martes, 9 de junio de 2009

MASACRES EN NOMBRE DE DIOS



http://www.washingtonpost.com/

Por: Saldman Rushdie
http://paraula.espacioblog.com/post/2006/12/18/mas-2-5-millones-ninas-la-india-desaparecen-cada-ano

La imagen que más me marcó la semana pasada fue la de una pequeña mano de niño, ennegrecida y quemada, con sus minúsculos dedos apretados formando un puño, sobresaliendo de los restos de una hoguera humana en Ahmedabad, Gujarat, la India.

Puede decirse que el asesinato de niños es una especialidad india. Los asesinatos cotidianos de bebés no deseados de sexo femenino...la masacre de inocentes en Nellie, Asma, en los ochenta, cuando poblados vecinos se enfrentaron...la masacre de niños sikhs en Nueva Deli, durantes las pavorosas matanzas de represalia que siguieron al asesinato de Indira Gandhi: todos esos son testimonios de nuestro don especial, que siempre se evidencia con mayor intensidad en épocas de agitación religiosa, para empapar nuestros niños de queroseno y pegarles fuego, o para cortarles el cuello, o simplemente para matarlos a golpes con un buen palo.

Digo “nuestros” porque escribo como indio, nacido y criado en la India, que ama a la India profundamente y sabe que lo que uno de nosotros hace hoy, lo puede hacer potencialmente cualquier otro mañana. Si me enorgullezco de los virtudes de la India, sus pecados también deben ser míos.

¿Estaré enojado? Muy bien. ¿Avergonzado e iracundo? Espero que sí. Porque en este momento, cuando la India pasa por la mayor orgía de derramamiento de sangre indo-musulmana en más de una década, muchas personas están muy lejos de encontrase indignadas, avergonzadas o enojadas en grado suficiente. Los jefes de policía vienen disculpando la poca disposición manifestada por sus hombres para defender a los ciudadanos indios, sin tener en cuenta su religión, diciendo que los policías también tienen sentimientos y están sujetos a las mismas circunstancias que afectan a la nación en general.

Mientras tanto, los dirigentes políticos de la India intentan poner paños calientes, repitiendo las mismas mentiras tranquilizadoras de siempre, diciendo que la situación está controlada. (Nadie habrá pasado por alto que el partido gobernante, el “Bharatiya Janata Party”, y el extremista “Vishwa Hindu Parishad” o CMH, Consejo Mundial Hindú, son organizaciones hermanas, salidas del mismo vientre). Incluso algunos comentaristas internacionales -por ejemplo, el periódico británico “The Independent”- nos exhortan a “evitar el pesimismo excesivo”.

La verdad pavorosa sobre las matanzas comunitarias en la India es que ya nos acostumbramos a ellas. Ocurren de vez en cuando y después viene la calma. La vida es así, señores. Durante la mayor parte del tiempo la India es la mayor democracia secular del mundo. Si, de cuando en cuando, sale al exterior un poco de su loca bilis religiosa, no debemos permitir que eso distorsione el cuadro anterior.

Por supuesto, hay explicaciones políticas. Desde diciembre de 1992, cuando hordas descontroladas del CMH demolieron una mezquita musulmana erigida 400 años antes, la mezquita de Babri Masjid, en Ayodhya, afirmando que había sido construida en el lugar sagrado en que nació el dios Rama, fanáticos hindúes vienen buscando ese enfrentamiento. Lo más triste en todo aquello es que algunos musulmanes estuvieron dispuestos a darles lo que buscaban. El ataque criminal lanzado por ellos contra un tren repleto de activistas del CMH en Godhra (trayendo horribles ecos atávicos de las masacres de hindúes y musulmanes en trenes abarrotados durante los tumultos que marcaron la partición de la India y Paquistán, en 1947) sirvió con precisión a los objetivos de los extremistas hindúes.



Está claro que el CMH ya se ha cansado de lo que considera equívoco e insuficiente radicalismo del gobierno del BJP. El primer ministro Atal Behari Vajpayee es más moderado que su partido; además, lidera un gobierno de coalición y, para mantener la coalición unida, ha sido obligado a abandonar buena parte de la retórica nacionalista hindú más extrema de su partido. Pero la coalición ya no funciona. En las elecciones al gobierno de los estados, realizadas en todo el país, el BJP está siendo derrotado. Para los incendiarios del CMH, eso puede ser la gota que colme el vaso. ¿Por qué deberían traicionar su agenda fascista para acceder al gobierno junto con el BJP, cuando tal estrategia no parece funcionar electoralmente?

El fracaso electoral del BJP ha sido de esta manera, y con toda probabilidad, la chispa que encendió el fuego. El CMH está decidido a construir un templo hindú en el lugar donde se encontraba la demolida mezquita de Ayodhya –de allí venían los muertos de Godhra- y, en una realidad idiota, reprobable y trágica, hay musulmanes en la India igualmente decididos a oponerles resistencia. El primer ministro viene insistiendo en que son los tribunales indios, notoriamente lentos, quienes han de decidir lo que debe hacerse en el caso de Ayodhya. Aunque el CMH ya se ha cansado de esperar.

En una carta enviada al presidente de la India, K.R. Arayanan, la respetada escritora india Mahasveta Devi culpa al gobierno de Gujarat (liderado por un político de la línea dura del BJP), sin hablar del gobierno central, por hacer “muy poco y demasiado tarde”. Ella atribuye la responsabilidad por los acontecimientos a las “acciones deliberadas, bien planeadas y provocadoras” de los nacionalistas hindúes. Mientras tanto, otro escritor, el Premio Nobel de Literatura V.S. Naipaul, hablando de la India sólo una semana antes de la irrupción de la violencia, denunció genéricamente a los musulmanes del país y elogió el movimiento nacionalista.

Los asesinos de Godhra deben ser denunciados. En su carta, Mahasveta Devi exige que sean adoptadas “medidas legales contundentes” contra ellos. Pero el CMH y otras organizaciones ultranacionalistas en las que se inspiran tanto el BJP como el CMH, están determinados a destruir esa democracia secular de la que la India tanto se enorgullece, públicamente, y que tan poco hace por proteger. Al apoyarlos, V.S. Naipaul se transforma en compañero de viaje del fascismo y motivo de vergüenza para el Premio Nobel.

El discurso político importa, y explica muchas cosas. Pero existe algo por debajo de él, algo a lo que no queremos mirar directamente a la cara: el hecho de que, en la India, así como en otras partes de nuestro cada vez más sombrío mundo, la religión es un veneno que está intoxicando nuestra sangre. Donde interviene la religión, la mera inocencia no constituye disculpa.

Mientras tanto continuamos evitando la discusión del asunto, hablando de la religión en el lenguaje moderno tan en boga, el lenguaje del “respeto”. ¿Qué hay de respetable en ese o cualquier otro de los crímenes que casi diariamente son cometidos en el mundo en nombre de esa temida fuerza que es la religión? ¡ Qué fácilmente erige tótems la religión, con qué resultados fatales, y con qué facilidad nos disponemos a matar por ellos! Y, después de que lo hayamos hecho suficientes veces, el caos resultante hará más fácil repetirlo muchas más veces.

Así, el problema de la India acaba revelándose como el problema del mundo
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/02/18/solidaridad/1171799801.html

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