domingo, 2 de mayo de 2010

Las catástrofes vienen sincronizadas con la vibración del alma humana


A la luz de las evidencias sísmico-geológicas, tan cercanas a cualquiera por lo abundantes en la realidad histórica de Chile, y de la profusión de datos etnográficos recogidos por este autor durante casi veinte años en la zona indígena del centro-sur de Chile, nuestra tesis es que podemos afirmar que la visión indígena de los terremotos es ultramoderna (más allá de esta postmodernidad), hipercientífica, y “cuántica”, en cuanto que ella da cuenta de los enlaces infinitesimales entre las vibraciones humanas y las vibraciones geológicas (éstas últimas capaces de ser inducidas o bien bloqueadas por aquellas). En su tan valiosa y monumental obra “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” de CHARLES DARWIN, éste prominente investigador inglés registra unos más que preciosos detalles etnográficos en los cuales subyacen una buena síntesis de la visión y del “secreto” mapuche de los terremotos, misma que en la década de los ochenta yo verificara personalmente entre las comunidades indígenas de el sector andino de la Araucanía. En ella -y con ocasión de ser el científico inglés testigo de los desoladores vestigios del reciente e inmenso maremoto y terremoto sufrido por las gentes de Talcahuano, el 20 de febrero de 1835- adelantémoslo, se nos asoma una más que apasionante mirada de la realidad humana y geológica, percibida ambas -por las gentes del Chile de antaño- en íntima asociación, unidad y comunicación. Es decir, desde lo arcaico –y ya mucho antes que científicos como Francisco Varela y Humberto Maturana, en nada casual “chilenos” de nacionalidad- se nos confirmaría la premisa más importante de las recientes ciencias cognitivas: el mundo humano decide la realidad, el mundo de la realidad circundante, ya que éste emerge de aquel, porque el yo humano, en la activa construcción de su mundo y realidad, siempre tendrá “velas en ese entierro”. Se trata de un par de citas darwinianas de ese viaje, fundamentales, que me movieron a redactar este ensayo (unas citas cuyas notas personales también tienen una historia muy curiosa y extrañamente ligada a los terremotos [3]), citas claves para este capítulo fundamental que busca rescatar un olvidado rasgo de la sabiduría ancestral. Estimo que estas apuntes de Darwin aluden al núcleo del fenómeno; es decir dan cuenta del por qué se producen los terremotos, la causa humana generadora – o al menos activadora y potenciadora- de dichos gigantescos desequilibrios telúricos. Darwin, desde la oralidad indígena de los lugareños, registra que ese terremoto fue evitado en una zona del país, en Chiloé , porque allí no se taponaron los volcanes de la zona, lo que sí habría ocurrido más al norte, en Concepción-Talcahuano, precisamente a causa de una acción humana –siempre generada de mundos intencionales- que linda con una muy consciente intervención mágica, el evento secreto que ocasionaría el cataclismo. Vamos a la primera cita :
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“En ese lugar [en dos volcanes cordilleranos frente a Chiloé ], una erupción se produjo, pues, en vez de un terremoto, cosa que hubiera ocurrido en Concepción si según lo pensaban las buenas gentes de esta ciudad, unas hechiceras no hubieran tapado el cráter del volcán Antuco [que está en el sector cordillerano frente a esa ciudad].[4]
