miércoles, 10 de noviembre de 2010

El gran diseño editorial de Stephen Hawking


Nuevas reminiscencias para vender otro libro de éxito comercial

Leonard Mlodinow sabe con quien aliarse para dejarse vender en las librerías más comerciales. Usando la imagen y las viejas ideas de Hawking ha publicado un nuevo libro simplón y previsible, titulado El gran diseño. El presuntuoso objetivo, ofrecer Nuevas respuestas a las cuestiones últimas sobre la vida, se diluye velozmente al comienzo del libro. El resto de la obrita se resume en una línea. Sin novedad, sin fundamento y sin Dios.uien haya leído anteriores trabajos de Mlodinow, como El andar del borracho, no errará al intuir que El gran diseño es otra campaña para enriquecerse vendiendo humo. Amontonar ideas entre una densa niebla blanquecina es el único fondo tras un gran diseño de marketing para enriquecerse sin nada a cambio. La nada es el fundamento último de este libro y de la nada sale espontáneamente el dinero.

Yo no creo en la filosofía


Dice Mlodinow que la mayor parte de la humanidad se ha preguntado alguna vez de dónde procede el universo, pero sin emplearse demasiado en reflexionar sobre ello. Estoy de acuerdo, Mlodinow necesita más tiempo.

Es presto en considerar al científico como el único portador de la antorcha del conocimiento capaz de iluminar las cavernas del cosmos y quemar toda la palabrería de los discípulos de Platón. Sin embargo, no tarda en arder vociferante al proclamar que la física moderna produce conocimiento ajeno a la observación. Si así fuera, los físicos serían los nuevos filósofos a devorar por las llamas. Curiosa consecuencia. Todo el saber reducido a la nada, la especialidad de Mlodinow.

Yo no creo en la realidad

Existen distintas posiciones acerca de la naturaleza de la realidad. Realistas e idealistas han discutido sesudamente a lo largo de la historia del pensamiento. Los primeros identifican el conocimiento con la realidad y los segundos reducen su alcance a simples ideas sobre la realidad. Mlodinow elimina del debate la realidad misma. Sin realidad, ¿qué queda? Efectivamente, nada.

Como nada es muy poco –incluso para Mlodinow– reinicia el debate introduciendo ideas sobre la nada. Ya al menos hay conocimiento de ideas. Pero, sin realidad, todas las ideas dependen exclusivamente del observador. El conocimiento de las ideas moldea la conciencia del sujeto. El mundo se reduce a un modelo construido por el cerebro. De acuerdo con este realismo virtual un mismo fenómeno coexiste en tantas idealizaciones psíquicas como modelos subjetivos compatibles haya. ¡Qué lío!

Yo no creo en la historia

La táctica Mlodinow es liarlo todo y esperar que surja algo espontáneamente. Si el observador crea el mundo, ¿qué había antes del observador? Nada.

La historia narrada en El gran diseño carece de universo y el universo carece de historia. De nuevo la misma lógica. Sin universo real, todos los universos imaginables existen simultáneamente. No parece el estilo de Mlodinow contar repentinamente con tanto material. Pero no existe contradicción, tantos universos de nada suman nada.

La coherencia lógica es innegable, sin embargo la toma prestada de un físico que la diseñó para explicar fenómenos cuánticos de interferencia entre partículas del microcosmos. ¿Por qué aplicarla a todo el universo? Porque el universo es nada y la nada es microscópica.

Yo no creo en el origen

Sin filosofía, sin realidad, sin historia y, lógicamente, sin origen. Afirma Mlodinow que no hay modelos científicos del origen del universo por quedar fuera de toda posible observación. De haber sido fiel con su realismo virtual ligado al modelo, el origen del universo sería intratable por inexistente. Sin embargo afirma que el universo temprano está más allá de nuestra experiencia, pero no de nuestra imaginación. Partiendo de esta hipótesis, lo que sigue es inexistente por irrefutable. Mlodinow en estado puro, la pura nada.

¿En consecuencia? Más de lo mismo. El inexistente origen es la suma de múltiples posibles orígenes vacuos. Algunos de ellos –dice– permitirían que la composición lunar fuera de queso. El terrible olor explicaría por qué no quedan ganas para volver a la luna.

El gran diseño de Mlodinow

Ante el pánico existencial inducido por ideas como la de Mlodinow, algunas personas rechazan la evolución de la materia y creen ciegamente en un plan divino. La principal semejanza entre este diseño inteligente y el gran diseño de Mlodinow es que no son explicaciones científicas. Tan aberrante es negar la evolución para demostrar a dios, como negarlo todo para creer en la nada. Unos confían ciegamente en dios, otros depositan su fe en una azarosa creación espontánea de la nada. Fiel a su costumbre, Mlodinow elige todas las posibilidades y se ciega en el gran diseño editorial del dios Hawking.

El gran diseño no es un replanteamiento científico de la idea de Dios. En ninguna parte se afirma que la física excluya a Dios. Hasta Mlodinow sabe que eso es imposible. No aparece demostración alguna de la existencia de Dios. Sin duda, los periodistas han sobrevalorado a Mlodinow. Han puesto al rojo vivo un peleado debate entre cardenales y mamporrazos. Pero, en realidad Mlodinow es inocente. Él sólo dice que no dice nada.

Un poco de humor

La pura ciencia no puede constatar por qué hay algo en lugar de nada. La búsqueda del sentido y la finalidad del universo surgen espontáneamente del estudio científico de la evolución de la materia. Resulta natural que un científico plantee reflexiones desde sus conocimientos científicos, trascendiendo los límites del método científico. Sus consecuencias racionales pueden afirmar o negar la existencia de Dios. Ambas son legítimas. Tan respetable es una como la otra. Pero, por favor, no pierdan el humor.

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