jueves, 7 de agosto de 2008

La ciencia confirma la Profecía Maya


El cumplimiento de las detalladas predicciones que la antigua cultura maya hizo para el periodo que media entre los años 1992 y 2012 de nuestro calendario plantea un profundo misterio y una pregunta inquietante: ¿nos encontramos realmente viviendo el final de una era cósmica y veremos dentro de cinco años el amanecer de una con signo muy distinto?

Los científicos no saben qué está sucediendo con el Sol. El 20 de enero del 2005, una sorpresiva tormenta solar alcanzó la Tierra con su máximo de radiación sólo 15 minutos después de iniciarse la serie de explosiones, cuando lo habitual son 2 horas. Según Richard Mewaldt, del California Institute of Technology, fue la más violenta en los últimos 50 años. También ha sido la más misteriosa.

Los científicos creían que dichas tormentas se producían en la corona solar por las ondas de choque asociadas a eyecciones de plasma. Sin embargo, en este caso parece haberse originado extrañamente en el interior del Astro Rey, según afirmó el profesor Robert Lin, de la Universidad de California.

Los astrónomos expresaron su perplejidad. El profesor Lin –principal investigador del satélite Reuven Ramaty High Energy Solar Spectroscopic Imager (RHESSI)– concluyó su declaración con una frase muy significativa: «Esto significa que realmente no sabemos cómo funciona el Sol».

En resumen: el insólito fenómeno del 20 de enero del 2005 ha pulverizado los modelos predictivos de nuestra ciencia.

Pero además, ¿por qué se produce una actividad tan intensa y anómala en este momento? El pico de máxima actividad de nuestra estrella –en su ciclo principal de 11 años– tuvo lugar en el año 2000.

En 2004 los físicos solares observaron una ausencia total de manchas, algo que siempre anuncia la proximidad de un mínimo de actividad.

Dicho mínimo debía producirse entre 2005 y 2006, unos 4 años antes del nuevo máximo, previsto para el año 2010 o 2011, precisamente en vísperas de la fecha para la cual los antiguos mayas profetizaron el final de la era correspondiente al «Quinto Sol» y el comienzo de otro ciclo cósmico, llamado «Sexto Sol».

¿Sabían algo los mayas que nuestra ciencia actual ignora? ¿Podrían ayudar sus textos sagrados a los científicos, desconcertados por el extraño e inquietante comportamiento del Astro Rey?

Y sobre todo: ¿por qué motivo prestó aquella antigua cultura tanta atención a la actividad solar de nuestros días en tiempos tan remotos?

El calendario maya finaliza abruptamente el sábado 23 de diciembre de 2012, 5.125 años después de iniciarse la era del «Quinto Sol».

Según sus profecías, la causa física desencadenante es que el Sol recibiría un rayo proveniente del centro de la galaxia y emitiría una inmensa «llamarada radiante» que transmitiría esa radiación a la Tierra y al resto del sistema solar. Este evento precedería al comienzo de un nuevo ciclo cósmico.

Según su cómputo, habrían tenido lugar ya 5 ciclos de 5.125 años, completando una serie de 25.625 años, periodo muy próximo al de «la precesión de los equinoccios», conocido como «Año Platónico» o «Gran Año Egipcio», correspondiente a un ciclo completo formado por 12 eras astrológicas ( 25.920 años).

Según los mayas, en la Tierra cada ciclo de 5.125 años habría sido el escenario de la aventura de una Humanidad –«una raza» en su concepto– y habría acabado con su destrucción, seguida por la regeneración que trae el siguiente ciclo o «Sol». Al comienzo de éste se produce una sincronización de la «respiración» de todas las estrellas, planetas y seres.

El 11 de agosto de 3.113 a.C. los mayas fijaron el nacimiento del «Quinto Sol» –la era actual– cuyo final llegaría en 2012. La Era del Agua habría acabado con el Diluvio, la posterior a ésta con un diluvio de fuego y la nuestra, llamada «del Movimiento», finalizaría con violentos terremotos, erupciones volcánicas y huracanes devastadores.