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Para el mundo mapuche, la erupción volcánica es la natural salida de “la menstruación de la tierra” (significado de kuyentun kitral mapu, traducción etimológica del vocablo “erupción”) y cuyo flujo periódico mantendría a raya la irrupción de los terremotos. Porque la noción indígena, desde siempre ha sido considerar que los constantes movimientos telúricos se acumularían demasiado peligrosamente si no tuvieran su natural “desahogo” por las chimeneas de los abundantes y activos volcanes andinos. Allí en Talcahuano, Darwin recogía datos de este tipo, datos que aludían a la acumulación de la energía: “la mar se pone negra y empieza a hervir…”[5]. Y también una pista enormemente valiosas para él y para los indígenas mapuche, a quienes éstas evidencias naturales les persuadía a rehuir las casas cuadradas que los misioneros les obligaban ocupar en los llamados “pueblos de indios”, y así seguir ellos habitando sus tradicionales viviendas circulares, como la ruka, ¿La razón? : la evidencia que allí el inglés pudo constatar y registrar testimonios como el del “desplazamiento de las piedras en sentido circular…”[6]; en espiral, del mismo modo como un recién nacido trabaja para llegar a este mundo, de acuerdo al modo como se mueve en el estrecho canal del parto y como las caderas de su madre en el acto de su engendramiento…Porque sobre la femenina tierra, lo más estable en el universo sería el círculo.[7]
Y cuando los ojos del gran científico todavía podían contemplar los aún tan recientes y devastadores efectos del maremoto, he aquí la explicación todavía más precisa que nos retransmite Darwin respecto del origen oculto de ese gran cataclismo, oída casi “en caliente”, prácticamente retransmitida “en directo y encima” del paradigma indígena del antiguo Chile :
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“Las clases inferiores, en Talcahuano, estaban persuadidas de que el terremoto provenía de que las ancianas indias que habían sufrido algún ultraje dos años antes[8], habían cerrado el volcán Antuco. Esta explicación, por ridícula que pueda ser, no deja de ser curiosa, prueba en efecto, que la experiencia enseña a esos ignorantes que existe una relación entre la cesación de los fenómenos volcánicos y el terremoto. En el punto en que cesa su percepción de la causa y del efecto, invocan el socorro de la magia para explicar el cierre de la válvula volcánica.”[9]
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Dejando fuera los juicios descalificatorios del inglés por los indígenas como “clase inferior”, en la base de esta concepción mapuche de los terremotos y esbozada por el valioso apunte de Darwin, habría entonces un factor humano detonador, acelerador o causante de las fuerzas telúricas y que influiría en provocar la manifestación de un terremoto. Las emociones humanas, las emociones negativas serían entonces el núcleo básico que acumularía o “taponaría” los ductos naturales de la energía de la tierra. Esta se vería simpáticamente estimulada, y en particular por el tipo de emociones del mundo femenino con quien la tierra tiene especial afinidad[10]. Y si lo femenino es capaz de “provocar” (con la rabia de un ultraje, por ejemplo) su propio poder también contendría la capacidad inversa, es decir, de detener el terremoto, la de mover los elementos y hacer que tierras, aguas, vientos y fuego regresen a su orden. Es el caso de los ritos propiciatorios para “obligar” a las partículas de la tierra a que todo vuelva a su cauce, a que las aguas se aclaren y brille de nuevo la serena luz del sol sobre las flores. Se trataría de otro tipo de magia, de otro tipo de saber que ciertas machis , ciertas mujeres chamanes, que conocen el secreto de las aguas , que son capaces de hacer “brotar fuego en círculo desde la tierra”, también dispondrían del poder de calmarlo vía un canje propiciatorio, ya sea con sus dotes acerca del manejo del poder contenido en su verbo exorcista y/o con su sabiduría milenaria de los secretos de la naturaleza (la posesión o dominio de sus “enlaces finos”, cuánticos), al conocer como se “canjea” o “compensa “ un gran desequilibrio. Es decir, con la posesión y manejo útil de un tipo de conocimiento secreto como el que acompaña a ciertos ayunos y a ciertas prácticas solitarias que algunas mujeres hacen en lo más sombrío y solitario de los bosques y en ciertas altas grutas de los cerros cordilleranos (chenkes, kuramalal, etc.)[11].


