos habían moldeado la sociedad y el estado en la China imperial.

Sin embargo, todos los intentos de Ricci de acomodar el cristianismo en un imperio hermético que no necesitaba creer en una religión que no se hubiera gestado en su interior, no fueron comprendidos ni siquiera por sus hermanos en Occidente luego de su muerte en 1610. Lo que trascendió como Querella de los Ritos Chinos en el siglo XVII, a raíz de una fuerte crítica a la asociación del Dios cristiano con el témino Shang di o Señor de lo Alto y, más grave aún, la tolerancia de los ritos confucianos, dejó expuesta la precariedad de esta consciente creencia de Ricci en un confucianismo compatible con el cristianismo.

Por último, el mismo concepto de ortodoxia (zheng) ofrecía un fuerte contraste dentro de un contexto donde las tres enseñanzas (san jiao) no planteaban incompatibilidades o no se pensaban como excluyentes dentro del imperio. La ortodoxia nunca llegó a constituirse en tal, ni tampoco su cara opuesta: la herejía u heterodoxia. En su momento -y en la posteridad-, el lugar de preeminencia que Ricci había pensado para el cristianismo en China no era más que una expresión de deseo y una promesa incumplida.

Evidentemente, es peligroso enjuiciar el Catecismo de Ricci desde nuestras categorías. ¿Puede decirse que intenta un diálogo interreligioso? ¿Cree Ricci que Dios se ha revelado a todas las religiones? ¿Cree en la compatibilidad entre la enseñanza de Confucio y la de Jesús de Nazaret? ¿Queda claro que Jesús es Dios? ¿Hay una teología del Todo, de los cristianos anónimos, del encuentro con el Dios desconocido? Son puestas abiertas a la reflexión que otros tendrán que ofrecernos.