La mitología de las culturas antiguas más diversas recoge la memoria de inundaciones catastróficas que tuvieron lugar hace unos 12.000 años y de misteriosas lluvias de fuego, hace algo más de 5.000 años, que investigadores como Maurice Cotterell asocian a un gran cometa que rozó la atmósfera terrestre.

La predicción maya también describe los 20 años anteriores al primer día del «Sexto Sol» con cierto detalle. Este ciclo menor, que ellos denominaban Katum, ya ha consumido casi dos tercios de su duración total. Ello nos permite verificar hasta qué punto se han cumplido sus profecías hasta este momento y, en consecuencia, decidir si su nivel de aciertos merece suficiente credibilidad como para prestarles atención.

El último Katum –denominado por ellos «el tiempo del no tiempo»– habría empezado en el año 1992 de nuestro calendario, después de un eclipse de Sol que esta cultura pronosticó para el 11 de julio de 1991 y que se cumplió puntualmente. En el concepto maya se trataría de un periodo de transición, caracterizado por profundos cambios cósmicos, telúricos e históricos.

Es curioso observar que en septiembre de 1994 se produjeron fuertes perturbaciones en el magnetismo terrestre, con alteraciones importantes en la orientación de las aves migratorias y cetáceos, e incluso en el funcionamiento de la aviación.

En 1996, la sonda espacial Soho descubrió que el Sol no presentaba ya polos magnéticos sino un único campo homogeneizado. En 1997 se produjeron violentas tormentas magnéticas en el Sol. Y en 1998, la NASA detectó la emisión de un potente flujo de energía proveniente del centro de la galaxia que nadie supo explicar.

Otra fecha importante de las profecías mayas fue el eclipse total de Sol del 11 de agosto de 1999, que también se verificó puntualmente. Según el Chilam Balam –un libro sagrado maya–, siete años después del inicio del último Katum (1999) comenzaría una era de oscuridad y las convulsiones de la Tierra –sismos, huracanes, erupciones volcánicas– aumentarían sensiblemente.

El 15 de septiembre de 1999, sólo un mes después del mencionado eclipse, una misteriosa explosión proveniente del espacio eclipsó durante horas el brillo de algunas estrellas. Las radiaciones de ondas radio, rayos gamma y rayos X multiplicaron su intensidad por 120. Astrónomos como Richard Berendzen y Bob Hjellming, del Observatorio Radioastronómico de Nuevo México (EE UU), calificaron este fenómeno como un enigma «digno de una investigación detectivesca».

El rayo y la llamarada radiante

Ante estos hechos objetivos cabe preguntarse: ¿podría ser esa misteriosa e inexplicada radiación de 1999 el rayo proveniente del centro de la galaxia que, según los mayas, alcanzaría al Sol antes del año 2012, cuando se dispararan los fenómenos sísmicos? ¿No resulta también evocador de «la llamarada radiante» que, según los mayas emitiría el Sol después de recibir ese «rayo», la igualmente enigmática y anómala explosión solar del 20 de enero de 2005, que ha dejado perplejos y sin respuestas a los científicos?

El eclipse del 11 de agosto de 1999 que precedió a la fuerte radiación proveniente del espacio del 15 de septiembre de 2005 inauguró un periodo de cataclismos naturales.

El día 7 de ese mismo mes se produjo un terremoto de 5,9º (escala Richter) en Grecia, con 218 muertos; el 8, inundaciones catastróficas en China, con miles de muertos; el 17, un terremoto de 7,4º en Turquía, con 15.000 muertos; el 20, un terremoto de 7,6º en Taiwan, con 2.000 muertos; el 22, una cadena de terremotos menos destructivos –entre 2º y 5,2º– en todo el planeta; el 30, un terremoto en Oaxaca (México), seguido de grandes incendios debidos a explosiones de gas, con más de 100 muertos; y el 10 de octubre las lluvias produjeron 300 muertos y 500.000 damnificados, también en México.

No se trata de una lista exhaustiva de catástrofes ni mucho menos, sino sólo de una muestra de algunos fenómenos muy destructivos, ocurridos tan sólo en los dos meses que siguieron al eclipse de agosto. Incluir los conflictos humanos que estallaron en esos dos meses y otras catástrofes naturales requeriría un abultado volumen.