Así tenemos , que el aporte mapuche que confronta (a todos por igual) tanto a la sismología académica o al manejo científico-preventivo del desastre natural, como a “la profecía apocalíptica”, a la “predicción maya del 2012” o la “ciencia” esotérica y escatológica de los actuales Nostradamus, va por el siguiente aserto o proposición: Las catástrofes vendrían sincronizadas con la vibración del alma humana; y si en ellas se ubican sus gérmenes remotos o causas detonadoras, también desde ellas se pueden operar y detener sus efectos. Tal es la misma percepción intuitiva en la que coincide notablemente el aporte de un por entonces joven escritor chileno, quien el año 1939 escribía con asombrado respeto hacia a la Madre Naturaleza, luego de atravesar por tren la derrumbada ciudad de Chillán (donde curiosamente, el 11 de marzo reciente también este autor inició la escritura de este artículo) y donde fallecerían más de 35.000 personas a causa de un también gigantesco terremoto:
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“La tierra se modifica bajo el influjo de la mente humana en su acontecer profundo. El hombre desconoce el poder que tiene sobre la naturaleza y sus fenómenos. Si los hombres cambiaran, la tierra también lo haría. ¿El cinturón de fuego del Pacífico apagaría sus volcanes, si el chileno encontrara una salida sublimadora de sus dramas subconscientes? ¿Si en lugar de hundirse en la derrota moral, se elevara sobre sí mismo hasta alcanzar las cumbres del Espíritu, desaparecerían las catástrofes periódicas y se alejaría para siempre el terremoto?”[12]
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Y dado que según antiguas tradiciones –no solo indígenas- sino también hindúes, asiáticas y del viejo Medio Oriente, al ser la Tierra es un organismo vivo, Miguel Serrano, el autor de dicha cita, la asocia con el organismo vivo del cuerpo humano, el cual sería imagen de aquella. Serrano pasa a enlazar el mito mapuche de la lucha entre las serpientes Kay-Kay y Tren-Treng con el de la Kundalini de los hindúes, una energía representada por una serpiente enroscada en el primero de los chakras del cuerpo humano: círculo energético situado en la zona del perineo y que puede despertarse violentamente (como las pasiones sexuales de la violación de las mujeres indígenas que taponaron el Antuco), generando así consecuencia trágicas. Asimilando entonces la figura del hombre a la figura del mundo terráqueo, se nos impone una lógica ecuación: Kay Kay, la divinidad que agita las aguas y hace temblar la base (o “perineo”) de los montes de Treng-Treng, es la placa de Nazca; es decir es la Kundalini ; vale decir, es la forma serpenteante del cinturón de fuego del Pacífico cuyos respiraderos se asoman en el espinazo andino.
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Elevarse sobre sí mismos hasta alcanzar las cumbres del Espíritu
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Tenemos entonces a la vista, que la sabiduría mapuche ancestral, al ver anticipadísimamente la secreta, sutil e íntima unidad de los mundos humanos (el potencial mental de la alma humana ) con las fuerzas cósmicas, en cuanto que aquellas serían las originadoras de la realidad, de la organización de la materia y decidoras del destino o derrotero planetario, resultarían, de algún modo, muchísimo menos supersticiosa que las subsecuentes tradiciones cristianas y que las científicas que después se irían a adueñar del paradigma mental chileno.