En este mismo número se recogen otros datos sobre el aumento espectacular de los seísmos, erupciones volcánicas y meteoros violentos. La comparación de la intensidad y la cantidad que estos fenómenos tuvieron en los últimos años con periodos anteriores revela que experimentaron un incremento espectacular en este periodo que los mayas denominaron «el tiempo del no tiempo».

Después de la potente y anómala radiación emitida por el Sol el 20 de enero del 2005 se han disparado las erupciones volcánicas, que ya habían experimentado un incremento notable después del eclipe de 1999. En todo 2004 se registraron 31 erupciones significativas.

Sólo entre enero y abril de 2005, se han detectado 21. Y si sumamos los informes sobre nueva actividad de los volcanes que experimentaron erupciones significativas desde 1999, la cifra asciende a 43 para los 4 meses iniciales de este año.

A esta confirmación de las predicciones mayas debemos añadir otras.

Según dichas profecías, a partir del eclipse de 1999 se incrementarían las guerras y la destrucción.

El cono de sombra de este eclipse se proyectó precisamente sobre Medio Oriente, Irak, Irán, Afganistán, Paquistán e India, señalando un área sacudida por los conflictos más sangrientos y la amenaza permanente de una confrontación entre Paquistán e India, ambos con arsenal nuclear.

Al acercarse el 2012 una ola de calor aumentaría la temperatura del planeta, produciendo cambios climáticos, geológicos y sociales sin precedentes, con una rapidez asombrosa. Estamos inmersos en dicha dinámica. El acelerado derretimiento de los glaciares en todo el mundo y la aparición de zonas verdes en la Antártida es ya un hecho confirmado científicamente. También anunciaron los cambios inesperados de la actividad del Sol que los científicos están verificando.

Las profecías mayas pronostican la aparición de un cometa, con alta probabilidad de un impacto contra la Tierra. Curiosamente, también en el Apocalipsis de San Juan se predice la llegada de este cometa llamado «Ajenjo» como signo del «Final de los Tiempos».

Otra coincidencia llamativa es que el 11 de agosto de 1999, no sólo tuvo lugar el último eclipse total del milenio, sino la formación de una configuración astrológica muy rara: la Gran Cruz Cósmica, formada en los signos de Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, por el Sol, la Luna y tres planetas (AÑO/CERO, 102).

Esta Cruz también nos remite al Apocalipsis porque evoca a «los cuatro vivientes custodios del Trono».

El primero es descrito como «semejante a un león» (Leo), el segundo «semejante a un toro» (Tauro), el tercero «con semblante humano» (Acuario, el Aguador) y el cuarto semejante a un águila (Escorpio).

Estamos ante un simbolismo complejo que encaja con las profecías mayas del comienzo del «Sexto Sol»: una nueva era que, según su predicción, supondrá «el final del tiempo del miedo» y una Humanidad renovada cósmicamente, que construirá una civilización superior a la actual.

Esta convergencia de expectativas, independientes unas de otras, que avalan las profecías mayas es otro hecho a tener en cuenta.

Resulta inevitable recordar a maestros como Sri Aurobindo que, junto a su compañera Madre y su discípulo Satprem, promovieron una transformación fisiológica, convencidos de que, en un ser humano superior, debería producirse «el despertar» del cuerpo a nivel celular e incluso de los átomos.

Una evolución programada

Aurobindo enseñó que se produciría «un descenso de la luz superior a las partes más bajas de la naturaleza», que favorecería el acceso del ser humano a un nivel de conciencia más elevado que el actual.

¿Podría este cambio ser activado o favorecido por ese gran evento cósmico que anunciaron las profecías mayas? ¿Podría ese salto vibracional del Universo, transmitido por el Universo al Sol y por éste a la Tierra, estar impulsando «la gran transformación» que, según los mayas, llegará definitivamente a nuestro planeta el sábado 23 de diciembre de 2012?

En cualquier caso, todas estas profecías son muy elocuentes respecto a dicho salto cualitativo en la evolución de la conciencia.

El cambio cósmico crea las condiciones, pero la transmutación interior sólo puede ser el resultado de una decisión libre y de un trabajo interior individual.

En este final del último Katum del calendario maya el Cielo nos pone ante una encrucijada: autodestrucción o transformación. Nos hallamos, por tanto, en una especie de «tierra de nadie»: una fase definitiva que ya no pertenece a la vieja era, pero tampoco a la que amanecerá dentro de cinco años, cuando se abra «la puerta» cósmica de un tiempo renovado.

En cualquier caso, nos parece evidente que los hechos corroboran las profecías mayas lo suficiente como para tomarlas en serio y examinarlas sin prejuicios a la luz de lo que sabemos del mundo. ¿La evolución biológica y psicoespiritual responde a una programación cósmica inteligente?

Este es, sin duda, el gran misterio que se nos plantea.

Los mayas fueron muy precisos al señalar el inicio del ciclo actual. ¿Podrían haber sido igualmente precisos al señalar su final? Los antiguos precolombinos interpretaban el paso de los cometas como un anuncio de desastres.

Ahora bien, el reciente final del segundo milenio ha sido testigo de un aumento exponencial de la actividad solar y del paso espectacular de dos cometas, el Hayakutake y el Hale-Bopp.

Asimismo, el último cataclismo de Indonesia, el tsunami de diciembre de 2004, el mayor que haya registrado nuestra civilización, fue precedido por el paso del cometa Macholz ¿Se trata del cometa que, según sus profecías, estaría asociado a fuertes movimientos telúricos?

El tránsito de Venus

La fecha del 2012 indicada en la profecía maya coincide con el pico del próximo máximo de la actividad solar previsto y con la segunda parte del tránsito de Venus.

El sabido que el ciclo de las manchas solares de 11 años de duración tiene múltiples efectos sobre la Tierra y los seres humanos. Pero ¿existe una relación entre el calendario maya y la profecía del 2012 con el ciclo de las manchas solares y el tránsito de Venus?

Si examinamos los documentos históricos para verificar si existe dicha relación, el resultado produce asombro. Por ejemplo, un tránsito de Venus tuvo lugar entre el año 1518 y el 1526.

Estas fechas fueron fundamentales para la conquista de México por parte de los españoles. ¿Cómo pudieron 300 conquistadores derrotar al imperio azteca?

La clave parecía estar en una profecía que anunciaba el regreso del dios Quetzalcóatl en el año 1 Caña (1518). Este dios estaba asociado con Venus y se decía que se manifestaría como un hombre blanco con barba.

A los occidentales esto nos puede parecer un mito pintoresco, pero tuvo el impacto de un apocalipsis en los aztecas, cuando un extraño navío llegó a Yucatán.

El emperador guerrero Moctezuma quedó bloqueado por la confusión espiritual. Los aztecas ya estaban espantados por otras señales que habían anunciado la llegada de Cortés, entre ellas la erupción del Popocatepetl.

Además, ocurrieron una serie de sucesos, como el avistamiento de extrañas luces en el cielo e inundaciones en la capital. Los sacerdotes aztecas habían profetizado un final terrible para su cultura y, de hecho, Cortés puso fin a la última civilización de las pirámides a finales del segundo trecho del tránsito de Venus, en 1526. El ciclo siguiente del tránsito de Venus de 8 años tuvo lugar entre 1631 y 1639.

Inmediatamente después las manchas solares desaparecieron durante 70 años. Este periodo es conocido como la "pequeña glaciación". El ciclo de las manchas solares reapareció en 1720 y los niveles de actividad crecieron, con un pico en 1960. Desde entonces se ha producido un aumento las erupciones volcánicas, terremotos, huracanes, etc., cuyo número ha venido creciendo sin pausa en los últimos 45 años.

Ha habido sólo 2.119 terremotos registrados en todo el siglo XIX. Un reciente informe geológico del gobierno de EE UU indica que ha habido 4.139 sólo en 1970. Los más intensos se han producido todos después de 1960.