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Pero existencialmente –y sobre todo en estos tan especiales días- lo importante es que en este Chile que sube y sube no es normal estar vivo…Lo normal es estar muerto, dado la impresionante y abundante recurrencia de catástrofes naturales de todo tipo. Por tanto descubrirse con vida luego de una terremoteada noche, es todo un milagro, un éxtasis, un tipo de fuerza mística que nos debe provocar una inextinguible ansia de cambiar nuestras prácticas, personales y sociales, para así subir a una Pirámide con la vasija de las gracias celestiales abierta, cual una antena receptora al infinito mensaje del Gran Cosmos. Así, se impone que con la Gran Sacudida nos sacudamos también de lo superfluo, de lo superficial que nos atonta y hace borrosa la visión, de las emociones y pensamientos superfluos, nos sacudamos de los paradigmas europeos-occidentales deshumanizadores (hay tanto artificio que daña aquí, en América Latina, que pareciera como si la tierra misma estuviera expulsando sus artificiales implantes, tal como lo es el fetichismo de las tecnologías que, si les rascamos un poquito más allá de su platinado decorado, descubriremos que nos enferman y dejan mas vacía el alma). Hoy en Concepción, como en Haití o en Turquía, quedó más que claro que a la hora en que todo circuito artificial se corta, una botella de agua es más importante que el I-phone sin batería, y que un abrazo que a alguien le permite llorar en el hombro amigo es infinitamente más valioso que una Toyota aplastada por los escombros e incapaz allí de ser la más poderosa “todoterreno” del mercado … Por tanto y apropiándonos del tan lúcido decir venezolano de M. Leonor Terán, en esta catástrofe chilena, “el gran regalo envuelto en papel de tragedia es que todo lo que no es Real se cae, y solo puede permanecer lo que verdadero y eterno.”[13] El terremoto –o lo que sea que vendrá- en buena hora nos fisura y agrieta profundamente el mecánico corazón, porque, entre otros bienes, hemos perdido el poder salvador de las cosas simples, de las cosas sencillas, de los deseos humildes. Aunque lo increíble de esta experiencia de catástrofe, es que la gente en general (incluida algunos que lo perdieron casi todo) modifica muy poco sus prácticas , y como lo comentara desde Colombia Adriana Acosta “no se da cuenta que el mundo ya no es más el mismo…Y si esto es así ¿por qué insisten continuar con la vida del mismo modo? Nos resistimos al cambio nos aferramos a lo conocido y eso solo nos hace más dolorosa la realidad…Mientras más pronto aceptemos lo que ES más pronto saldremos adelante”[14]…más pronto subiremos la Montaña.
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mundo YA NO ES EL MISMO? por que insisten en continuar con la vida del mismo modo? pienso que entre mas pronto aceptemos lo que ES, mas pronto saldremos adelantemundo YA NO ES EL MISMO? por que insisten en continuar con la vida del mismo modo? pienso que entre mas pronto aceptemos lo que ES
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Finalmente , podemos resumir que la gran enseñanza que nos lega la ya larga historia de los terremotos chilenos (y no sólo para los chilenos) , es que el secreto del hogar humano, el secreto de “la residencia sobre la tierra”, es subir a nacer, (por usar aquí consciente y real –y no literariamente- el lenguaje de Neruda, nunca más urgente y nunca más pertinente); es decir, abandonar las “malas casas” que habitamos, las malas moradas del Ser; léanse, las prácticas del apego involutivo propias de nuestras formas inferiores de animalidad: lo fácil, las pasiones que nos rebajan, las perversiones acuosas de la sexualidad (la distorsión desnaturalizada del fuego de Kundalini, que en vez de Eros, se degrada en Thánatos, la libido de muerte) , el fetichismo por las posesiones materiales, la insoportable superficialidad con que se embota sin pena ni gloria el don infinito de la charla y el ocio de la vida, el apetito de rapiña (desatado esta vez en el pillaje y el saqueo -o el de la acumulación antinatural de exceso de bienes muebles- porque antes de la modernidad todo el sencillo pueblo chileno se unía para colaborarse, nunca para robarse), etc. . Y si esto no se aprende, la naturaleza nos obligará recurrentemente a empezar desde cero, (en el caso que a la siguiente vez nos deje vivos) tal como la mítica condena de Sísifo, ese titán griego que