El mayor tuvo lugar a finales del 2004 en el Océano Índico. Y vemos que esta tendencia se refuerza con el aumento en la frecuencia de las erupciones volcánicas a gran escala, violentas tormentas, huracanes y tifones. El Popocatepetl ha empezado nuevamente a tener erupciones en la década de los 90.

En realidad, ha habido muy pocas en la primera mitad del siglo pasado. Pero muchos volcanes que estaban inactivos han empezado a despertar y su actividad ha sido intensa en los últimos 15 años.

El aumento por decenios, y hasta por años, del número de tornados es igualmente significativo. Ha habido 13 en 1996 y 28 en 1998. Según un informe publicado el 17 de diciembre de 2004 por la UNISDR (Agencia de las Naciones Unidas para la Reducción de los Desastres), se está produciendo un aumento espectacular de las catástrofes naturales.

El citado documento de la ONU sostiene que más de 254 millones de personas han resultado afectadas por "desastres naturales" en 2003, triplicando las cifras ya altas de 1990 Según las estadísticas del Centro de Investigación sobre los Desastres de la universidad de Lovaina, en Bélgica, "la tendencia a largo plazo en la década pasada es a un continuo aumento del número de víctimas".

Según la Zurich Re, la mayor compañía aseguradora del mundo, "los desastres naturales están en expansión desde 1960". Nos estamos aproximando al año 2012 y la Tierra tiembla, oscila, escupe nubes de cenizas, gas ardiente y lava.

Es importante advertir que las erupciones volcánicas pueden disparar el efecto invernadero y el cambio climático. Un aumento sorprendente de dicha actividad se inició el 22 de junio de 2003, un día después del tránsito de Venus, cuando se activó el volcán Ijen, en Java (Indonesia).

El 29 de junio entró en erupción el Bezymianny, en Rusia. En julio se registraron ocho reactivaciones volcánicas en todo el mundo, desde Japón hasta América Central. En agosto tuvieron lugar erupciones en el Océano Atlántico meridional, en Papúa Nueva Guinea y en Indonesia.

El aumento de la frecuencia de estos fenómenos siguió intensificándose en septiembre. Una impresionante cantidad de volcanes (15) mostró un aumento de actividad, desde ligeros temblores hasta erupciones pequeñas y medianas.

Sólo en ese mes, el Etna en Italia, el Mauna Loa en Hawai y el Monte Kiki en Japón, entraron en actividad, junto con otros en Colombia, Alaska, Indonesia, Congo y Rusia. La tendencia continuó en octubre, cuando se sumó el Mount Saint Helen y el Mount Rainier, en EE UU. El 5 de octubre, otros 10 volcanes despertaron.

Terremotos y huracanes

Los grandes terremotos están experimentando una tendencia similar (los últimos en Indonesia e Irán). Además, se ha incrementado la violencia de los huracanes. Los datos indican que la intensidad y la frecuencia de las catástrofes naturalesno ha dejado de aumentar desde 1960 y esta tendencia al alza se mantiene firme.

Esta mayor actividad se ajusta con las predicciones de los sacerdotes mayas y debería culminar entre el año 2010 y el 2012. Todos saben que algo está ocurriendo, aunque nadie sepa a qué debemos atenernos.

Los físicos solares fueron testigos de una imprevista explosión solar, con un breve periodo de intensa actividad y tormentas continuas.

Ese fenómeno no tendría que haber sucedido, porque acabábamos de atravesar un ciclo de manchas que duró desde 1999 a 2001 y el Sol debía haberse "calmado", ya que se encuentra próximo a su ciclo mínimo de actividad (2005-2006).

Sin embargo, dicha actividad está oscilando de forma anómala, coincidiendo con las previsiones de los antiguos sacerdotes mayas, quienes afirmaron que así ocurriría precisamente al final del "Quinto Sol".

¿Estamos realmente asistiendo al final de una era y al inminente comienzo de una nueva? Si es así, en breve debería tener lugar un cambio profundo en la Tierra y en la historia humana. Pero, ¿en qué puede consistir? ¿Cuál es el signo del tiempo que nos tocará vivir desde ahora hasta el año 2012 y el del futuro que nacerá en ese momento?

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