los dioses lo obligan a levantar mil veces hacia una alta cumbre una pesada piedra, para una vez arriba y después de tanto esfuerzo, ver impotente que otras mil veces se le despeña a la base, para así recomenzar eternamente de nuevo, una vez más, desde abajo hacia arriba… (¿Queremos que la misión de Chile sea la de Sísifo?) Y la realidad, una vez más puesta al desnudo, su verdadero núcleo, es que nos falta evolucionar; la realidad es que la sociedad chilena, muchísimo menos sencilla, menos conectada con lo esencial y menos generosa que aquella casi rural del terremoto-maremoto de Concepción del 1835, desde el punto de vista del “capital social” y del capital de las virtudes, Chile sufre una evidente involución. En palabras de Claudia Urzúa, autora del libro “Chile en los ojos de Darwin”, y que en esto pareciera interpretarlo profundamente, escribe: “También [para el autor de la teoría evolutiva], la conducta más evolucionada no es proclive al egoísmo del “sálvese quien pueda”, sino al altruismo recíproco…porque lo genuinamente humano sería el altruismo dictado desde la honda necesidad”[15]

Citas:

[1] Entrevista publicada en el diario El Mercurio, Sección Artes y Letras, edición de 23 de marzo de 1987
[2] “¿Por qué Chile tiene el récord de ser el país más sísmico del mundo?”.Artículo de la periodista Lorena Guzmán H., publicado en el diario “EL Mercurio”, de Santiago de Chile, en la edición del Dgo. 14 de marzo del 2010
[3] Con ocasión del terremoto y maremoto sufrido en el mismo lugar, en el asolado Concepción y Talcahuano de hoy, luego de la noche del 27 de febrero del 2010 , curiosamente entre mis papeles revueltos con interminable polvo, adobe, vidrios, polvo, cables, pedazos de ladrillos y tejas, etc. de entre los cientos de libros que se desprendieron de las estanterías caídas estrepitosamente, lo primero que recojo ¿al azar? -desde ese revoltijo infinito de cosas desperdigadas por el suelo- unos apuntes, unas hojas manuscritas con mi letra con susodichas citas señaladas de ese libro de Darwin y que yo transcribiera el año 1985, con ocasión de otro terremoto en Chile (con epicentro en la costa de Santiago), pensando escribir un artículo como éste que hoy sale a luz, veinticinco años después. Fue para mí un indicio preclaro, un signo potente del mismo terremoto que la demora había sido suficiente..
[4]“ Viaje de un naturista alrededor del mundo”, Charles Darwin, Edit. “El Ateneo”, Buenos Aires, 1951
[5] Según datos de primera fuente, mis propios hermanos , a pocos minutos del terremoto del 27 de Febrero, al tomar caminos hacia la cordillera, descubrían que desde las enormes grietas que a uno de ellos le impidieron el paso por los caminos entre Chillán y Coihueco, se desprendían vapores tan intensos que lograban empañar el parabrisas de su vehículo.(Información de Walter Mora Penrose). Mientras que otro hermano –Pedro Mora Penrose- por su parte registraba de esa noche y casi ocularmente que, en dirección de los volcanes Chillán y Antuco, luego de escucharse dos explosiones subterráneas en esa dirección, estas fueron seguidas por sendas luminosidades muy intensas, que fulguraron por instantes desde la boca de dichos volcanes.
[6] “ Viaje de un naturista alrededor del mundo”, Charles Darwin, Edit. “El Ateneo”, Buenos Aires, 1951
[7] Personalmente y de primera mano, he verificado la increíble estabilidad sísmica de las construcciones circulares. Porque el presente terremoto del 27 de febrero me sorprendió en la etapa de la techumbre de mi propia vivienda, ubicada en Coihueco, dentro del área del epicentro, a unos 90 kms. en línea recta desde Concepción. Y a pesar que ésta es íntegramente de adobe y sin ningún poste que amarre ninguna tabiquería, soportó el poderoso sismo 8.8 sin una grieta. Debe ser acaso la única casa de adobe sin postes y sin cadena de hormigón en la base, que en Chile quedó incólume. Días después del terremoto y con ocasión de las fuertes réplicas, los albañiles encaramados en la cúpula también circular de la vivienda, afirman (porque a 18 días del Gran Movimiento sigue temblando muy fuerte en la zona) que todas sus paredes se mueven al unísono como la rítmica circunferencia del “ula-ula” (un juego de cintura)
[8] Aquí subyace la idea que la energía expresada tan violentamente en un terremoto es acumulativa, de que se trataría de un proceso, como el destape de una olla cuya presión va a aumentando progresivamente.
[9] [9]“ Viaje de un naturista alrededor del mundo”, Charles Darwin, Edit. “El Ateneo”, Buenos Aires, 1951
[10] Véase, por ejemplo, la particular identidad entre la Mapu (la naturaleza) y la mujer en sus ciclos naturales (por ejemplo, el ciclo lunar de 28 días es el mismo ciclo menstrual) que ésta repite y humaniza en su cuerpo; la enorme afinidad y poder de lo femenino con los elementos de la naturaleza, que se verifican en la medicina ancestral y que tiene como principal artífice a la mujer-chamán, la machi. Esta tiene una preeminencia en la cultura porque en el decir ancestral tradicional, “la tierra, la Mapu, le obedece a la mujer” (Véase la obra: “Magia y secretos de la mujer mapuche”, Ziley Mora P. Edit. Uqbar, Santiago, 2007)
[11] Para el terremoto del año 1960 en Valdivia , en la zona indígena de Temuco hubo ritos y sacrificios diversos para calmar las fuerzas de la naturaleza. Porque estos canjes propiciatorios, y a medida que avanzó la historia en Chile, no irían a desaparecer totalmente de la mentalidad mestiza del pueblo chileno. Así, por ejemplo, en la época de la naciente república, y con ocasión del relativamente moderado terremoto del año 1822, la ilustre visitante y viajera inglesa María Graham, anotó en su Diario de una visita a Chile, que en Santiago, esa noche, “todos se golpeaban el pecho y se postraban en tierra. Tejiendo coronas de espinas, las ponían sobre sus cabezas y las oprimían hasta que la sangre les corría por su rostro”. Vale decir, el mismo principio sigue en pie a través de los siglos: lo humano puede compensar, canjear o pagar un desastre, aportando una cuota de energía equivalente, lo humano así tiene cierto manejo -en lo oculto- de lo aparentemente inmanejable de la realidad, a condición de aportar una apreciable cuota de energía (léase en sangre, ayuno, oración autosacrificio, superesfuerzo, etc.), dependiendo de la concepción individual y colectiva de qué sería “aquello que mejor agrade a los dioses”. Hoy, en el catolicismo popular chileno y latinoamericano, persiste la misma idea, el mismo indígena concepto en la manda, de “pagar” –equilibrar con una energía autogenerada- una manda o promesa a un determinado santo con la “moneda” de un autosacrificio, de un ayuno, de una privación voluntaria para así hacer cambiar el curso de las cosas, del destino o de la naturaleza. Porque, en un mundo cuántico, el milagro es posible.
[12] “Ni por mar ni por tierra”, Miguel Serrano, Edit. Nascimento, Santiago, 1940
[13] En correo electrónico personal, enviado al autor por María Leonor Teran Izedin desde Guadalajara, México, el día 16 de marzo del 2010.
[14] Mensaje personal de mi amiga mexicana Adriana Acosta, escrito en los muros de la red electrónica de Facebook el 5 de marzo del 2005 como palabras reflexivas de apoyo a mi circunstancia vital generadas a causa del terremoto.
[15] “El remezón que Darwin esperaba” Artículo de Claudia Urzúa publicado en el diario “La Tercera” de Santiago de Chile, el Dgo. 7 de marzo del 2010. El contexto de la cita lo brinda el hecho que , dos semanas después del terremoto de 1835 que arrasó Concepción, Darwin llegó a la ciudad y tomó nota de la curiosa mezcla de solidaridad y abusos que emergió en esos días, de las escenas de lo mejor y de lo peor de los chilenos penquistas que ya eran evidentes en esos días.

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